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Vivancos funde cuerpo y alma con flamenco en su espectáculo "Aeternum"

EFE
EFE

Fusionaron baile flamenco con ballet, artes marciales, claqué y magia para fundir cuerpo y alma, bien y mal, luz y sombra ante cientos de absortos espectadores.

Los hermanos españoles Los Vivancos derrocharon hoy arte, energía, fuerza y sensualidad en Quito durante "Aeternum", un espectáculo que fusionó baile flamenco con ballet, artes marciales, claqué y magia para fundir cuerpo y alma, bien y mal, luz y sombra ante cientos de absortos espectadores.

Los siete hermanos, subidos en estructuras metálicas a más de un metro de altura y cubiertos con túnicas blancas que llegaban hasta el suelo alargando las figuras, abrieron el espectáculo bañados en luces violetas, como las "siete almas".

A punta de claqué bailaron sin descanso con una energía desbordante para mostrar que el alma es más grande que el cuerpo, aunque luego, con serenos movimientos, representaron con la danza que el cuerpo escapa del alma y la busca.

Con pocas apariciones individuales, los siete hermanos, hijos de diferentes madres, llevaron también al escenario una oda a la belleza física, lentamente corrompida por la oscuridad, para luego escenificar la eterna contienda entre el bien y el mal.

Ante unos 1.500 espectadores en el Teatro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, con aforo para 2.000, los Vivancos pasearon su arte por un escenario sobrio, en el que compartían protagonismo con luces y sombras al son de una producción musical en la que colaboró Fernando Velázquez y la Orquesta Sinfónica de Budapest.

Igualmente, el vestuario de los Vivancos apareció sobrio en la mayor parte del espectáculo que duró unos noventa minutos, y respondiendo a escenas teatrales en otros momentos en los que incluso aparecieron con máscaras con cuernos sobre las tablas.

La fuerza del baile no disminuyó ni siquiera cuando intercalaron entre sus movimientos la interpretación propia de instrumentos como la flauta o el cajón, al que no sólo arrancaron toques musicales sino que lo usaron simultáneamente como base para acrobacias.

Con el flamenco como hilo conductor, interpretaron "Buscando la luz..." y "La paz, encontrada a veces en la soledad" en las que el violín tocado por uno de los hermanos y su baile simultáneo fueron protagonistas.

También usaron el baile para mostrar que el equilibrio del físico y el espíritu es una contienda y se pasearon por el escenarios compartiendo protagonismo sin excesos de individualismo con vibrantes movimientos que sólo bajaban de intensidad como para dar un respiro a los artistas que, sin embargo, no dejaban de bailar.

Los Vivancos ofrecieron un espectáculo "explosivo" con actuaciones arriesgadas como en la que aparecieron con los ojos vendados y bailaron los siete con tal precisión que parecía que las telas que les impedían ver eran sólo parte del vestuario.

Con esa osadía quisieron demostrar que "cuando el alma y el cuerpo se encuentran en comunión nada es imposible".

Bajaron luego del escenario y recorrieron los graderíos saludando al público que los vitoreaba y aplaudía absorto por su arte y al que le ofrecieron su pieza final "Aeternum", una rumba en la que cada movimiento clamaba que "la felicidad que nace dentro de uno, es para siempre".

Antes de abandonar el escenario, regalaron una última pieza para la que usaron la estructura metálica sobre la que aparecieron al inicio, solo que esta vez, cuatro de ellos se colgaron y practicaron el claqué cabeza abajo, mientras los tres restantes respondían el zapateo desde la parte superior.

Cumplían así con lo ofrecido, demostrar con "Aeternum" que "nada es imposible" algo que, según dijeron a Efe el lunes, les enseñaron de pequeños cuando les repetían que "el no poder no existe" una frase que fue la responsable de que hoy conjugasen en el escenario baile, acrobacia y música en un derroche de arte y adrenalina.

EFE

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