Durante un encuentro con sacerdotes del norte del Perú en Trujillo, Francisco destacó la importancia de la memoria, la alegría, la gratitud y la unidad en la Iglesia.
Durante su encuentro con religiosos en el Colegio Seminario San Carlos y Marcelo de Trujillo, el papa Francisco pidió este sábado a sus correligionarios peruanos no olvidar ni despreciar “la fe fiel y sencilla de vuestro pueblo”. También destacó la importancia dentro de la vocación religiosa de la memoria, la alegría y la gratitud con el pueblo, así como la misión de ser “artífices de la unidad” para la sociedad y dentro de la propia Iglesia.
Francisco mencionó que el Seminario San Carlos y Marcelo, fundado en 1625, fue uno de los primeros de América Latina y lo calificó como una “cuna” que gestó a varios misioneros. “No olvido que esta tierra vio morir, misionando, a santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano”. Esto lo llevó a recordar que la vocación religiosa tiene una doble dimensión: “raíces en la tierra y corazón en el cielo. Cuando falta alguna de estas, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita”.
El Papa destacó luego que “nuestra vocación es memoriosa” porque “sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesias comienzan con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado”. Para esto, comenzó a explicar, a través de tres ejemplos bíblicos, “las virtudes de ser memoriosos”.
Memoria para evitar el mesianismo
El primer ejemplo fue el de Juan el Bautista, quien “tenía claro que no era el Mesías, sino simplemente quien lo anunciaba. Era el hombre memorioso de la promesa y de su propia historia”. “Nosotros no estamos llamado a suplantar al Señor, ni con nuestras obras, ni con nuestras misiones, ni con el sinfín de actividades. Simplemente se nos pide trabajar con el Señor, codo a codo, pero sin olvidarnos nunca de que no ocupamos su lugar”.
El Sumo Pontífice señaló que a los religiosos les “hace bien saber que no somos el Mesías. Nos libras de creernos demasiado importantes y ocupados (...) Ser memoriosos nos libra de la tentación ser memoriosos nos libra de la tentación de los mesianismos”.
Un método de combatir esta tentación, dijo, es la risa. “Aprender a reírse de uno mismo nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados, pero también aciertos y con la alegría de saber que Él está de nuestro lado (...) Hermanos, rían en comunidad y no de la comunidad o de los otros. Cuidemos de esa gente tan importante que, en la vida, se ha olvidado de sonreír”, pidió.
La piedad popular
El segundo personaje citado fue Juan el Evangelista, cuyo encuentro con Jesús, recordó, le cambió la vida. “Hace bien recordar esa hora, ese día clave para cada uno de nosotros en el que nos dimos cuenta de que el Señor esperaba algo más, la memoria de esa hora en la que fuimos tocados por su mirada”. Si ese recuerdo se pierde, advirtió, se olvidan los orígenes, las raíces y se deja de lado “lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor”. “Nos hace bien recordar que nuestras vocaciones son una llamada de amor para amar, para servir”, agregó.
El Papa luego comentó que muchos religiosos fueron formados por la fe de la familia y estuvieron apoyados “en las manifestaciones de piedad popular que en el Perú han adquirido las más exquisitas formas y arraigo en el pueblo fiel y sencillo”. “Vuestro pueblo ha demostrado un enorme cariño a Jesucristo, la Virgen María y a sus santos y beatos en tantas devociones que no me animo a nombrar por miedo a dejar alguna de lado”.
Como reflexión, pidió a los sacerdotes “no olvidar y muchos menos despreciar la fe fiel y sencilla de vuestro pueblo. Sepan acoger y estimular el encuentro con el Señor. No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo (...) no pierdan la memoria y el respeto por quien les enseñó a rezar”. Esto lo llevó a señalar que el religioso debe ser una persona “memoriosa, alegre y agradecida”.
Transmitir alegría y unidad
La tercera figura bíblica fue la de Andrés, quien tras conocer a Jesús le dijo su hermano Simón Pedro que había “encontrado al Mesías”. “La fe en Jesús se contagia, no puede confinarse ni encerrarse (...) la alegría es una constante en el corazón de los apóstoles”. A partir de este ejemplo, pidió a los religiosos presentes que también transmitan alegría. “En este mundo fragmentado que nos toca vivir, que nos empuja a aislarnos, somos desafiados a ser artífice y profetas de la comunidad, porque nadie se salva solo”.
Francisco enfatizó luego que las diferencias en la sociedad no siempre son externas, no son un “problema del mundo”. “Las vivimos también dentro de nuestras comunidades. ¡Cuánto mal nos hacen! Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas”.
Para el Papa, ser artífice de la unidad no significa hacer que todos piensen igual, sino “valorar los aportes, las diferencias, el regalo de los carismas dentro de la Iglesia sabiendo que cada uno, desde su cualidad, aporta lo propio pero necesita de los demás. Solo el Señor tiene la plenitud de los dones, solo Él es el Mesías”. También pidió a aquellos religiosos que ocupan “misiones en el servicio de la autoridad” que “no se vuelvan autorreferenciales, traten de cuidar a sus hermanos, procuren que estén bien, por que el bien se contagia”.
El papa finalizó su mensaje a los jóvenes seminaristas con un refrán que el Nuncio Apostólico, Nicola Girasoli, aprendió cuando estuvo en África: "Los jóvenes caminan rápido, pero son los viejos los que conocen el camino".
Comparte esta noticia