El hijo de Charo se mete al confesionario y se entera de la boca de su propio padre todas las mentiras en las que está metido.
El padre Manuel busca a Joel para que se encargue de llevar unas cajas a los Traperos de Emaús. Le deja un par que el joven coloca en su Taxi Churro y va en busca de otras más.
Mientras tanto, Joel se queda en la iglesia y entonces encuentra el confesionario. Abre la cortina y ve que hay un cómodo sillón. Decide sentarse y hacer una siesta.
Joel está medio dormido cuando escucha una voz. “¡Padre, perdóneme porque he pecado!”, escucha. “No sé qué hacer, la conciencia me está matando. Ya no puedo más con esta mentira. Mi mujer no está enferma y yo tampoco. He aceptado el dinero de mi familia y eso me hace sentir peor. Ayúdeme por favor, qué hago”, exclama la voz.
Llega el padre Manuel y encuentra a Lucho arrodillado en el confesionario. “¿Pero qué haces ahí?”, le pregunta. “Me estoy confesando”, responde Lucho y entonces se da cuenta que le ha contado sus cosas a alguien que no es otro que Joel.
El padre Manuel se ausenta y deja solos a padre e hijo. “¡¿Cómo pudiste?! ¡Nos has mentido a todos!”, le reclama Joel. Lucho trata de justificarse mencionando la felicidad de Shirley. “Tu hermana está realmente enamorada de Patrick, no puedo arruinar su felicidad, tienes que callar”, le pide Lucho. “¡No voy a ser tu cómplice! ¡Le voy a contar la verdad a todos!”, amenaza Joel pero Lucho lo convence de que calle hasta que Shirley se case. Joel acepta pero su conciencia lo atormenta.
Comparte esta noticia