En la cancha, los jugadores pueden perder los papeles ante una provocación o bajar su rendimiento por el temor de defraudar a la hinchada.
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Fútbol
La gran mayoría de peruanos vimos en vivo y en directo a Paolo Guerrero golpeando el gramado del Estadio Nacional, luego de fallar el gol de cabeza que le pudo haber colocado al arquero de la selección de colombiana. Esa fue la forma que él tuvo para descargar toda la frustración que lo invadió en ese momento.
"Las personas aprenden a desarrollar mejores mecanismos para calmarse", explica el médico psiquiatra Humberto Castillo. En el caso de un jugador de fútbol o de un deportista de alto rendimiento en general, el asesoramiento emocional es clave, además del entrenamiento físico.
Según el especialista, la experiencia y la historia de vida son factores que influyen en que una persona guarde más angustia y ansiedad, o aprenda a reconocer y dominar esas emociones para que no le juegue en contra.
Y es que, con todo lo preparados y advertidos que están los jugadores, en la cancha pueden perder los papeles ante una provocación o bajar su rendimiento por el temor de defraudar a la hinchada.
La fe que deposita la afición en sus once seleccionados, puede ser un arma de doble filo. Lo dijo el argentino Ricardo Gareca, director técnico de la blanquirroja, el tema emocional pudo interferir en que Guerrero y compañía no lograran ganarle a Colombia.
También ocurrió que después del gol de James Rodríguez y con el marcador en contra, enmudecieron los vítores y los cánticos de aliento a Perú. Esto sí afecta, ¿por qué?
"Toda acción humana es social, es decir, supone un público real o ficticio para cada una de nuestras conductas. Todo lo que hacemos, implícita o explícitamente se lo dedicamos a alguien. Aún cuando se hacen cosas aparentemente para sí mismo, siempre hay un espectador latente al que le estamos dedicando algo, y hay una retroalimentación de este público", señala Castillo.
Hay personas más sensibles y otros que manejan bien el rechazo, los gestos de indiferencia, los silencios, las pifias y las críticas. Sin embargo, "el entrenamiento emocional nos protege de heridas infantiles y vacíos que nos hacen más hipersensibles".
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