Administrar las finanzas puede resultar un tema engorroso, pero es importante hacerlo para evitar malos ratos y momentos de estrés.
Casarse es empezar una nueva etapa de la vida. Se dice siempre, y es muy cierto. Una parte de esa nueva vida es planificar las finanzas de la nueva familia. Aunque para algunos puede resultar un tema engorroso, es importante hacerlo para evitar sorpresas, malos ratos y momentos de estrés. Incluso la estabilidad de la relación puede estar en juego. Según el portal ahorro.net, un estudio realizado en siete países, con más 7.000 familias, señaló que la tercera parte de ellas ha discutido por cuestiones financieras. Y el 10% terminó la relación por ese motivo.
El origen de esos problemas es la falta de comunicación. Es importante que ambos miembros de la pareja sea transparentes respecto a su situación financiera. Esto quiere decir que revelen sus ingresos y gastos, si tienen deudas y a cuánto ascienden. A partir de esa información, se debe tomar decisiones conjuntas, definir si alguno de los dos va a administrar los ingresos familiares y cómo se afrontarán los compromisos financieros que adquiere la familia y los que cada uno ha adquirido con anterioridad al matrimonio.
Otro consejo útil es nunca ocultar los gastos personales. Cada miembro de la pareja puede tener asignada una cantidad de dinero para atender sus propios gastos, pero también es aconsejable tener una cuenta conjunta para enfrentar obligaciones de la familia (como por ejemplo, las cuotas del crédito hipotecario, el dinero reservado para tomar vacaciones, o los gastos escolares). Asimismo, la revista colombiana Fucsia aconseja hacer una tabla de los gastos. Para ello se puede recurrir a una hoja de cálculo de Excel.
Generalmente, uno de los dos entiende mejor los temas financieros y maneja mejor el dinero. Pero eso no significa que esa persona deba tomar las decisiones; todas deben ser consensuadas para evitar malos entendidos. Finalmente, un consejo final es procurar mantener altos niveles de ahorro: así se podrá afrontar luego compromisos que demandan fuertes inversiones, como la compra de una casa más grande o poder cubrir los gastos que generarán los futuros hijos.
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