Día de todos los santos ¿Estamos llamados a la santidad?
El encuentro de Zaqueo y Jesús ¿Qué significado tiene?
El Evangelio nos relata el encuentro entre Jesús y Zaqueo. Es una escena conmovedora que nos enseña el corazón misericordioso del Señor. En este pasaje, podemos fijarnos cómo Zaqueo tenía humanamente hablando dos inconvenientes: era publicano y además de baja estatura. Por ello, cuando escucha que va a pasar Jesús, se sube a una higuera para verlo. Zaqueo hace el esfuerzo de ver a Jesús. La pregunta que nosotros debemos hacernos es ¿qué esfuerzos hago yo para encontrarme con Jesús? No debemos perder de vista que seguir a Cristo implica siempre un esfuerzo. Orar implica un esfuerzo, vivir bien la Misa implica un esfuerzo; reconocer nuestros pecados implica un esfuerzo; ayudar al pobre en quien hay una presencia de Cristo, exige un esfuerzo
La humildad ¿en que momento lo confundimos con el complejo de superioridad?
Esta semana el Señor nos habla de la humildad. Y, Jesús con claridad nos relata una parábola donde aparecen el fariseo y el publicano. Fijémonos en las dos actitudes diferentes que aparecen en esta parábola. El fariseo es soberbio, está erguido, se coloca de igual a igual con Dios, saca en cara sus buenas obras y descalifica al publicano. En cambio, el publicano, tiene los ojos en el suelo, pues es consciente que es un hombre pecador. ¡Qué importante es la humildad! Es la virtud que nos hace vivir en nuestra verdad, para ello, lo primero es reconocer que ante Dios somos pecadores, por eso, el publicano nos enseña a reconocer nuestra verdad, y sus palabras son una verdadera oración: “Oh Dios, ten compasión de mí que soy un pecador”.
La importancia de la oración
Jesús nos habla de la necesidad de perseverar en la oración. Para ello nos cuenta la parábola del juez malo y de la viuda. Esta mujer viuda es insistente, no se cansa de pedir justicia, es terca en su pedido, y al final el juez aunque era malo la atiende. Con esta parábola, el Señor está enfatizando que no podemos dejar de orar. La oración debe ser perseverante. Tomemos conciencia de la importancia de la oración y de esa manera no dejaremos de orar. Todos los días hay que orientarnos a Dios mediante la oración. Quien deja de orar debilita su relación con el Señor y, al contrario, la oración perseverante fortalece nuestra amistad con Dios.
La virtud de la gratitud
Hoy 13 de octubre, el Señor nos llama la atención sobre la virtud de la gratitud. Hemos escuchado cómo Jesús sanó a diez leprosos, y solo uno de ellos regresa para dar gracias, además era samaritano. Ante esto, Jesús indica ¿y los otros dónde están? Hoy Jesús también al ver que solo el 10% de católicos va a Misa, dice y el 90% dónde están. ¡Cuánto le agrada al Señor que seamos agradecidos! Para ello, debemos reconocer todos los beneficios que nos da Dios, porque Él en verdad no se deja ganar en generosidad. Saquemos el firme propósito de decir todos los días y muchas veces a lo largo del día esa palabra de siete letras: “gracias”.
El valor la fe
Esta semana Jesús nos habla de la fe. El Señor nos dice que si tenemos fe como un granito de mostaza diríamos a un árbol que se arranque de raíz, y el árbol nos obedecería. ¿Qué nos quiere decir Jesús con estas palabras? Lo que el Señor nos está enseñando es que con la fe somos poderosos. Gracias a la fe nos apoyamos en Dios, y de esa manera, arrancamos de raíz todas las dificultades que van apareciendo en nuestra vida. ¡Qué importante es la fe! Es la base de la vida cristiana. Nosotros hemos recibido la fe el día de nuestro bautismo como una semilla, esa semilla debe crecer, es el mismo Dios quien la hace crecer en nosotros, pero debemos colaborar.
El cielo y el infierno ¿A cuál llegaremos?
¿Podemos reconciliarnos con Dios para llegar al Paraíso? El Señor nos habla de las verdades eternas, hay salvación y condenación. Jesús nos relata la parábola del pobre Lázaro y el rico. No sabemos por qué Lázaro se fue al cielo, no vayamos a pensar que se fue al cielo por ser mendigo, la mendicidad no es una virtud, menos cuando es efecto de los vicios. Lo que sí sabemos es que el rico se fue al infierno porque en él no había caridad. Es lo que se llama vivir en pecado mortal. El rico se condenó porque su corazón era como una piedra, y como en él no había caridad, era incapaz de ayudar al pobre Lázaro. Para ir el infierno hay que morir en pecado mortal, esto significa morir cerrando el corazón al Amor infinito de Dios.
La astucia y la audacia ¿Cuál debemos practicar ?
El Evangelio nos presenta una parábola de Jesús que es la del administrador astuto. Se trata de un hombre que no es recto en su obrar y que al ser descubierto por su jefe, comienza a hacer arreglos deshonestos con los acreedores de su jefe para poder asegurar así su futuro. Jesús, al contarnos esta parábola, señala que los hijos de este mundo son “astutos”. No olvidemos que el primer astuto es el diablo. Y, la pregunta que nosotros deberíamos hacernos es: Así como los astutos logran sus objetivos con medios deshonestos ¿Nosotros que somos los hijos de la luz, estamos buscando el bien, y ponemos todos los medios para hacerlo?
La parábola del hijo pródigo
El Evangelio nos presenta la joya de las parábolas que es la del hijo pródigo. Cómo no conmovernos ante las acciones del protagonista de la parábola y que es el padre misericordioso. El padre espera a su hijo, el padre corre cuando ve venir a su hijo, el padre lo abraza, lo llena de besos, el padre hace fiesta. Nosotros creemos en un Dios que es Padre, un Padre misericordioso que nos busca, que nos acoge, que nos perdona, que no cansa de abrazarnos. Un Padre que para que nadie se pierda a enviado a su Hijo Jesucristo. Saquemos de nuestra vida la idea de un Dios castigador, ese no es el Dios que nos ha enseñado Jesucristo.
El misterio de la cruz
Jesús nos dice “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Qué importante es darnos cuenta del valor de la Cruz. En primer lugar, porque en la Cruz, Cristo realizó nuestra salvación. En efecto, el Señor al ir a la Cruz, por amor al Padre y a cada uno de nosotros, ofreció su vida para reparar por nuestros pecados. La Cruz es fuente de salvación. Nosotros no somos más que el Maestro, por ello, así como Cristo llevó su Cruz, de la misma manera, estamos llamados a llevar las cruces que trae la vida. Pero, no olvidemos que esas cruces las debemos llevar con Cristo, no solos, sino siempre unidos a Él, de lo contrario nos aplastan y nos quitan la paz.
El valor de la humildad
El Señor en el Evangelio nos habla de la humildad. Con claridad, Jesús nos indica que no debemos estar buscando los primeros puestos, es decir que no hay que tener esa obsesión por estar mejor que los demás; al contrario, el verdadero discípulo de Jesús tiene que buscar lo mejor para los demás. Esto exige la virtud de la humildad. Jesús nos dice hoy, “quien se humilla será ensalzado, quien se ensalza será humillado”. Estas palabras del Señor nos deben llevar a examinarnos sobre la virtud de la humildad. No debemos olvidar que el peor pecado es la soberbia. La humildad nos acerca a Dios, la soberbia nos aleja de Dios.