Derrumbaron su casa para construir la Villa Olímpica pero no se rindió y tras una lucha titánica logró imponer su deseo de quedarse a vivir en su comunidad.
En el Parque Olímpico de Rio los atletas más fuertes y veloces del mundo medirán fuerzas el mes próximo. Pero ya hay una ganadora: una pequeña mujer que vive hace 23 años en el acceso al inmenso Parque Olímpico y que tras una lucha titánica con la alcaldía que quería desalojarla consiguió permanecer en su barrio, la favela Vila Autódromo.
Símbolo de resistencia. "Estoy satisfecha, porque lo que más quería era quedarme en esta comunidad. Tuvimos una victoria, pero nuestra victoria fue pequeña. De 600 familias que vivían aquí, quedaron 20", cuenta bajo un sol abrasador, en medio del polvo y el barullo de las máquinas que construyen su nuevo hogar. La limpiadora de 51 años se convirtió en símbolo de resistencia a las obras olímpicas al combatir la demolición de su comunidad pacífica y bucólica en Barra da Tijuca, en la zona oeste de Rio.
El inicio de la pesadilla. Con el argumento de que la favela estaba ubicada sobre la laguna de Jacarepaguá y la contaminaba, y también por la proximidad con el Parque Olímpico, la alcaldía de Rio inició el desalojo en 2013, derribando casas, mudando a cientos de familias a apartamentos sociales y pagando a veces millonarias indemnizaciones a varios habitantes. Pero Maria da Penha Macena no quería partir, incluso después de que un guardia municipal le rompió la nariz de un bastonazo al intentar desalojar casas de vecinos.
"El derecho no se vende". Con su feroz resistencia se convirtió en la pesadilla del alcalde Eduardo Paes, y en una de las entrevistadas preferidas de la prensa internacional. El gobierno municipal le ofreció hasta dos millones de reales (614.000 dólares) para que abandonase Vila Autódromo, pero no aceptó. "Creo que el derecho no se vende. Felicidad, derecho y respeto: eso no tiene precio", afirmó, sin criticar a los que cedieron. "Cada familia tiene su necesidad", admite.
"No me van de derribar". Un tractor de la alcaldía transformó su casa en escombros el 8 de marzo de 2016, una fecha que quedará grabada para siempre en su memoria. "Fue como si estuviesen acabando poco a poco con la historia de mi vida", dijo. "Mi casa estaba allí, donde está aquel camión", señala apuntando para el estacionamiento del centro de prensa del inmenso Parque Olímpico que recibirá a miles de atletas desde el 5 de agosto. Sin techo, Penha no abandonó la comunidad. Recuperó sus muebles, los llevó a la parroquia y comenzó a vivir con su familia en casa de vecinos. "Pueden derribar mi casa, pero a mí no me van a derribar", avisó entonces a periodistas.
Un nuevo hogar. Un plan de urbanización de Vila Autódromo aprobado por los habitantes y realizado con auxilio de dos universidades (UFRJ y UFF) no fue aceptado por la alcaldía. Pero finalmente, en abril, el alcalde anunció un plan de reurbanización acordado con la defensoría pública, que incluye la construcción de una nueva vivienda para unas 20 familias, incluida Penha, con calles y saneamiento. Su nueva casa tendrá 56m2 y dos cuartos, baño, cocina y un jardín. La alcaldía prometió asimismo construir dos escuelas y un área de recreación. La asociación de habitantes que fue derribada será reconstruida, y la parroquia será mantenida.
La palabra "olimpiada". Doña Penha acompaña las obras atentamente, camina en medio de los materiales, verifica detalles y exige cambios a los obreros. Sin embargo, no se distrae de un hecho que la ha dejado marcada y pronto recuerda a la gente de su barrio. "¿Dónde queda el legado del pueblo?", pregunta Penha. "Olimpíada quiere decir unión entre los pueblos, ¿y dónde hay unión? Destruyeron mi comunidad", dice. Transformada, Vila Autódromo resistió a los Juegos. Pero para los pocos habitantes que quedaron, la victoria tiene gusto amargo. (AFP)
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