En lo laboral

Las mujeres fueron las más afectadas por el desempleo causado por la pandemia.

En nuestro país, el empleo femenino es más vulnerable por diversos factores. La informalidad, la brecha salarial, el poco tiempo disponible y las dobles jornadas que tienen que realizar las mujeres entre el trabajo y el hogar las pone en un punto de partida más retrasado que los hombres. Con el impacto de la pandemia en la economía peruana, han sido ellas las que han sentido el golpe más fuerte a nivel laboral.

Golpe al desempleo femenino

Dos de los sectores más golpeados por la pandemia han sido el de comercio y el de servicios, que son predominantemente femeninos.

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El desempleo ocasionado por la pandemia ha afectado a todos los peruanos y peruanas; sin embargo, el impacto ha sido mayor en las mujeres. En los meses de mayo-junio-julio del 2020, el INEI reportó una caída del empleo de 36.1% como consecuencia de las medidas dictadas para frenar la pandemia. Si hacemos un zoom, podremos ver que las mujeres con trabajo se redujeron en un 45.3% y los hombres con trabajo en un 34.9%.

Esta diferencia se puede explicar por dos razones: la primera se debe a que dos de los sectores más golpeados por la pandemia han sido el de comercio y servicios, los cuales son predominantemente femeninos. En zonas urbanas, el 53% de las mujeres trabaja en servicios y el 30% en comercio.

La segunda es que, a comparación de los hombres, las mujeres mantienen menores tasas de ocupación y están sobrerrepresentadas en el trabajo a tiempo parcial, el autoempleo, la informalidad, el empleo a plazo fijo de menor duración y el empleo en empresas pequeñas, con menor productividad. Es decir, su trabajo es más vulnerable, sobre todo en situaciones de crisis económica, como la que se ha generado a raíz de la pandemia. Así lo explican Miguel Jaramillo y Hugo Ñopo en “Impactos de la epidemia del coronavirus en el trabajo de las mujeres en el Perú”, informe elaborado por el MIMP y el PNUD.

Las inequidades de género en el mercado laboral inician en los hogares. En lo que va del siglo, el país ha experimentado cambios importantes en sus estructuras familiares y la jefatura femenina de los hogares. Entre 2001 y 2018 los hogares de jefatura femenina crecieron 127%, mientras que los de jefatura masculina solo 35%, según el INEI. De hecho, los hogares de 5 o más miembros con jefatura masculina constituyen la única categoría que ha decrecido.

“Estos datos nos dicen que, de los nuevos hogares creados, casi la mitad tiene jefe de hogar mujer y el resto hombre; y de ellos, la mayoría de los hogares monoparentales, sobre todo los más jóvenes, tienen jefatura femenina”, sostiene el estudio del MIMP.

Es importante entender la lógica de los hogares monoparentales en el Perú, que alcanza a cerca del 38% de hogares a nivel nacional. “De este tercio de hogares, la jefatura femenina es mucho más marcada que la masculina. La mujer que es jefa de un hogar monoparental y que tiene a su cuidado uno o dos hijos menores de edad no tiene posibilidades de salir a buscar trabajo, no es algo que pueda negociar, simplemente no puede”, advierte Hugo Ñopo.

Y justamente ese es el reto en estos momentos, la reinserción laboral de quienes han perdido el trabajo. En el periodo de reactivación económica, analiza el informe antes mencionado, las mujeres estarán en capacidad de generar el 58% de sus ingresos laborales y los hombres, el 66%. Las brechas de género en ingresos laborales se ampliarían, especialmente entre las personas en situación de pobreza, tanto a corto como a mediano plazo.

“Las decisiones que se deben tomar en los hogares van por el lado de que ambos (padre y madre) no pueden salir a trabajar al mismo tiempo, entonces sale el hombre”, explica Ñopo. Esto debido a los roles de cuidado que tiene la mujer, sobre todo ahora que los hijos e hijas están estudiando desde casa. Bajo esta lógica, los primeros en reinsertarse y recuperar el empleo serán los hombres.

Así lo percibe la opinión pública también. Los peruanos y peruanas creen que, tras acabado el confinamiento, las mujeres tendrán mayores dificultades que los hombres para conseguir o mantenerse en un trabajo, y esta percepción se acentúa si se trata de mujeres embarazadas o con hijos, según el MIMP.

Otra cara de la moneda es que el 67.7% de nuestra economía es informal, siendo este sector integrado mayoritariamente por mujeres. La tasa de empleo informal en las mujeres es de 71.4% mientras que en los hombres es de 64.7%. Esto se debe, en parte, a que la informalidad permite mayor flexibilidad en el trabajo y, por ende, regresando a los roles tradicionales de la mujer en el hogar, permite a las mujeres manejar mejor su tiempo para poder trabajar y realizar las tareas del hogar. Sin embargo, estos segmentos del mercado laboral también son los más precarios.

Durante la reactivación económica, por ser un segmento más flexible, los trabajos informales están recomponiéndose, ya que tienen menor rigidez para reactivarse. El problema es la poca productividad que tienen actualmente. “Imaginemos una vendedora de la calle que antes vendía un centenar de unidades, y ahora vende menos de la mitad, por la inmovilización y el distanciamiento social. Existe un shock en la oferta y en la demanda”, explica Ñopo.

Teletrabajo con enfoque de género

La participación de mujeres en cargos de toma de decisiones permitirá una adaptación de las empresas a tener protocolos con enfoque de género y promover la igualdad.

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En el caso de las mujeres que están trabajando actualmente desde casa, también están enfrentando más restricciones por las triples jornadas a las que están expuestas, entre el trabajo, el cuidado y el hogar. Según la última encuesta de GenderLab sobre trabajo remoto en tiempos de Covid-19, el 31% de mujeres peruanas afirmó que ahora asume la mayor parte de tareas en el hogar y de cuidado, mientras que sólo el 9% de hombres afirmó lo mismo.

“Esto puede traer un gran perjuicio para las mujeres, porque cuando el empleador vea la necesidad de hacer recortes o suspensiones perfectas, echará el ojo primero a quienes tienen más restricciones y menos tiempo”, advierte Arlette Beltrán, vicerrectora de Investigación de la Universidad del Pacífico. En esa línea, urge que las evaluaciones de desempeño en las empresas se adecúen al nuevo contexto, ya que sólo el 57% de empresas encuestadas por GenderLab las ha adaptado pensando en el confinamiento.

Si bien, a nivel de Latinoamérica, el 82.9% de empresas (incluidas las peruanas) reconoce y enuncia el cuidado como un asunto central en la gestión de la crisis con enfoque de género en una reciente encuesta de Aequales; el 27,8% de ellas no ha estimado qué tan demandante es la carga del trabajo del cuidado no remunerado de sus colaboradoras/es.

Las empresas que no tenían enfoque de género antes de la pandemia se están viendo obligadas a tenerlo, pero esto puede tener un efecto retardado en el tiempo en el que se adapten estas medidas. Si no lo hacen, las más afectadas serán sus trabajadoras porque perderán el trabajo o tomarán la decisión de renunciar para dedicarse a las tareas del hogar y el cuidado de los dependientes, sostiene Natalia Cortina, coordinadora del Ranking PAR de Aequales.

En esa línea, las empresas son las que deben tomar acciones en el marco de la crisis sanitaria, pensando en la situación de sus trabajadores y trabajadoras. Según la encuesta de GenderLab, el 78% de empresas monitorea el estado anímico de su personal durante la pandemia; sin embargo, sólo el 53% ofrece alguna forma de servicio de apoyo psicoemocional. Si consideramos que son las mujeres quienes se sienten más ansiosas o angustiadas en relación al contexto actual y al trabajo, nos damos cuenta de que aún hay demora en pasar de la teoría a la práctica.

“Se debe impulsar que las mujeres estén dentro de los comités de crisis, sobre todo en puestos de toma de decisiones porque si no la perspectiva que se tenga desde las empresas va a seguir siendo una manejada por hombres y para hombres”, afirma Cortina.

En el 2019 la participación de las mujeres en cargos altos no ha superado el 30%. Se ha avanzado en la equidad de trabajadores y trabajadoras de último nivel, teniendo casi el 50% de personal de ambos géneros, pero esta se va reduciendo conforme se comienza a ascender a puestos más altos, llegando sólo al 30% de mujeres en cargos de primer nivel y al 22% en directorios.

Esto no sólo sucede en empresas privadas, sino también en las instituciones públicas. Sólo dos de cada diez gerentes, administradores o funcionarios son mujeres, reportó el INEI en 2018. Esta situación debe ir cambiando ya que tener más líderes femeninas dentro de una empresa permite la diversidad en la toma de decisiones.

Según Aequales, algunas de las características del liderazgo femenino que han observado, sin que estas sean vinculantes a todas las mujeres, es la empatía y preocupación por los colaboradores, lo que permite que las crisis se manejen de mejor manera. “No es que podamos afirmar que una empresa, por tener mujeres a la cabeza, va a afrontar mejor la crisis, pero es evidente que se lidera de manera distinta cuando estas condiciones femeninas están presentes”, sostiene Cortina.

Por ello, se deben eliminar los sesgos en la contratación de mujeres y seguir potenciando su ascenso. Y, sobre todo, se debe eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres. Según cifras del Ministerio de Trabajo de 2019, las mujeres peruanas que trabajan en el sector formal tenían un sueldo promedio de 2,115 soles mensuales, casi 500 soles por debajo de lo que ganan los hombres en la misma situación. Esta cifra, se triplicaría en el caso de las mujeres en el sector informal.

Incluso, podemos afirmar que ser padre en el Perú es un factor que coincide con obtener una ventaja salarial de 5.9% respecto de aquellos hombres que no son padres, según datos del “Informe mundial sobre salarios 2018/2019” de la Organización Internacional de Trabajo (OIT). Esta situación se revierte por completo en el caso de las mujeres, ya que aquellas que son madres ganan 12.9% menos que las que no tienen hijos.

Cambiar esta realidad será posible con acciones desde las empresas privadas que permitan sensibilizar sobre el reparto equitativo en las tareas del hogar, para que una mujer decida seguir ascendiendo porque no tiene una carga en el hogar tan alta.

El empuje de las emprendedoras

Las emprendedoras peruanas se reinventan en esta “nueva convivencia” e impulsan sus negocios utilizando nuevas tecnologías.

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Desde que era niña, Ena Ocaña creció en el mundo de las telas, jugando y atendiendo a los clientes en la empresa familiar textil que tenían sus padres. Desde pequeña conoció el mundo de los comerciantes y esto la motivó a ser independiente y aventurarse en negocios de alquiler. Aparte de administrar la empresa familiar, Ena, que es abogada de profesión, también administra predios comerciales y de vivienda. Sin embargo, cuando se decretó el estado de emergencia todo lo que tenía a cargo, paró.

"De un momento a otro me vi reducida a cero. Fue muy duro ver que una empresa de 45 años de fundada tenga que cerrar sus puertas por la pandemia. En la galería que administro vi cómo las familias de microempresarios tenían que cerrar sus puestos, y el negocio de peluquerías que tengo también tuvo que parar”, recuerda.

Luego se dio cuenta de la necesidad de productos de bioseguridad como mascarillas y conjuntos de protección, y vio en el problema una oportunidad. “Me di cuenta de que teníamos telas que podíamos confeccionar o vender para hacer mascarillas y que, además, podíamos trabajar con las personas que se habían quedado sin trabajo como los microempresarios o motorizados”, afirma. Así nació Hark’ay Perú, empresa de venta de ropa de bioseguridad que ya tiene 4 meses en funcionamiento y llega a todo el Perú.

La pandemia que estamos atravesando se ha convertido en el impulso para que muchas mujeres puedan emprender, aunque esto se haya dado -en la gran mayoría de casos- por la necesidad que ha surgido a raíz de la pérdida de trabajo, explica Martha Zuñiga, jefa de proyectos especiales de Emprende UP.

“Frente a la coyuntura, una de las principales dificultades que se han presentado para que las mujeres puedan desarrollar sus emprendimientos es la disponibilidad de tiempo, debido a los roles de género”, agrega la experta. Otra de las dificultades que se presentan es la falta de conocimiento acerca de la digitalización de los negocios y cómo hacer comercio electrónico formal. Muchas mujeres hacen uso de sus redes sociales para ofrecer sus productos y servicios, sin embargo, esto no respalda al 100% su marca. Es muy importante el desarrollo de una página web que les permita hacer procesos de compra-venta o hacerse visibles a través de un marketplace, sostiene.

Para Melina Salazar, fundadora de la marca de moda sostenible “Aeroespacial” que nació en Gamarra, uno de los retos más fuertes en esta pandemia fue justamente tener que capacitarse inmediatamente en marketing digital y en ventas. Además, tuvo que ingeniárselas para dar un giro a su modelo de negocio y adecuarse al contexto actual. El desafío era enorme, sobre todo, porque su marca tiene un componente de responsabilidad social: trabajan con mujeres privadas de su libertad en la confección de sus prendas de vestir, específicamente en los bordados que son 100% hechos a mano por las internas los penales de mujeres de Chorrillos y Virgen de Fátima y, además, manejan una red de talleres de familias vulnerables que confeccionan las prendas. Todo este negocio tuvo que parar por la pandemia.

Los talleres de Aeroespacial cerraron al decretarse el Estado de Emergencia y se quedaron sin materia prima. Sin embargo, después de tres días de incertidumbre, Melina se dio cuenta de que no se podía quedar con los brazos cruzados y, junto a su hermana que también es su socia, utilizaron las mermas (retazos de telas que sobran) para transformarlas en mascarillas. Al tercer día de confección ya tenían 500 mascarillas que fueron donadas al penal de mujeres de Chorrillos. Al sexto día confeccionaron más para donarlas a pacientes oncológicas. “Nos dimos cuenta de que teníamos materia prima a la que jamás hubiéramos pensado en darle otro uso, pero en la pandemia fue nuestra manera de reinventarnos”, cuenta Melina.

En el país, el ecosistema emprendedor ha ido cambiando en los últimos años y se ha comenzado a ver una tendencia de emprendimientos que surgen por oportunidad más que por necesidad. Sin embargo, en el caso específico de los emprendimientos femeninos, estos surgen en su mayoría por necesidad. “Las mayores motivaciones de las mujeres peruanas para emprender son mayor flexibilidad horaria y obtener mayores ingresos, mientras que para el caso de los hombres es desarrollo de producto o servicio”, detalla el reporte Brechas para el Emprendimiento en la Alianza del Pacífico.

Sin embargo, existe otro perfil de mujeres que emprenden por deseo propio, acota Zuñiga. “Surgen porque consideran que ya acumularon experiencia laboral suficiente para gestionar su propio negocio o porque encontraron limitaciones para seguir desarrollándose profesionalmente en un trabajo dependiente”, refiere.

Con respecto a la pandemia, las mujeres emprendedoras han comenzado a utilizar la tecnología. Si bien, en el caso de mujeres que tienen carga familiar les ha resultado más complicado por las múltiples tareas que deben realizar en casa, han buscado la mejor forma de organizarse y cumplir con las funciones del día a día. “En esta era el rol de la mujer debe cambiar, debemos ser las protagonistas del cambio. Esta situación ha despertado en las mujeres nuestro espíritu emprendedor y no debe parar. La pandemia no puede frenar nuestro impulso para repotenciar nuestro negocio o ver de qué manera nos reinventamos”, afirma Melina Salazar.

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