En la salud

El riesgo de no contar con servicios de salud sexual y reproductiva por la crisis sanitaria.

El confinamiento y la disminución de atenciones de planificación familiar para las mujeres en edad reproductiva podría ocasionar un incremento de embarazos no planificados. Esto no sólo pondría en riesgo la economía de familias vulnerables, sino también la salud y vida de muchas mujeres por el posible aumento de abortos y mortalidad materna. Urgen políticas públicas para prepararnos para lo que se viene en términos de salud sexual y reproductiva y poder garantizar atención de calidad para las mujeres.

El baby boom que no esperábamos

Por la crisis sanitaria, las atenciones de planificación familiar se han reducido en más de la mitad, lo que podría conllevar a un incremento de nacimientos no planificados.

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La salud sexual y reproductiva es un derecho de hombres y mujeres y es, a su vez, un aspecto central de la vida de las personas que tiene un efecto profundo en su desarrollo personal y profesional. Sin embargo, aún muchas mujeres peruanas jóvenes y adolescentes no cuentan con todas las facilidades para acceder a información y servicios que les permitan tener este derecho, sobre todo en lo que se refiere a planificación familiar.

El escenario antes de la pandemia no era el ideal. El uso de los métodos anticonceptivos modernos en mujeres peruanas llegaba al 55.6%, cifra que está por debajo del promedio de Latinoamérica (70%), siendo Perú uno de los países latinoamericanos con más bajos niveles de uso de métodos anticonceptivos entre las mujeres.

“La pandemia ha profundizado esta situación, en parte porque la gente tiene miedo de acercarse a los servicios de planificación familiar por miedo al contagio y también porque el primer nivel de atención del Ministerio de Salud (MINSA) disminuyó su cobertura debido a la cuarentena”, explica Walter Mendoza, Analista de Programa en Temas de Población y Desarrollo del UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) en el Perú.

Estos servicios de planificación familiar garantizados por el MINSA, con el fin de que la población pueda acceder gratuitamente a los métodos anticonceptivos de su preferencia, permiten a las personas decidir informadamente cuántos hijos tener y en qué momento de sus vidas. “El acceso a una planificación familiar segura y voluntaria es un derecho humano. Es fundamental para la igualdad de género y un factor clave para reducir la pobreza”, señala el UNFPA.

Durante el 16 de marzo y el 31 de julio de este año, periodo que duró la cuarentena, sólo se brindaron 3,008 consejerías diarias en servicios de planificación familiar a mujeres peruanas en edad fértil (12 a 59 años). La caída es abismal si consideramos que, en el 2019, durante el mismo periodo, se brindaron 10,301 diarias consejerías a nivel nacional.

“Este servicio es considerado por la OMS como un servicio que salva vidas. Sin embargo, en el contexto COVID-19 no ha tenido la prioridad sanitaria que se le debe dar. Hay otros temas importantes como vacunas o anemia, pero la salud sexual y reproductiva no está en la agenda sanitaria hoy”, sostiene Miriam Rojo, responsable del Área de Salud Sexual y Reproductiva del UNFPA.

Los embarazos no planificados son una realidad más extendida entre las mujeres en condiciones de pobreza, de las áreas rurales, de la Amazonía y las mujeres indígenas. Ante ello, es probable que el número de adolescentes embarazadas se incremente. En esa línea, Loreto es una de las regiones que más desafíos tiene. Mientras que el promedio nacional de embarazo adolescente es de 12%, en Loreto esta cifra llega al 32%, asegura Mendoza.

Y, si hablamos solo de servicios de consejería familiar para adolescentes entre 12 y 17 años, tenemos que, durante el periodo de cuarentena, se brindaron 327 consejerías diarias, lo que representa sólo el 9% de las atenciones que se brindaron en el mismo periodo durante el 2019 (2,921).

La proyección a nivel regional y mundial es que la natalidad se incremente. En el Perú se estima que habrá una cantidad mayor de nacimientos, un “baby boom” a fines del 2020 o inicios del 2021. “Si bien es aún una proyección, hay que entender que la deseabilidad de estos embarazos, sobre todo en adolescentes, ya era muy baja”, advierte Mendoza. Sólo uno de cada tres embarazos adolescentes (15 a 19 años) era esperado, mientras que los demás habrían preferido ser postergados. En contexto de pandemia esta cifra podría ser mayor, lo que podría llevarnos a un aumento de abortos clandestinos y peligro en la vida de las adolescentes.

Por su parte, el Minsa asegura que está trabajando por la continuidad de la atención en planificación familiar. “Desde el sector salud se han establecido medidas para la optimización de servicios y así evitar el contagio de la enfermedad, priorizando las teleconsultas, la teleorientación y que la entrega de los métodos pueda realizarse directamente en las farmacias de los establecimientos de salud”, informó el director Ejecutivo de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Minsa, Guillermo Atencio La Rosa.

Mortalidad materna: una década de retroceso

De no recuperarse el sistema de salud pronto, se estima que las muertes maternas se incrementarían en 40%, llegando a un número de muertes que no se veía desde el 2011.

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Se prevé que entre 2020 y 2021 los nacimientos no planificados se incrementen entre 50 mil y 100 mil, afirma el UNFPA. “Estas cifras nos dan una señal de alerta muy clara. El confinamiento comenzó en marzo y el baby boom lo comenzaremos a ver en diciembre. Esto, sin duda, tendrá un impacto a mediano plazo en la mortalidad materna que ya viene creciendo”, alerta Hugo Ñopo, investigador de Grade. En esa línea, si durante los primeros meses del año, entre enero y marzo antes de que empiece la cuarentena, se registraban seis muertes maternas a la semana, durante el periodo de cuarentena esta cifra aumentó a 9 muertes maternas semanales.

“La mayoría de las muertes maternas (61%) en nuestro país se producen en el puerperio; es decir, durante el post parto. Por ello, el control post natal es importante, no sólo para el recién nacido sino también para la madre, porque ahí se evalúa si tiene fiebre, depresión o alguna complicación”, explica Walter Mendoza.

Las atenciones en puerperio durante este año disminuyeron un tercio a comparación del 2019. Durante el periodo de cuarentena se brindaron sólo 378 atenciones en post natales cada día, mientras que en el mismo periodo en el 2019 se brindaron 775 atenciones post natales diarias, detalla el UNFPA.

“Cuando decimos causas de las muertes podemos hablar de causas biológicas como pre-eclampsia o una hemorragia, pero también hay otro tipo de causas, que son las demoras en notar los signos de alarma, en el traslado y en la respuesta”, sostiene el experto. Además, no olvidemos que la coyuntura actual hace que sea casi imposible realizar referencias médicas como antes. Los traslados en avión, helicóptero o ambulancias que antes se podían hacer ahora son menores. Sucede lo mismo con la disponibilidad de UCI o de camas obstétricas, que también ha disminuido.

En el 2019 se registró un total de 302 muertes maternas en todo el año, según el Centro Nacional de Epidemiologia, Prevención y Control de Enfermedades del MINSA. Este año, hasta el 16 de agosto, se han contabilizado 258 muertes maternas, lo que podría significar un aumento del 40%. “Así, hasta fin de año, tendríamos un aproximado conservador de 400 muertes maternas”, agrega Mendoza. El último año en el que se registró una cifra similar en muertes maternas fue en el 2011, lo que nos haría retroceder los esfuerzos y trabajos por reducir la muerte materna en casi una década.

Este retroceso no considera aún el baby boom que mencionamos anteriormente. Al existir una proyección de aumento de nacimientos, es indispensable que el Estado invierta en servicios sexual y reproductiva, acota Hugo Ñopo. “Aunque sea una parte pequeña pero importante de recursos que vayan a los servicios de atenciones materna o maternidad infantil”, menciona.

Miriam Rojo coincide con él. “Los esfuerzos en los nuevos modelos de atención deben estar acompañados de mayor presupuesto para recursos humanos, en cantidad y en calidad, y para mejorar las tecnologías para proveer estos servicios”, comenta. Además, se debe trabajar en la educación a las madres para que puedan identificar los signos de alarma dentro de su periodo de post parto, afirma Walter Mendoza. “Por las diferencias en educación en aspectos culturales, los mensajes del personal de salud a veces no llegan adecuadamente”, refiere.

La experta señala que se debe fortalecer el trabajo a través de los agentes comunitarios, para poder hacer la distribución de anticonceptivos, lo cual es una prioridad. Así, comenta que se está trabajando desde el UNFPA con el MINSA en un piloto con estos agentes comunitarios para proveer atención en planificación familiar a las mujeres y métodos anticonceptivos de corta y larga duración. “Los de larga duración (como la T de cobre) son muy costo efectivos y, además, en estos tiempos de pandemia evitan que las mujeres tengan que asistir a los establecimientos de salud constantemente para obtenerlos", afirma.

Así pues, es urgente que la agenda pública sanitaria tenga a la salud sexual y reproductiva como un servicio esencial. Esto permitiría asignar presupuesto, recursos humanos y mayor dotación de trabajo comunitario. “La salud sexual y reproductiva no debe ser subestimada ni invisibilizada, y esa será una tarea de las autoridades del MINSA en la transferencia hacia las nuevas autoridades elegidas el próximo año”, señala Mendoza.

“Es importante que los partidos políticos que se presenten a las próximas elecciones digan qué piensan hacer respecto a la mortalidad materna, porque no sólo se necesitan nuevos modelos de atención si no que sean sostenibles, que tengan personal y que sean de buena calidad”, finaliza. Sólo así, se podrá tratar de revertir lo retrocedido en esta pandemia.

La pandemia ha evidenciado las desigualdades de nuestro país, de la forma más cruda y álgida y nos ha caído como un baldazo de agua fría. Para las mujeres ha sido mucho más difícil sobrellevar los efectos de la pandemia, porque no la iniciaron desde el mismo punto de partida que los hombres, si no que ya llevaban una pesada mochila en sus hombros. La desigualdad en los roles del hogar, la violencia contra la mujer, la brecha de género en el trabajo y las deficiencias en las atenciones de salud sexual y reproductiva las han impactado fuertemente y el próximo año será clave para esbozar políticas públicas que cambien esta realidad. Ahora que la pandemia ha llegado a cambiar nuestra vida diaria, que cambie esto también, y así todos y todas podamos construir una sociedad con igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.

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