La muchacha está entre asustada y molesta por la actitud que ha tomado el joven que la salvó de un incendio en una ocasión anterior.
Grace está sola y encerrada con llave en su casa. De pronto, siente que alguien está forzando la puerta principal de la casa. Se asusta y no sabe qué hacer. “¡¿Quién es?!”, pregunta alarmada. Mientras tanto, desde fuera alguien fuerza la cerradura. “¡¿Quién es?! ¡Voy a llamar a la policía!”, insiste Grace.
La puerta se abre y quien aparece es Marco. “¡¿Pero qué significa esto?!”, exclama Grace. “Cómo te atreves a entrar así a mi casa, con qué derecho”, le reclama. “No puedes estar encerrada, puede haber otro incendio, un terremoto o sabe Dios qué”, le dice el joven. “Lo que has hecho es un delito”, insiste Grace. “¿O sea que fue un delito echar abajo la puerta de tu otra casa y rescatarte del incendio?”, retruca Marco. “Eso fue otra circunstancia pero no debiste entrar así a mi casa, al menos debiste hablar con mi mamá”, dice molesta Grace quien le dice que tendrá que contarle a su madre lo que ha pasado y que eso la molestará mucho. Marco insiste en que no debe dejarla encerrada. “Es por cuestiones de seguridad, hay gente mala que nos quiere hacer daño”, se justifica Grace. Marco concluye que al menos su madre debería dejarle una llave. “Está bien, cuando regrese hablaré con ella y le pediré que me deje una llave. Pero ahora vete”, le pide.
Marco tiene ganas de quedarse a acompañar a Grace pero ella insiste en que debe marcharse para no agravar la situación en la que la ha colocado con su actitud. “¿O sea que vine para hacerte reír y al final terminé molestándote?”, insiste. Al final Grace lo convence de irse. Marco se marcha y Grace se queda pensativa y hasta medio sonriente.
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