El abuso infantil altera (muchas veces) la manera en la que las personas se relacionan con otros.
Si una persona sufrió maltratos, humillaciones o abuso sexual en la infancia, casi siempre queda marcada para toda la vida. Es un evento que, con la repetición, no solo provoca creencias irracionales sobre uno mismo, sino también altera la manera de relacionarse en un mundo social.
De acuerdo con Bruce Perry, psicólogo estadounidense especialista en traumas, una persona que ha sufrido abusos puede tener alteraciones en la personalidad. Estos son algunos de los rasgos que pueden aparecer a lo largo de su vida:
Ira. La teoría psicoanalítica indica que la ira contenida que es causada por el maltrato puede desplazarse hacia otras personas que poseen rasgos similares al victimario. Se trata de un proceso inconsciente.
Crisis de ansiedad o depresión. Numerosos eventos como salir a la calle o vincularse con otras personas pueden provocar sensaciones asociadas con ataques de pánico, ansiedad o depresión.
Eterna duda sobre hacer lo correcto. La historia personal, en donde si se hacía algo malo o bueno se recibía cualquier tipo de abuso, se vuelve el peor enemigo de la confianza en uno mismo y la habilidad para tomar decisiones.
Un autoconcepto pobre. Debido al historial de abuso, el autoconcepto que se estructuró a lo largo de los años fue el de una persona que no merece amor ni cariño, o la idea de que el amor se recibe a través del abuso, exceso de control o negligencia. En muchas ocasiones, el autoconcepto aprendido es el de “no soy lo suficiente para que me amen, “el amor duele” o “me pega porque me ama”.
Es difícil aceptar regalos o halagos. Principalmente porque a nivel inconsciente no se cree que se merezcan o que, cuando se reciban, vendrán también con algún tipo de abuso.
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