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Wadi Jaled, de pujante zona comercial a campamento de refugiados sirios

Pese a estas dificultades y el miedo a las minas colocadas por Siria en la frontera, Wadi Jaled se ha convertido en un improvisado campamento de acogida para los sirios.

La región fronteriza de Wadi Jaled, antes próspera por el contrabando de mercancías entre Siria y el Líbano, es hoy una zona depauperada que sufre el drama del conflicto sirio de primera mano al acoger a miles de refugiados.

Su proximidad a ciudades devastadas por las operaciones del Ejército sirio como Homs, han hecho de esta región salpicada por 23 aldeas uno de los principales puntos de referencia para los sirios que cruzan al Líbano huyendo de la violencia en su país.

La frontera entre ambos países está delimitada en esta zona de forma imprecisa por el río Al Kabir, algunos de cuyos puentes han sido atacados por la artillería del régimen de Damasco y presentan un aspecto de zona de guerra con alambradas de espino.

Pese a estas dificultades y el miedo a las minas colocadas por Siria en la frontera, que han acabado con la vida o amputado miembros de algunos de los refugiados, Wadi Jaled se ha convertido en un improvisado campamento de acogida para los sirios.

La mayoría de la población es de confesión suní, al igual que gran parte de los sirios que huyen de su país, algo que da seguridad a los refugiados, que temen el respaldo de las comunidades chíies del Líbano al régimen sirio de Bachar al Asad.

"No es lo mismo estar en nuestro país que tener que vivir en otro, pero en Wadi Jaled nos sentimos como en nuestra casa ya que nos tratan muy bien", aseguró a Efe la siria Um Shafic, madre de nueve hijos de entre dos y 18 años.

Esta mujer, que hace 20 días decidió abandonar su país por la intensidad de los bombardeos contra su barrio, el de Baba Amr de Homs, se aloja en una planta de un edificio en construcción cedido por la libanesa Fatma Ahmad Yehia.

Yehia explicó que intenta ayudar a esta familia con sus escasos recursos: "Me enternecí cuando vi tantos niños pequeños. Permanecerán aquí hasta que puedan volver a su país sanos y salvos", subrayó.

Este regreso se le antoja lejano a Um Shafic, que se siente incapaz de volver a vivir una experiencia tan traumática como la detención de su hijo mayor "solo por ser suní", en un país gobernado por la minoría alauí (una rama del chiísmo).

"Sabían que no estaba implicado en nada, pero lo hicieron por dinero. Nos pidieron 4.000 dólares para liberarlo y cuando pudimos juntar esa suma lo hicieron", se lamenta.

A las penosidades sufridas en Siria se suman las duras condiciones de la huida, en la que fueron ayudados por el rebelde Ejército Libre Sirio (ELS), que también trata de desactivar algunas de las minas colocadas en la frontera.

Zona de disputa

La imprecisa delimitación fronteriza ha sido causa de disputa entre el Líbano y Siria, ya que este último considera que le pertenecen algunas aldeas de la región, donde parte de la población no obtuvo la nacionalidad libanesa hasta 1994 porque eran nómadas.

Otro de los refugiados en Wadi Jaled es Gharid Mohamad Isa, quien llegó a la localidad de Arida hace varios meses acompañado de diez miembros de su familia.

Isa también huyó de los bombardeos contra Homs y asegura que pese a que es complicado vivir de la caridad, no volverá a su país mientras esté en el poder Bachar al Asad.

Entre los desplazados a Wadi Jaled predominan los árabes suníes pero también hay otras comunidades como la kurda, a la que pertenece un refugiado que se identifica con el nombre de Abdalá y que estuvo detenido dos meses.

El hombre explicó a Efe que huyó de las torturas sufridas en prisión, donde compartió una celda subterránea de tres metros con 80 personas.

"Nos llevan a la cárcel para pedirnos dinero o a nuestras mujeres e hijas para presionarnos. Muchos kurdos se han arruinado para salvar a sus familias", denuncia Abdalá, quien abandonó una docena de comercios de su propiedad en Siria.

Y mientras los refugiados dejan atrás sus negocios, en el antes floreciente mercado de Wadi Jaled, donde se vendían los productos entrados de modo ilegal desde Siria, apenas sobreviven ahora cinco puestos y la frontera solo es cruzada por algunas mujeres cargadas con artículos de primera necesidad.

EFE

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