VÍNCULOS EMOCIONALES AFECTADOS

La crisis causada por la COVID-19 ha hecho que los vínculos afectivos entre padres, madres e hijos se vean afectados y esto también impacta a los niños pequeños. ¿Cómo lidiar con esta situación?

Lidia Mamani dio a luz a su segunda hija en mayo del 2019. Desde que estaba en la barriga aprovechaba para cantarle y hablarle, con la finalidad de que Astrid Micaela vaya conociendo la voz de su mamá. “Eso también hacía que vaya desarrollando su cerebrito”, cuenta Lidia, que vive con su familia en el distrito de Antauta, ubicado a 3 horas de Puno.

Cuando la pequeña nació no dudó en llevarla de viaje a Arequipa junto a su hermano mayor y su esposo, en búsqueda de un clima más caluroso. “Mi esposo trabaja en la mina y cuando tenía días libres aprovechábamos para irnos de viaje a visitar a la familia y distraernos un poco. A mi hija menor desde pequeñita siempre le ha encantado viajar”, relata. Sin embargo, cuando comenzó el Estado de Emergencia por la pandemia de la COVID-19, esa tradición familiar se puso en pausa.

“La pandemia ha cambiado todo en mi familia, mi esposo dejó de ir a la mina y mi hijo ya no iba al jardín (nido). La menor, que cumplió un año en mayo de este año -en plena cuarentena-, comenzó a pedir siempre que la saquen a la calle y tratábamos de distraerla con juguetes. Iba caminando hacia la puerta de su cuarto y me decía ‘llévame’”, recuerda Lidia.

La familia de Lidia, como muchísimas en el país, ha atravesado por diversos episodios de estrés como producto del confinamiento y la crisis económica. Una de las estrategias para no aburrirse en casa y no transmitirles ese estrés a los niños fue el juego. “Intentábamos jugar para no aburrirnos, algunos días jugábamos a armar los bloques de mi hijo mayor, otro día era jugar monopolio o cartas. Dentro de todo en familia siempre nos hemos dado apoyo y hemos aprovechado que hemos estado todos en casa para darles mucho amor y cariño a nuestros hijos”, afirma.

Lidia, sin tenerlo muy claro, desde que estuvo embarazada comenzó a generar un vínculo emocional con su hija al hablarle desde pequeña y lo fue fortaleciendo a medida que ella fue creciendo. Este vínculo se conoce apego y hay muchas formas de promoverlo, siendo el “apego seguro” el que permite un mejor crecimiento y desarrollo intelectual y emocional de los niños y niñas.

¿Qué significa este término y por qué es tan importante? Magaly Noblega, psicólogoa y coordinadora del Grupo de Investigación de Relaciones Vinculares y Desarrollo Socioemocional de la PUCP, lo explica de la siguiente manera: “El apego es la relación especial que existe entre el niño/a y sus cuidadores. Se crea en la interacción y trato diario entre ambos, ya que está habiendo un conocimiento mutuo que determina que esta relación sea especial. Eso es apego”, sostiene. “Siempre va a haber apego, pero no siempre habrá un apego seguro”, aclara.

Así, tenemos que el apego seguro es el que permite que el niño pueda continuar con su proceso de desarrollo y autonomía porque tiene la seguridad de que su cuidador va a estar allí cuando lo necesite. “Durante los primeros meses y durante los primeros años de la infancia, existe un gran componente de la conducta del cuidador que permitirá que se forme el apego seguro con el niño”, afirma la especialista.

“Lo importante es que el apego se forme de forma segura, porque la idea es que el cuidador sea capaz de interactuar con el niño con una respuesta sensible, a tiempo, con disponibilidad para responder a las necesidades del niño y darse cuenta de lo que está sintiendo”, sostiene por su parte Inés Roncagliolo, psicóloga y coordinadora pedagógica de Dinámica.

Así también lo ha definido la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES 2019) del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), que mide los indicadores de apego seguro en la población. “El apego seguro es el vínculo de confianza y afecto entre la niña o el niño y su madre, padre o un adulto significativo, que se establece a partir del reconocimiento por ellos de las señales de la niña o niño, y lo atiende de manera adecuada y oportuna”, señala. Según las cifras de la ENDES, durante el 2019, el 46% de niñas y niños menores de 36 meses lograron una adecuada interacción con su madre, como precursora del apego seguro.

Cuando el adulto es capaz de responder con sensibilidad a las necesidades del niño, el bebé empieza a formar una relación de seguridad. Y lo importante es que después, esa relación de seguridad se traslada a otras relaciones interpersonales que se tiene en la vida, agrega Roncagliolo. En el 2019, más del 90,0% de madres de niñas y niños entre 9 y 12 meses de edad respondieron de manera inmediata y adecuada al llanto de su hija/o. Esta cifra fue mayor en el área rural (96,5%) respecto al área urbana (90,5%), detalla la ENDES.

Así, una adecuada crianza incluye el óptimo desarrollo del cerebro y es necesaria para que los niños alcancen su potencial de salud, crecimiento y desarrollo durante la infancia temprana, indica un análisis del proyecto Volar (Grupo Breca), enfocado en ofrecer estrategias de crianza para la primera infancia. En esa línea, destacan los 5 aspectos vitales de la crianza comprendidos en un modelo de “Nurturin Care”, publicados en el resumen ejecutivo del Early Childhood Development Series de The Lancet: salud, nutrición, seguridad y protección, apego y aprendizaje temprano.

Como verán, el apego es uno de los aspectos vitales de la crianza; sin embargo, así como Lidia no conocía el significado de este término, sucede lo mismo con muchos peruanos. Un estudio de campo realizado por el Instituto Frameworks junto a Volar en 2018 encontró que si bien el conocimiento científico afirma que el apego puede y debe ser trabajado con intencionalidad para apoyar el desarrollo cognitivo, la población peruana percibe que “el apego ocurre de manera natural y de forma automática y no ven los efectos negativos de que no ocurra”.

A esto se le agrega que el 40% de los peruanos creía en el 2018 que los niños y niñas aprenden recién desde los tres años, según una encuesta realizada por IPSOS para RPP. Sin embargo, hay evidencia científica que muestra que descuidar el desarrollo en los primeros años de vida de un niño o niña puede tener efectos perjudiciales en toda su existencia.

“Un niño puede tener limitaciones para el aprendizaje, problemas para la regulación de emociones, incluso un efecto en cuánto puede generar en el mercado laboral o probabilidad de incurrir en conductas de riesgo”, señala Fabiola Cáceres, gerenta de Desarrollo Infantil Temprano de APORTA.

Emociones afectadas por la crisis

“Para generar un apego seguro es necesario un adulto sensible, disponible y emocionalmente estable”, señala la ENDES 2019. En tiempos de pandemia, ¿esto ha sido posible? Inés Roncagliolo, coordinadora pedagógica de Dinámica, comenta que la pérdida de trabajo, la crisis económica, el cuidado de los niños en casa más el teletrabajo (en algunos casos), la pérdida de familiares y el riesgo a la enfermedad, son factores que generan una sensación de estrés en las familias que no favorecen la formación de “apego seguro”.

Como hemos mencionado en “El duro golpe a la lucha contra la anemia”, se prevé que la pobreza monetaria y la pobreza extrema se incremente en este 2020, producto de la pandemia. UNICEF estima que la primera podría llegar hasta un 30.3% en la población en general y hasta un 39.9% en niñas, niños y adolescentes. Con la pobreza extrema ocurriría algo similar, pero en menos proporción. En el 2019 se cerró el año con un 4,2% de pobreza extrema en niñas, niños y adolescentes, pero esta cifra se podría duplicar para el 2020, según estimaciones de esta organización.

¿Qué relación tiene la pobreza con el apego? La Fundación Baltazar y Nicolás explica que la exposición a la pobreza y violencia durante la infancia temprana genera un estrés crónico que puede afectar negativamente el desarrollo del cerebro y otros sistemas biológicos. “Un niño hambriento siente estrés, un niño sin apego seguro siente estrés, un niño que ha sufrido episodios de violencia sufre estrés”, sostiene.

Es así como, el que los cuidadores no puedan regular las situaciones que ocurren ocasiona un niño que está en permanente alerta, lo que puede impedir un crecimiento positivo. “Vivir diariamente con estrés crónico puede frustrar el desarrollo del niño y llevarlo a tener resultados negativos en salud y aprendizaje a largo plazo”, puntualiza la fundación.

En esa línea, el proyecto Volar, destaca también un estudio de los investigadores Hart y Risley que encontró que los niños en situación de pobreza escuchan menos de un tercio de las palabras que escuchan los niños de familias de ingresos altos. “Dicho de otro modo, durante sus primeros 4 años de vida, un niño de una familia de altos ingresos está expuesto a 30 millones de palabras más que un niño de una familia de bajos ingresos. Esta brecha en las interacciones de calidad entre los niños y los padres se seguiría ampliando en el tiempo y reforzaría las diferencias en las trayectorias de desarrollo de niños de distintos estratos socioeconómicos”, explica en un informe.

Crecer en medio de la violencia

En medio de la pandemia, existen realidades que también deben ser puestas en primer plano. No todas las familias tienen las mismas pautas de crianza y en Perú, así como en otros países, la llegada de la COVID-19 nos ha recordado la importancia de no desatender problemas como la violencia.

Ana de Mendoza, representante de UNICEF en el Perú, escribió en abril que: “Los bonos económicos y el reparto de canastas de víveres para las familias en situación de pobreza contribuyen a paliar el impacto del aislamiento, pero no resuelven la exposición de niñas, niños y adolescentes a un mal que incluso se ha incrementado en estos días: la violencia familiar”.

Sólo en los primeros días de comenzado el aislamiento social, la línea 100 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) recibió cerca de 2,800 llamadas denunciando violencia en el hogar. Seiscientas de estas llamadas fueron realizadas por niñas, niños y adolescentes. Y en los últimos tres meses (julio, agosto y setiembre) se reportaron 1,138 denuncias por violencia a niños y niñas menores de 5 años.

La violencia hacia niños y niñas no es exclusiva de ningún sector socioeconómico, si no que es un problema que atañe a la sociedad en general. Sin embargo, las poblaciones más vulnerables están expuestas a un estrés tóxico que puede aparecer por la dificultad de acceder a recursos básicos como la alimentación, vestido o vivienda, puntualiza Magaly Noblega, psicóloga de la PUCP.

Así, tenemos que el estrés tóxico producido en los niños por ser expuestos a un ambiente hostil o violento en el hogar —proveniente, por ejemplo, de contextos de pobreza extrema, abuso reiterado o depresión materna— ha demostrado tener efectos negativos de largo plazo en el desarrollo de la arquitectura cerebral, afirma por su parte el proyecto Volar. De hecho, conduce a problemas de por vida en el aprendizaje, la conducta y la salud física y mental, según el Center on the Developing Child.

“Lo que pasa en el clima familiar tiene un impacto directo sobre el desarrollo del niño. Con lo cual se podría explicar por qué tenemos una gran cantidad de problemas como país”, señala Noblega. “Haber crecido un ambiente de estrés cotidiano que no te da los recursos desde que eres niño, puede explicar el que no tengamos ciudadanos responsables que respetan al otro, porque probablemente nunca han sentido el respeto a sus necesidades desde pequeño”, agrega.

Sobre ello, la psicóloga Inés Roncagliolo agrega que los niños que nacen en una familia que no tiene soporte o información para desarrollar un apego seguro con su hijo, tendrá un niño que crecerá en desventaja injustamente. Pero, no sólo se trata de que la madre, el padre o el cuidador en general sepan de la importancia de generar este vínculo si no que tengan la capacidad emocional necesaria para hacerlo. “Si están muy afectados emocionalmente, por más que sepan lo que deben hacer, no basta. Deben tener disponibilidad emocional para responder con sensibilidad al niño”, sostiene.

Estrés, ansiedad y depresión

Los adultos, al ser impactados emocionalmente durante una crisis económica y social como esta pandemia, pueden trasladar hacia los niños sentimientos negativos, aún sin intención. En esa línea, Magaly Noblega sostiene que “la pandemia ha disparado los niveles de estrés, depresión y ansiedad en los adultos por el cambio de rutina y la incertidumbre”. Por ello, el Grupo de Investigación de Relaciones Vinculares y Desarrollo Socioemocional de la PUCP, junto a la Fundación Baltazar y Nicolás y COPERA Infancia, realizaron una Evaluación Continua del Impacto de la COVID-19 en el desarrollo de Niños y Niñas menores de 6 años dirigida a las madres, padres y cuidadores en general.

Durante los meses de setiembre y octubre se recogió información sobre la percepción de los cuidadores en términos de ansiedad, estrés o depresión para compararlo a la situación previa a la llegada de la COVID-19 a nuestro país y se presentaron los primeros resultados. “Si antes de la pandemia ya había dificultad de indicadores emocionales, la pandemia parece haber incrementado en un 48% la intensidad de ese estrés que están viviendo”, explica Noblega.

El estado emocional del adulto que está a cargo de un niño es sumamente importante. Por lo que resulta preocupante que uno de los resultados que arroja esta encuesta sea que 9 de cada 10 cuidadores ha presentado uno o dos indicadores de ansiedad y que estos hayan incrementado en un 44% en la pandemia o que 5 de cada 10 tenga uno o dos indicadores de depresión y que estos hayan crecido en 41% durante la pandemia.

“Es el tema de la convivencia, la incertidumbre y de no saber en general qué va a pasar. La situación de encierro genera una mayor demanda de la actividad parental porque no teníamos adultos preparados para estar 24/7 con los niños, y que a eso se le agregue que están más demandantes”, profundiza Noblega.

Según la percepción de los padres y madres, los niños y niñas se han mostrado más quejosos e irritables durante el confinamiento. El 46% de encuestados sintió a su hijo quejoso y demandante en muchas ocasiones y esta sensación se incrementó en 41% desde que inició la pandemia.

Estos cambios en la conducta no son de sorprender. El doctor Gustavo Rivara, pediatra neonatólogo, también comenta que ha habido un cambio bastante notorio en los trastornos de conducta en los niños pequeños. “El trabajo de pediatra ha cambiado bastante. Normalmente teníamos 6 u 8 episodios virales (como crisis asmática) por año y casi todos en invierno. Estos meses no hemos tenido eso, pero sí hemos visto un montón de problemas relacionados a la conducta como rabietas, niños que no comen, que están asustados o con frustración”, señala el especialista.

El impulso de la tecnología

Aparte de la preocupación que genera la pandemia en los padres y madres de familia, estos se encuentran muy preocupados por los aspectos de aprendizaje o desarrollo y comportamiento de su niño, señala una encuesta realizada por la PUCP, Fundación Baltazar y Nicolás y COPERA Infancia. “Antes de la pandemia teníamos una serie de servicios que favorecían el apego seguro como las visitas domiciliarias (del Estado), la capacitación a las madres o a los maestros, e incluso, existían familiares o vecinos que estaban constantemente promoviendo que haya un vínculo entre padres e hijos”, agrega Inés Roncagliolo, psicóloga y coordinadora pedagógica de Dinámica. Con el distanciamiento social ya no existe esa conexión con los familiares, ni la entrega de capacitaciones presenciales, lo que puede afectar la capacidad de las familias en la generación de este vínculo.

Las visitas domiciliarias forman parte del programa nacional Cuna Más, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), y tienen como objetivo garantizar el correcto Desarrollo Infantil Temprano en hogares con niñas y niños menores de 36 meses y/o gestantes. El trabajo que realizan en estas visitas semanales busca fortalecer las prácticas de cuidado y aprendizaje que las madres, padres o cuidadores aplican con sus niños y niñas, y potenciar su desarrollo a través de experiencias de juego. El Servicio de Acompañamiento a Familias (SAF), una de las estrategias de este programa, se encuentra en 743 distritos rurales de 19 regiones del país, señala Cuna Más en un documento enviado a RPP. Sin embargo, el 16 de marzo las actividades de este servicio se vieron suspendidas por el Estado de Emergencia.

Si bien, algunas estrategias se adaptaron al contexto COVID-19 y se establecieron grupos de comunicación a distancia, mediante celulares, mensajes de texto y/o videos de Whatsapp, la situación de crisis emocional que enfrentan los adultos en general y, sobre todo, los que tienen a su cargo a niños menores sigue siendo bastante fuerte.

Pensar nuevas estrategias

A Lidia Mamani le llegan mensajes todos los días recordándole que le hable a su hija cuando le da de comer o dándole ánimos diciéndole que lo está haciendo bien durante esta cuarentena. Estos mensajes se los envía el proyecto Volar para poder fomentar un buen vínculo entre madre e hija. “En los centros de salud no me han dado mucha información sobre educación de mis niños, no había un especialista. A mí me encantaría tener más información sobre cómo hacer que los niños crezcan seguros”, sostiene Lidia.

Esta “nueva convivencia” nos ha puesto un desafío muy grande para innovar y usar las tecnologías para atender a las familias y fortalecer los vínculos con sus hijos. Inés Roncagliolo es optimista ante esta situación. “Si todos trabajamos de manera articulada, pensamos con creatividad y utilizamos la tecnología podremos encontrar mecanismos para que estas familias tengan el soporte necesario, reduzcan el estrés y tengan una respuesta sensible con los niños”, afirma.

Foto referencial

En esa línea, el programa Cuna Más detalla que cuenta con una malla de contenidos y mensajes para promover el apego seguro. “Esta sirve como base para el envío de mensaje de texto o WhatsApp y como tema para desarrollar la consejería telefónica por parte del actor comunal o el acompañante técnico. Se enfatizan las interacciones de calidad, aplicando el ORE (Observa, Responde y Espera)”, agrega.

Es importante resaltar los esfuerzos que se están logrando desde el Ejecutivo para poder adecuar todas las iniciativas de sensibilización a la nueva realidad, apoyada en las herramientas tecnológicas. Sin embargo, también se hace necesario enfatizar que no todas las regiones tienen acceso a internet.

“Las telecomunicaciones, llamadas o mensajes de whatsapp pueden ser una buena vía porque es un espacio de conversación para los papás con una persona que se da cuenta de la situación que están viviendo y puede ser empático para darles una retroalimentación que los ayude”, explica Inés Roncagliolo. “Pero es fundamental que esa persona esté lo suficientemente capacitada para hacerlo. Este es un paso previo, que se puede complementar también con medios de comunicación masivos”, agrega.

Por otro lado, el MINSA también es uno de los actores que trabaja en el apoyo y acompañamiento a padres de familia para la generación de un buen vínculo con sus hijos, que ha tenido que adecuar sus estrategias a las plataformas digitales. “Ha sido un reto grande para nosotros como Estado volcar una cantidad de herramientas a padres y madres para que puedan utilizarlas en la interacción con sus niños”, cuenta el doctor Mario Izquierdo, médico especialista en Salud Pública del MINSA.

El vocero admite que la pandemia les tomó por sorpresa y no tenían muchas herramientas a la mano, por lo que tuvieron que prepararlas junto a otros sectores e inevitablemente hubo tiempo perdido. Además, estas herramientas tecnológicas han estado parcialmente disponibles, sobre todo en zonas alejadas. “No es un secreto para nadie la afectación que tuvieron muchos niños y niñas en la educación virtual, por no tener internet o no contar con los equipos como celulares o laptops”, afirma.

Por eso es tan importante realizar el seguimiento, al menos por vía telefónica, de las madres y padres para poder verificar que la información que se está brindando a través de estas plataformas realmente cale en ellos. “A veces llamamos a alguna madre de forma aleatoria y es agradable escucharlas contentas porque nos dicen que les gusta que las ayuden y orienten”, agrega Izquierdo.

Pero esos no deben ser los únicos canales en los que se pueden presentar estos mensajes asertivos y consejos de crianza para madres y padres. “Hasta antes de la pandemia esa información se entregaba en un espacio físico como los servicios de visitas domiciliarias o en el médico. Ahora, al no tener estos espacios de encuentro, hay que activar otros canales de comunicación”, advierte Roncagliolo.

En esa línea, menciona que información en la televisión, como una secuencia en Aprendo en Casa dirigida a madres y padres de niños menores podría ser interesante, así como en la radio o en los mercados. Esta nueva modalidad ha llegado para quedarse, y dependerá del trabajo en conjunto que se haga entre el sector público, privado y sociedad civil para garantizar el acceso a internet y conectividad de todos los peruanos.

Aprovechar la oportunidad

Estos meses de pandemia han sido, dentro de todo, una oportunidad propicia para que las madres, padres y cuidadores puedan tener una mayor interacción con los niños y niñas al estar dentro de su domicilio. “Podría asegurar sin equivocarme que la interacción entre padres, madres y cuidadores y los niños no se ha afectado tanto como se ha afectado la prevención y suplementación con anemia”, refiere el doctor Mario Izquierdo, representante del MINSA.

Paul Lucich, representante de CARE Perú, también coincide. “Tenemos que ver como una oportunidad, dentro del desafío de la pandemia, el hecho de que haya aumentado la presencia de los padres y madres en las casas”, sostiene. En esa línea, recomienda que se busquen momentos para pasar junto a los hijos donde se pueda dejar afuera todo ese estrés que genera la incertidumbre de la pandemia.

Porque sí, el confinamiento prolongado y la incertidumbre está haciendo daño también a la salud mental. “Se dice mucho que la próxima pandemia que vamos a tener es de salud mental y no sólo por los niños que están creciendo ahora, si no por los adultos y cómo vamos a quedar en este periodo”, afirma Magaly Noblega, coordinadora del Grupo de Investigación de Relaciones Vinculares y Desarrollo Socioemocional de la PUCP.

Por ello, la especialista recomienda que, por un lado, la división de las responsabilidades en torno al cuidado debe ser redistribuida, ya que la madre o padre no puede asumir toda la responsabilidad por sí solo. En la primera versión de la Evaluación Continua del Impacto de la COVID-19 en el desarrollo de niños y niñas menores de 6 años, realizada por la PUCP, Fundación Baltazar y Nicolás y COPERA Infancia, el 63% de cuidadores afirmó que sienten más difícil el cuidado del niño/a por estar trabajando desde casa.

Por otro lado, Noblega señala que como padres debemos disminuir nuestra expectativa y asumir que estamos en un momento difícil y que no va a terminar pronto. “Tenemos que entender que no vamos a poder cumplir con lo que hubiéramos hecho en una situación normal, como hitos específicos del niño (dejar el biberón, aprender a dormir solo o ir al baño). Estos elementos no deben elevar nuestra ansiedad si no los logramos en determinado tiempo, de ahí la importancia de reducir las expectativas”, afirma.

También es importante fomentar el autocuidado de los cuidadores y procurar espacios para uno mismo y así poder disminuir la carga emocional. La especialista recomienda a los padres y madres darse unos quince minutos para hacer lo que les gusta, socializar con amigas y amigos por teléfono o por videollamada, o salir a tomar aire al parque con todas las medidas de bioseguridad necesarias.

Si embargo, eso no quita de que a nivel macro se necesitan políticas importantes de salud mental para aminorar el impacto que va a tener la pandemia en toda esta generación. “Tenemos que aliviar la salud mental del cuidador para poder salvar a las poblaciones de niños que están viviendo todo este impacto a través de sus padres”, refiere Noblega.

Generar un vínculo en la alimentación

Uno de los momentos más importantes en la generación de un vínculo entre padres e hijos es el momento de la alimentación. No sólo por lo que ya conocemos; darles a los niños alimentos correctos que los nutran y les den la energía necesaria. Si no porque este es un momento donde se genera una interacción clave entre la madre, padre o cuidador con el niño, que sirve para fortalecer el vínculo y el apego seguro.

“No basta sólo en que les demos los alimentos para su desarrollo, si no la forma en cómo se los damos. Tiene que haber un dar y recibir en este momento clave”, sostiene Paul Lucich, jefe de nutrición de CARE Perú. Es importante hablarles a los niños mientras se le da de comer, para generar una respuesta en ellos y que haya este “dar y recibir” que menciona el especialista. Así, explica que existen estilos de alimentación que, contrario a las creencias populares, no necesariamente son beneficiosos para los niños.

Estilos de dar de comer a los niños

Calidez / Apoyo / Afecto
Exigencia Alto Bajo
Alto

ESTILO RESPONSIVO

  • Responde a señales
  • Nutre / Enseña
  • Estructura definida

ESTILO CONTROLADOR

  • Controla / Presiona
  • Rígido
  • Restrictivo
Bajo

ESTILO INDULGENTE

  • Acepta
  • Nutre / Educa
  • No estructurado

ESTILO NO INVOLUCRADO

  • No involucrado
  • Insensible
  • No estructurado
Fuente: ¿Cómo alimentar a los niños? La práctica de conductas alimentarias saludables desde la infancia, publicado en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública

Por ejemplo, hay un estilo que es muy común en toda América Latina y en países como el Perú, comenta el especialista. Es en el que, por intentar que el niño gane independencia, se le da los alimentos y se procura que coma por sí mismo. “Este tipo de alimentación se podría conocer como un ‘dejar hacer’ y está muy difundido en el país. Cuando le sirves la comida al niño y el cuidador sigue haciendo cualquier otra actividad”, explica.

El otro extremo es el estilo controlador, donde por afán de que coma todos los alimentos el cuidador sólo se preocupa en darle cucharada, tras cucharada, sin dejar que el niño intente coger la cuchara o experimentar con los alimentos. Inclusive este estilo puede venir con juegos y situaciones lúdicas como el conocido “avioncito”, pero siempre manteniendo la posición de que tiene que terminar toda la comida.

Lo ideal no es ni uno ni otro. La “alimentación receptiva o interactiva” es la que se debe promover, según una investigación de Maureen M. Black y Hilary M. Creed-Kanashiro en “¿Cómo alimentar a los niños? La práctica de conductas alimentarias saludables desde la infancia”. Este está entendido como “la elección de los alimentos que los niños requieren para un crecimiento sano, junto con la capacidad de responder a las señales de hambre y saciedad de los niños que promueve la autorregulación y, eventualmente, la responsabilidad de los niños para una alimentación saludable”, señala el artículo.

“Cuando el niño emite una señal, el adulto o cuidador debe interpretar adecuadamente esa señal. La respuesta debe ser predecible si estamos pensando en generar un vínculo. Por ejemplo, si el niño sabe que abriendo la boca y moviendo las manos está expresando que tiene hambre, el cuidador debe identificar esa necesidad y responder dándole alimentos. Y siempre tiene que responder de la misma manera, para que sea predecible para el niño”, sugiere Lucich.

Cruzada por la salud mental

Es en estos momentos, donde una gran parte de la población puede pasar más tiempo en casa, que se pueden fomentar espacios seguros para fortalecer los vínculos entre padres e hijos. Sin embargo, esto no se va a dar automáticamente. “Así uno esté en casa, de nada sirve si estamos presentes físicamente, pero con mil preocupaciones en la cabeza. Esta situación se puede convertir en una oportunidad, pero se debe brindarle los recursos necesarios a las familias para que se convierta en una condición positiva”, afirma Magaly Noblega.

En esa línea, invoca al Estado a liderar una cruzada por la salud mental, pero también aliarse con la sociedad civil y la academia, para mover juntos los expertises y lograr que los servicios lleguen a la gente que deba llegar. “Desde la pequeña posta que debería tener un servicio de atención psicológica hasta una campaña comunicacional liderada por el Estado”, agrega.

Y es que sí, como ya hemos reafirmado, los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo de toda una generación y, más aún, si se trata de una generación que va a nacer en medio de una pandemia. No podemos desaprovechar la oportunidad y sobre todo el poco tiempo que tenemos de generar buenos vínculos con los niños y niñas.

Sobre ello, Fabiola Cáceres, gerenta de Desarrollo Infantil Temprano de APORTA, explica que si un niño está expuesto a experiencias positivas va a tener mayor probabilidad de tener mejor formación del cerebro. Por el contrario, si un niño está expuesto a experiencias negativas- como estrés o violencia- el desarrollo físico del cerebro puede verse afectado y esto puede perjudicar su desarrollo hacia un futuro.

“Estamos hablando de una ventana de tiempo, donde si aprovechamos y nos preocupamos por brindar las condiciones para que el niño se desarrolle de manera integral, le estaremos dando un buen inicio en la vida, que le va a asegurar un futuro más promisorio (prometedor)”, concluye la especialista.

Aún no es tarde para retomar los esfuerzos en conjunto y recuperar el tiempo perdido, pero se requiere del compromiso del Estado, el sector privado y la sociedad civil, y sobre todo, de todas y todos los peruanos.

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