"Jala gallo", una tradición de los carnavales en Tarma

Cada mes de febrero, los padrinos de los carnavales de la provincia de Tarma (Junín) organizan las comparsas como antesala de lo que más tarde será el “Jala gallo”.

Una pandilla compuesta por más de cien chutos o huatrilas, personajes que aparecieron en la cuadrilla en los últimos tiempos y representan al mestizo, quienes son los encargados de amenizar, alegrar, y, en particular, de arrancar una sonrisa hasta al más serio de los participantes.

Uno de los pobladores más longevos de Carhuacatac, don Valerio Cabezas, conocido como “Proletario de los Andes”, cuenta que esta tradición se remonta a los años 40 cuando los vecinos animados por querer rendir su gratitud a la Cruz del Calvario, que se ubica dentro del cementerio del lugar, se animaron a resaltar los muchos milagros que hizo.

“Carhuacatac significa manta desteñida”, nos dice don Valerio Cabezas. Esto se debe a que las mujeres solían llevar una manta blanca denominada “Garhua Catac”, que por el uso se pone descolorida.

“El Jala gallo es una fiesta donde todos los participantes son huatrilas o chutos”, nos menciona.

La fiesta se inicia con el desfile de los huatrilas y el traslado de las jaulas de los gallos que serán atados en un arco inmenso por los encargados de la mesa de control conocido como gallero. Es este último quien retirará a cada gallo muerto una vez que su cuello es desgarrado y lo reemplazará por uno nuevo.

La fiesta congrega a la totalidad de la población. Siempre se cuenta con un anciano, usualmente elegido por su nivel de respetabilidad, para poner orden entre los chutos. Es el gobernador quien certifica la muerte del gallo.

Los participantes llevan un número en el pecho, y mientras la banda toca música de cortamonte, corren y jalan el cuello del gallo, hasta que el ganador logra desgarrarlo. Al hacerlo, este muestra orgulloso la cabeza del gallo en medio de los aplausos del público.

Si bien es una tradición violenta, los pobladores señalan que es parte de su cultura. La sangre que cae en tierra constituye un pago a los apus, que sabrán recompensar este sacrificio en el año venidero.

Por: Lizzet Paz

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