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El 24 de febrero de 2022 al amanecer, el presidente ruso Vladímir Putin lanza una "operación militar especial" para "desmilitarizar" y "desnazificar" Ucrania.Su propósito, dijo, era defender las "repúblicas" separatistas de Lugansk y Donetsk en el Donbás, de las que previamente reconoció la independencia.
En pocos días, las tropas rusas capturaron el puerto clave de Berdiansk y la capital regional de Jersón, muy cerca del mar Negro, así como varias ciudades alrededor de Kiev, en el centro-norte del país.Pero su intento de tomar la capital tropieza con la resistencia de las fuerzas ucranianas, galvanizadas por su presidente ucraniano Volodimir Zelenski que asume por completo el cargo de comandante en jefe.
El 21 de abril, el Kremlin anuncia la conquista de Mariúpol, puerto estratégico del mar de Azov, que sus fuerzas asediaban y bombardeaban desde principios de marzo, dejándolo sin las infraestructuras vitales, agua, electricidad y calefacción.El objetivo de la toma de esta ciudad es permitir a Rusia asegurar la unión entre sus fuerzas procedentes de Crimea -península ucraniana anexada por Moscú en 2014- y las zonas secesionistas de Donbás.
A principios de septiembre, el ejército ucraniano anunció una contraofensiva en el sur, antes de realizar un avance sorpresa y relámpago de las líneas rusas en el noreste, obligando al ejército ruso a abandonar la región de Járkov, escenario de violentos combates.
A partir de octubre, Rusia ataca sistemáticamente las centrales y transformadores eléctricos ucranianos, con sus misiles y drones, sumergiendo a la población en el frío y la oscuridad.En enero, el ejército ruso, reforzado por unos 300.000 reservistas movilizados desde septiembre y apoyado por los paramilitares del grupo Wagner, vuelve a la ofensiva, en particular en Donbás.