La partida a la eternidad ¿En qué momento estamos preparados para ello?
La partida eterna: ¿cómo debemos esforzarnos para llegar a ella?
El Evangelio nos enseña con claridad que para alcanzar el cielo, nuestra patria eterna, debemos esforzarnos. Jesús nos dice: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha”. Todos estamos llamados a esforzarnos, pero no es una cuestión de puro esfuerzo humano, no debemos olvidar que primero es la gracia de Dios, la ayuda divina, y nosotros debemos esforzarnos en colaborar con el Señor. Jesús nos pide que nos esforcemos, la vida relajada no lleva al cielo. Estamos llamados a poner todo de nuestra parte para forjar una sólida amistad con Jesús. No es fácil, nos encontramos con muchas dificultades en nuestro caminar, pero Dios nos dará siempre las gracias para entrar por esa puerta estrecha del cielo, pero que está abierta de par en par gracias a que Jesús ha muerto y ha resucitado
La división que trae Cristo a sus discípulos
El Evangelio presenta unas palabras desconcertantes de Jesús. El Señor dice que ha venido a traer la división. ¿A qué división se refiere? Para entender estas palabras, debemos señalar que quien sigue a Cristo tiene que dejar de lado todo aquello que no expresa las exigencias del Evangelio. La división que trae Jesús es la separación entre la gracia y el pecado. Es la división entre el bien y el mal. O estamos en la luz, o estamos en la oscuridad. Hoy también Jesús nos dice que viene a traer “fuego”, es la imagen del amor de Dios, o dejamos que el amor de Dios nos transforme o ponemos obstáculos a su amor.
La parábola del hombre codicioso
Jesús nos relata una parábola para enseñarnos que estamos de paso en este mundo y por eso no debemos ser codiciosos. En efecto, en esta parábola aparece un hombre que ha tenido una gran cosecha y equivocadamente piensa que va a vivir mucho de ahí que piensa acumular su cosecha para darse la buena vida, y este necio no sabe que esa misma noche morirá, y todo lo que ha acumulado ¿para quién será? Nosotros podemos ser como ese hombre de la parábola cuando creemos que somos eternos aquí en este mundo, cuando no pensamos que nos vamos a morir, cuando tenemos la nefasta idea de poner nuestro objetivo en acumular desenfrenadamente bienes materiales, cuando caemos en las garras de la codicia.
Orar y actuar: Las formas de cómo relacionarnos con Jesús
Jesús nos presenta dos modos de relacionarnos con él. Al respecto, aparecen dos hermanas: Marta y María. La primera está sirviendo al Señor y representa la acción; y la segunda se encuentra sentada a los pies de Jesús, escuchando su palabra, y representa la oración. Ante el reclamo de Marta, Jesús defiende a María, señalando que ella ha elegido la mejor parte y no se le quitará. Aquí tenemos una gran lección. Lo primero debe ser siempre la oración; es decir, colocarnos a la escucha del Señor y conversar con él. Sin oración no podemos servir correctamente a Dios. Además, quien descuida la oración, no puede servir bien a los demás. Que no se nos olvide nunca ese orden. Primero orar y después actuar.
Jesús | La parábola del Buen Samaritano
Jesús nos relata la parábola del Buen Samaritano. De esta manera, el señor nos muestra con claridad cómo tiene que ser nuestra relación con el prójimo. En primer lugar, no debemos ser ni como el sacerdote, ni como el levita de esta parábola. Ellos al ver a este pobre hombre tirado en el suelo, “dieron un rodeo” y pasaron de largo. ¡Que el Señor nos libre de dar rodeos ante las necesidades del otro!
Espíritu Santo: ¿Cómo ser verdaderos misioneros?
Hoy 7 de julio, el evangelio nos presenta una serie de pautas para ser verdaderos misioneros. En la Iglesia, conviene decirlo, todos estamos llamados a ser misioneros, porque todos somos enviados por Cristo con la fuerza del Espíritu Santo para anunciar la Buena Noticia.
Las exigencias de Cristo para ser un verdadero discípulo
El evangelio de hoy nos presenta una serie de exigencias para seguir a Cristo. El Señor nos pide unas exigencias concretas. Hoy aparecen tres exigencias que Jesús nos pide para que podamos ser verdadero discípulos de Él: la caridad, fraterna, el desprendimiento y un amor ordenado a los familiares.
La solemnidad del Corpus Christi
La solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Jesús se quedó realmente presente en medio de nosotros en el Sacramento de la Eucaristía, que es el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.