Ante la evidente pandemia del COVID-19, fue necesaria de manera excepcional la suspensión de garantías constitucionales en el Perú y de esta forma el Estado decide lo que es mejor para nosotros desplegando un conjunto de medidas de fuerza. Mucha gente está incómoda, unos pocos la sabotean, pero nadie lo considera irracional ante la inminencia de un contagio masivo que derive en miles de muertos de toda clase y condición social. Perdimos algunas libertades temporalmente en aras del bien común.
Pero la desigualdad eleva la cabeza por encima de todos para enrostrarnos que hay millones de peruanas y peruanos para quienes las medidas no salvaguardan sus vidas, sino que atentan contra ellas. Las personas que incumplen la cuarentena por capricho nos molestan, pero hay quienes la incumplen por desesperación, no se justifica pero hay que comprenderlo, son los casos de familias que viven hacinadas, que no tienen servicios básicos o que sencillamente no tienen vivienda porque están en situación de calle.
La organización Terre des Hommes Alemania, preocupada por la pérdida de ingresos de las familias más vulneradas, nos recuerda que a estas alturas del mes los escolares estarían recibiendo sus desayunos y almuerzos en la escuela. Con la cuarentena, estas familias que estaban confiadas en esos alimentos ahora tendrán que hacer alcanzar la comida a como dé lugar y será la prioridad antes del jabón en gel. Otras familias, están repartiendo a sus hijos para que puedan ser alimentados por tíos y abuelos, en otros casos han preferido que se queden en provincia para que no les falte sustento. Esas son algunas realidades invisibles que precarizan la vida de las niñas y niños y que es necesario considerar en las políticas de emergencia que nuestro gobierno viene implementando y que no bastará que sean eficientes, sino que sean humanas y justas.
Me comentan mis amigos desde las comunidades andinas que la vida continúa, las familias siguen trabajando las chacras y cuidando de sus animales, y es probable que haya menos riesgo en las condiciones que viven las familias rurales. Esa es una buena noticia. La madre tierra es generosa y brinda el sustento, pero no olvidemos que la mayoría de las familias rurales no vive únicamente de la chacra y complementa su dieta con otros productos que necesita comprar. Sin ingreso no hay forma. Así que por lo pronto están abasteciéndose con los productos del campo, de prolongarse la cuarentena las familias saldrán a buscar ingresos y las posibilidades de riesgo de contagio se incrementarán.
Sigamos atentos a las indicaciones del gobierno, pero ayudemos a visibilizar lo que está pasando con la población más vulnerada, para que las fórmulas de distribución de recursos y servicios sean las más adecuadas y beneficien realmente a los sectores más necesitados, que no necesariamente están dentro del Sistema de Focalización de Hogares (SISFOH). Somos un país profundamente desigual, las personas salen y entran en la pobreza, y en esta crisis sanitaria la fantasía de la clase media se empieza a esfumar.
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