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¿Literatura infantil o juvenil en el Perú? Victor Appleton: Tom Swift and his big tunnel (1916)

En 1910, un emprendedor norteamericano de nombre Edward Stratemeyer ideó al personaje de Tom Swift, que debe mucho al optimismo de aquella época en que los inventos se sucedían uno tras otro y la creatividad del hombre parecía ilimitada.

Tom Swift es un joven inventor, un genio capaz de idear máquinas que pueden resolver algunos de los muchos problemas de la humanidad…e incluso del Perú. Por eso, el empresario Job Titus, quien ha ganado la licitación para construir un ferrocarril en los andes peruanos, enterado de la fama del muchacho neoyorquino, lo va a visitar en busca de su apoyo. Pese a haber avanzado con el proyecto encargado por el gobierno sudamericano (¿de Pardo y Barreda?) se ha encontrado con un escollo insalvable. Ni siquiera la dinamita más poderosa es capaz de triturar una capa de mineral aparentemente indestructible, lo que le impide horadar las montañas y así unir la costa con la sierra peruana que es el gran objetivo final. Solo Tom Swift puede ser capaz de lograr tamaña hazaña. Y lo hará largamente.

Un héroe juvenil y los juegos del lenguaje

En 1910, un emprendedor norteamericano de nombre Edward Stratemeyer ideó al personaje de Tom Swift, que debe mucho al optimismo de aquella época en que los inventos se sucedían uno tras otro y la creatividad del hombre parecía ilimitada. Por eso Tom Swift es sobre todo un inventor,  un joven que vive creando diversos artilugios que en algunos casos parecen disparatados y en otros sí llegaron a convertirse en realidad con el paso de los años: telescopios de gran alcance o el “rifle eléctrico”, invento que dice la leyenda se llama taser justamente en honor al personaje novelesco: “Tom Swift electric rifle” (a las iniciales le prestaron una “a” para darle sonoridad al aparato que es usado por no pocas fuerzas policiales alrededor del mundo).

Desde aquellos tiempos, las aventuras de Swift se han sucedido por muchas décadas y en distintas temporadas, la mejor de las cuales fue la primera: 1910 a 1941. Como las historias contaron con numerosos guionistas, los creadores de la saga decidieron que el autor de las novelas juveniles se llamara para todos los efectos Victor Appleton. Con el correr de los años las historias se hicieron populares y no pocas generaciones de norteamericanos crecieron leyendo los relatos –siempre amenos y hasta didácticos- en los que el joven Swift podía desde salvar la humanidad hasta ayudar a contratistas en la exótica Sudamérica.

Pero más allá del entretenimiento puro y sano que regalaba, las aventuras de Swift se hicieron también reconocidas por su lenguaje sencillo, lleno de frases curiosas y juegos de palabras entre los que destacaban nítidamente un uso tan peculiar de adverbios que dio lugar a que en inglés se conozca como un tomswifty a esa figura que intentaremos explicar con un par de frases: “Luego de bañarse y frotarse cuidadosamente todo el cuerpo con una toalla blanca y grande, Tom quedó listo para vestirse; de pronto se escuchó el teléfono y el joven solo atinó a coger el auricular y responder secamente;” “acá en el polo norte hay que cubrirse hasta la nariz le explicó Koku a Eradicate, quien solo lo miró fríamente.” Un inventor con inventiva, habría que decir, creativamente.

| Fuente: Difusión

Pelones en el Perú

La aventura de Tom Swift en el Perú no se limitó a ayudar a uno de los empresarios ferrocarrileros (en realidad eran dos pues Job Titus era uno de los dos fraternales gerentes de Titus Brothers). Las coincidencias abundan en las novelas de aventuras de modo que al trabajador Job se sumará el buen vecino y amigo de Swift, Mr. Wakefield Damon quien por casualidad tenía también unas inversiones en peligro en el Perú -plantaciones de quinina para ser más exactos, que ahora que la hidroxicloroquina está de moda, tendría un sobre valor- en concesiones que el Gobierno estaba a punto de retirar. Y por si faltara poco, en el camino Swift y sus amigos se encuentran también con el profesor Swyington Bumper, otro conocido amigo, quien se embarcó también en el vapor Bellaconda rumbo al Perú. El objetivo de Bumper, sin embargo, era distinto: encontrar la ciudad perdida –de oro, claro- de Pelone, que estaba en medio de los Andes peruanos.

Más allá de las peripecias que encuentran Swift y compañía en el periplo y en el mismísimo Perú, son muchas las confusiones llenas de giros del lenguaje y curiosidades idiomáticas, en las que el gigante amerindio Koku y el sirviente negro Eradicate (nombrado así pues es capaz de erradicar cualquier suciedad en el hogar del master Tom) llevan las de ganar. Quizás lo más simpático de la novela son las muchas digresiones didácticas que mezclan aventuras con explicaciones del paisaje, la fauna y los datos sobre el Perú, que es reconocido como un “país interesante” con muchas riquezas naturales y en el que a los cóndores, pumas y llamas se suman unos osos de nariz blanca que los indios comen y que quien esto escribe lamentablemente no ha llegado a identificar. En cualquier caso, lo de Tom Swift es no solo acción sino también lección.

Y quizás las lecciones que quedan, más allá de no confiar en los competidores, los capataces y los burócratas peruanos (aparece uno que parece enemigo de la inversión capitalista, de curioso y cuasi premonitorio apellido Belasdo) son que: 1) no hay que perder la fe en la imaginación y la inventiva humana –encarnada en Tom Swift quien inventa los explosivos precisos para taladrar los Andes- que parece no tener límite; 2) las inversiones no tienen por qué contraponerse a las investigaciones históricas ni a la conservación de las riquezas arqueológicas. Al menos así sucede con los hermanos Titus y el profesor Bumper. Y es que una vez conseguido el objetivo de hacer un túnel a través de las montañas, Swift descubre que allí mismo donde los Andes parecían impenetrables, estaba la ciudad perdida de Pelone, cuya avenida principal coincidía con el trayecto ideal para el ferrocarril proyectado por el gobierno peruano y que los hermanos Titus debían construir.

Suponemos que en aquella época los estudios de impacto ambiental, los certificados de inexistencia de restos arqueológicos (CIRA) y las propias concesiones eran tan relajadas como quisiera algún expresidente candidato y nuestro ilustre empresariado, quienes habrían estado felices de verificar cómo el ferrocarril se construía pasando por en medio de la ciudad perdida de los antiguos peruanos, sin que ello obstruyera los estudios del profesor Bumper y los arqueólogos interesados en nuestro brillante pasado que, en la novela de Tom Swift, se conecta con un no menos brillante porvenir lleno de inversiones norteamericanas. Otras épocas, decididamente.

 

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Alejandro Neyra

Alejandro Neyra Escritor y diplomático

Ex ministro de Cultura y Director de la Biblioteca Nacional. Autor de la saga de novelas de espías "CIA Perú" y ganador del Premio Luces 2018 del diario El Comercio por su más reciente libro de cuentos “Biblioteca Peruana”.

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