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Dos británicas en guerra contra la "rosificación" de las niñas

Hasta por lo menos la Primera Guerra Mundial el rosa era el tono de los niños, mientras que el azul claro se consideraba más apropiado para las niñas.

Dos madres británicas han declarado la guerra a la "rosificación", la omnipresencia del rosa en el universo de las niñas, un fenómeno relativamente reciente que va más allá del color y que según ellas limita las aspiraciones de las pequeñas.

Emma y Abi Moore, dos hermanas gemelas de 38 años, lanzaron "PinkStinks" (El rosa apesta) en 2008 para "desafiar la cultura del rosa basada en la belleza por encima de la inteligencia" que desde hace unos 15 años invade todos los ámbitos de la vida de las niñas prácticamente desde la cuna.

"Queremos abrir los ojos de la gente sobre lo que está pasando en el márketing dirigido a los niños", explica Emma Moore, para quien la rosificación abarca desde la moda hasta la televisión o internet, pasando por los juguetes.

Y es que las empresas invierten 100.000 millones de libras (160.000 millones de dólares) anuales sólo en el Reino Unido en publicidad para conquistar el lucrativo mercado de los niños, consumidores presentes y futuros, según un estudio gubernamental publicado la semana pasada.

Basta con entrar en cualquier juguetería para darse cuenta de la monocromía que reina en las secciones para niñas.

El rosa no es sólo el color de las muñecas y los disfraces de princesa, sino también de bicicletas, teléfonos,
guitarras e incluso juegos hasta hace poco unisex.

"Esto no siempre ha sido así. En los años 70, cuando nosotras crecimos, el Lego era sólo Lego, y era rojo y amarillo", señala Emma.

"Ahora el Lego para niñas es rosa y gira todo en torno a caballos y hadas. No es natural".

También existen versiones rosas del juego cruzaletras Scrabble, con la palabra "FASHION" (MODA) formada en la tapa, y del Monopoly, donde las casas y hoteles han sido sustituidos por "boutiques" y centros comerciales.

"Hay como una señal cultural que dice: esto es para niñas, esto es lo que es ser una niña, y éste es el mensaje que consideramos realmente perjudicial", dice Emma Moore, que tiene dos hijas de tres y siete años.

Además de no ser natural, pues hasta por lo menos la Primera Guerra Mundial el rosa era el tono de los niños, mientras que el azul claro se consideraba más apropiado para las niñas, la "rosificación" va más allá del color.

Los juguetes para niñas reproducen mayoritariamente las actividades consideradas femeninas, como el cuidado de bebés, la limpieza y la belleza, inculcándoles cada vez más pronto la "obsesión por la imagen".

"Muchos de estos productos parecen bastante inofensivos pero si se suman los efectos de todo esto con lo que está pasando actualmente con la cultura de las celebridades, la fama, la riqueza y el dinero (...) está dañando las aspiraciones de las niñas sobre lo que pueden ser", señala la cofundadora.

La campaña, que cuenta con miles de seguidores en la red social Facebook, ha generado polémica en el Reino Unido, donde un diario calificó a las hermanas Moore de "feministas severas y sin sentido del humor".

Pero los mensajes más duros los han recibido en internet.

"El fascismo del color no es el camino a seguir", escribe el autor de la contrapágina "El rosa apesta apesta".

"Apoyo el derecho inalienable de que a cada niña (o niño) le guste, lleve y elija el rosa en ropa u otros objetos. ¿No os dáis cuenta de cuán retrasados y opresores sois", escribe otro en el blog de la campaña.

"Lo único que quiero es que mis hijas crezcan contentas con ellas mismas, pero también ambiciosas para ellas mismas", se defiende Emma, "no obsesionadas sobre cómo les queda lo que llevan puesto y con la idea de que la única manera de ser feliz es ser rica y estar casada con un futbolista". AFP


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