En Estados Unidos, el sistema de Seguro Social es una pieza fundamental para la protección económica de los ciudadanos en la jubilación, discapacidad o tras la pérdida de un familiar que era sostén económico. Sin embargo, muchas mujeres se ven afectadas por su decisión —o necesidad— de cuidar a sus hijos en casa, lo que implica interrumpir o reducir su actividad laboral durante varios años.
Esto puede impactar directamente en la cantidad de beneficios que reciben más adelante, ya que el monto del Seguro Social se calcula en base a los 35 años con mayores ingresos.
Ante esta realidad, la Administración del Seguro Social (SSA, por sus siglas en inglés) contempla ciertos mecanismos que ayudan a mitigar esa desventaja. Uno de ellos es la posibilidad de excluir algunos de esos años con bajos ingresos —conocidos como “childcare drop-out years”— del cálculo del beneficio mensual. Este ajuste puede aumentar el promedio salarial considerado, lo que se traduce en pagos más altos al jubilarse.
Además, las mujeres que han estado casadas por al menos 10 años pueden calificar para beneficios conyugales o de ex cónyuge, incluso si no han trabajado lo suficiente por cuenta propia para obtener beneficios completos. Esto también aplica si el matrimonio terminó en divorcio, siempre que no se hayan vuelto a casar.
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Beneficios que reconocen el rol del cuidado en el hogar
El sistema también incluye protecciones en caso de fallecimiento o discapacidad del proveedor del hogar. Si una madre queda viuda o sufre una discapacidad, ella y sus hijos pueden ser elegibles para recibir pagos mensuales del Seguro Social. Estas medidas buscan equilibrar la balanza, reconociendo que el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos, aunque no remunerado, tiene un valor social y económico claro. Así, el Seguro Social intenta ofrecer cierta justicia para quienes, al priorizar a sus familias, han tenido que pausar o limitar su desarrollo profesional.