AFHS: Francesca Maldini está viva y al lado de Carlos Cabrera

Pepe y Tito llegan a la Estación Bogani donde los atiende Claudio que ahora es administrador de ese negocio. Los amigos son atendidos por dos anfitrionas pero cuando ven la cuenta no saben qué hacer. Claudio les pregunta si saben dónde está Joel, con esa condición no les cobrará la factura de reparación del microbús.

Manolo le cuenta a Luciana que su papá heredó toda la fortuna de Francesca Maldini. “Estamos celebrando que ahora mi papá es rico”, le dice. “Prométeme que el dinero no se te subirá a la cabeza”, le pide Luciana. “Te prometo que siempre conservaré mi esencia”, responde Manolo.

Claudio le informa a Cayetana que Joel está en Huamanga en un lugar llamado “La casa del abuelo”. “Debe ser un hostal de mala muerte”, comenta el mayordomo. “¿Cómo te va con la altura?”, le pregunta Cayetana. “Me va terrible, vomito todo”, responde Claudio.

Rubí regresa a la casa de los Maldini. Está ebria y le dice a Nicolás que no tenía que esperarla. Monserrat observa todo. “No tenías que esperarme, tengo llave de la casa”, le dice Rubí. Nicolás se da cuenta que debe irse y es lo que hace. “Y tú, ¿ya sabes dónde vas a vivir porque nos van a botar a todos?”, le dice a Monserrat. “Vamos a ver a quien botan primero”, masculla la doncella.

Joel no acepta la invitación de Inga para jugar con ella ya que está pensando constantemente en Fernanda. “¡¿Por qué tenía que llamar mi mamá?!”, dice apesadumbrado.

Luciana le cuenta a Viviana que salió con Manolo y que fueron a un sitio muy elegante. “La señora Maldini le dejó toda su fortuna a Peter. Pero yo no quiero que el dinero no lo cambie”, le dice y se va. “Gracias por escucharme”, se despide.

“¿No estás molesto conmigo amor?”, le dice Rubí a Nicolás que la está dejando en la casa en la que vivía antes con sus roomates. “Me gustaría decirte que te quedes a vivir conmigo pero este sitio es solo para chicas”, le dice. “¿Te veo después?”, pregunta Nicolás. “Voy a estar instalándome”, responde Rubí. “¿Y mañana?”, insiste Nicolás. “Hablamos”, responde y entra a la casa. “Nunca debí dejar a Manolo”, les dice a sus amigas apenas las ve.

Carlos Cabrera sale a abrir la puerta de la casa en la que vive. Llega Peter y Carlos lo hace pasar y lo lleva por un corredor en donde está nada menos que Francesca Maldini, vivita y coleando. Peter la abraza y ríe feliz. Su madam está viva. “Todo salió como usted lo dispuso señora Francesca”, le dice. “¿Y cómo quedó la lectura del testamento?”, le pregunta. “Casi me linchan”, responde Peter. “La están pasando mal. ¿Hasta cuándo va a seguir con esto?”, le pregunta. “No lo sé. Estaba harta de la situación. Y lo que pasó en Buenos Aires volvió a convertir a Carlos en el doctor Muerte”, le responde madam. Francesca le cuenta que ella sufrió un esguince y cuando volvió a Lima se enteró de la peor manera de que había una denuncia de asesinato. Pero la policía insistió en que ella tenía que certificar que efectivamente es Francesca Maldini pero ella ha dejado sus documentos en Migraciones. Finalmente Carlos y Francesca son liberados y cuando están camino a casa a Francesca se le ocurrió darle un “regalo” a su familia. Peter le dice que su familia pasa por un mal momento porque creen que él se va a quedar con la casa. “Peter tú eres ahora el dueño y señor de esa casa y a ellos quiero en la calle”, responde Francesca.

Raúl recibe a Manolo. “Quién lo diría pero Manolo podría ser la solución para la situación de la productora”, piensa mientras lo hace entrar. “Quiero felicitarte por tu magnífico trabajo. Pero ya no quiero que seas reportero sino más bien socio”, le propone. En eso llega Dino Botteri quien tenía una cita con Raúl pero este lo echa de mala manera. “¿Socio?”, pregunta Manolo. “Sí, firma aquí”, le responde. Y Manolo firma prácticamente sin leer lo que ha firmado. “Serás un verdadero líder de opinión”, le dice. Luciana y Dino ingresan a la oficina de Raúl pero éste dice que los atenderá más tarde y más bien llama a Luciana y la junta con Manolo y le dice que se la lleve a pasear y después la deje en su casa.

Peter le hace notar a Francesca que Fernanda no participó en la decisión de la familia de acusar a Carlos e impugnar el testamento. “Tienes razón pero me tienes que ayudar”, le pide.

“¿Tú crees que Peter nos deje en la calle?”, le pregunta Nicolás a su abuelo Bruno. “Ese mayordomo entrometido es capaz de todo. La riqueza de los pobres es la desgracia de los ricos”, responde. Llegan Isabella y Susú muy alteradas. “Venimos del centro comercial. ¡Todas las tarjetas están bloquedas! ¡Oh my!”, exclama Isabella. “No quiero echar más leña al fuego pero en la refrigeradora casi no queda alimentos”, le informa Monserrat. “¡Oh my!”, responde. “Además ya nos toca cobrar nuestro sueldo”, añade la monsefuana. “¡Oh my, qué insensible eres!”, responde Isabella.

Nicolás llega a la casa de los González. Desea ver a su hija Nelly Francesca. Charo no lo deja pasar pero al final lo hace entrar. Al hacerlo se encuentra a los González brindando y coreando “Maldinis en la ruina, justicia divina”. Grace le entrega su hija a Nicolás. “Lamento mucho lo que está pasando tu familia. Pero creo que Peter no los dejará en la calle. No quería hablar de esto pero Nelly Francesca necesita sus controles, vacunas, pañales, aunque la podríamos llevar a la posta pero la pincharían varias veces. Dame lo que tengas y ya veremos después”, le dice. Nicolás le dice que no tiene un centavo. “Ya veré qué es lo que puedo hacer”, le dice y se va.

“¿Qué vamos hacer? Nos vamos a morir de hambre”, dice Bruno. Llega Nicolás y le pide a Hiro que lo lleve a la playa. Susú le dice a Bruno que para salir de la situación en que están podrían trabajar. “A mi edad ya no puedo trabajar”, responde. “Ya sé, yo escribía cuentos y conozco mucha gente del negocio del entretenimiento”, dice y cuando intenta llamar por teléfono se da cuenta que no tiene saldo.

Peter lleva a Fernanda a una casa que ella no conoce. “¿Qué hacemos acá Peter?”, pregunta angustiada. “Ya lo entenderá”, responde y la lleva a un ambiente en el que están sentado su abuela Francesca y Carlos Cabrera. Fernanda se queda con la boca abierta.