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La última palabra: el ritual macabro de los prisioneros de EEUU

Foto EFE
Foto EFE

Un día antes de morir pueden dormir, hacer llamadas telefónicas, hablar con religiosos, escribir cartas y ordenar una última comida a su gusto.


Momentos antes de ser ejecutados algunos prisioneros estadounidenses se envuelven en el silencio, otros elaboran un discurso con palabras finales elegantes y varios reclaman su inocencia desesperadamente o piden disculpas, o le hablan a sus familias.

Gracias a los rituales de la pena de muerte en Estados Unidos, como la última comida o las últimas palabras, los prisioneros han elaborado sin planearlo una extensa y quizá macabra historia oral.

"La mayoría dice algo a sus familias", explicó el reverendo Carroll Pickett, que ha sido testigo de 95 ejecuciones en Texas a lo largo de 13 años, "otros aseguran que son inocentes. Sé que algunos lo eran. Otros llegan con un largo discurso y al final no dicen nada".

"Muchas veces tienen miedo. Nadie sabe cómo actuará la medicación en su propio cuerpo. Ansiedad. ¿Dolerá? ¿Cuánto tiempo llevará?".

En Texas, el portavoz del departamento de Justicia, Jason Clark, es uno de los custodios de una colección de palabras finales.

"Tratamos aquí en la oficina de información pública de ser lo más transparentes posible", dijo.

"Intentamos dar la mayor cantidad de detalles sobre la ejecución, qué ocurrió, incluyendo las últimas palabras del condenado antes de morir".

Como norma se lleva un registro detallado de las últimas 24 horas del prisionero, desde que es transferido a una celda de espera.

En ese tiempo pueden dormir, hacer llamadas telefónicas, hablar con religiosos, escribir cartas y ordenar una última comida a su gusto, detalles cotidiandos que cobran otro valor.

Luego llega el momento de decidir si se quiere tomar unos sedantes, los ocho cortos pasos hasta la sala de ejecución y las palabras finales.

"Uno nunca sabe cuáles serán las últimas palabras y cómo afectarán a los testigos", dijo Clark.

Muchas veces los prisioneros parecen sorprendidos por la situación, como ocurrió con Patrick Knight, que murió por inyección letal en junio de 2007.

"Dije que iba a contar un chiste. La muerte me ha liberado.  Ese es el mejor chiste, merezco esto".

Cuando se le preguntó a James Clark por sus palabras finales en abril de 2007 dijo: "Uh, no sé, um, no sé qué decir. No lo sé. No sabía que iba a haber  gente aquí".

Pero otros como Johnny Johnson, que fue ejecutado en febrero de 2009, fueron más directos.

"Le pregunto a cada uno de ustedes si alzaron sus voces para que se ponga fin a la pena de muerte".

También Kenneth Morris, muerto en marzo de este año: "Quiero decir que pido disculpas por todo el dolor que les causé a ustedes y a su familia. Sólo tengo amor en mi corazón".

Otros, no tan formales, como Douglas Roberts, ejecutado en abril de 2005, recitó un poema que traducido dice: "Cuando muera, entiérrenme profundo, coloquen dos parlantes a mis pies, unos auriculares sobre mi cabeza y "rocanroleénme" cuando esté muerto. Los veré en el Paraíso alguna vez. Eso es  todo guardia". AFP

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