Juliana Velandia y Carolina Cano jamás imaginaron ser parte de la tragedia del pasado fin de semana, en donde más de 150 personas fallecieron a causa de la avalancha humana que se originó en el barrio de Itaewon, Seúl.
Las mexicanas llegaron a la ciudad surcoreana con el fin de estudiar un semestre de un programa de intercambio universitario, razón por la cual no dudaron en asistir al mencionado lugar para divertirse a puertas de la celebración de la popular fiesta de Halloween.
Pero ese festejo se convirtió en desgracia, pues debido a la ausencia del personal policial las vías de salidas alternas no solo colapsaron, sino, peor aún, generaron que las personas queden atrapadas entre otras sin poder moverse quedando así que ellas tengan tanto heridas físicas como emocionales.
“Llegó un punto en el que ya no podíamos mover ni una sola parte de nuestro cuerpo, ya éramos una masa de cuerpos. O sea, había gente abajo de mí, encima de mí, por todos lados.
Ambas tuvimos la suerte de que nuestra cabeza estaba en la superficie y podíamos alcanzar a respirar, porque la gente que estaba abajo de nosotras, pues no había manera…Nuestro pecho, nuestra espalda, nuestro tórax… estaban totalmente aplastados. Ya no podía expandir mis pulmones para respirar. Mis pies ya no tocaban el suelo porque había cuerpos abajo de mí, otros me empezaban a aplastar cada vez más mis piernas, hasta que dejé de sentirlas”, afirmó Velandia.
Una de las jóvenes aseveró que la tensión del momento fue tan fuerte que solo pensaron en despedirse de sus seres queridos, pero, en ese instante, lograron recibir la ayuda que tanto necesitaban.
"Bueno, pues aquí se acabó todo". Básicamente yo cerré mis ojos, me despedí de mi familia muy fuerte, y dije: "Bueno, si me voy, me quiero ir en paz… Entonces simplemente cerré mis ojos y una vez que los abro, vi que están llegando personas a rescatarnos… Y dije: "guau, entonces sí vamos a vivir, todavía no nos toca irnos", recalcó Cano.
Y es que, las estudiantes nunca pensaron que un muchacho coreano seria quien las apoyaría en ese duro momento.
“Le debo mi vida a ese muchacho, ese extraño que nunca podré saber su nombre, pero estoy agradecida infinitamente. Para siempre”, comentó Velandia.
“Yo cuando salí no podía moverme, creo que del shock que todavía sentía. Y en eso se me acerca una muchacha con su grupo de amigas, me toma de la mano y me dice: ¿cómo te llamas? ¿Tienes cómo comunicarte? No te voy a dejar sola, no te voy a dejar sola", recalcó Cano.
Cabe recalcar, que ante esta problemática, la Embajada Mexicana se comunicó con ellas con el fin de ofrecerles tanto apoyo económico como psicológico.