Quienes se inician en la numismática suelen cometer un error común: limpiar monedas antiguas para que luzcan “mejor”. Sin embargo, en el mundo de los coleccionistas y expertos, esa limpieza puede disminuir dramáticamente el valor de la pieza. ¿La razón? Muchas de estas monedas desarrollan lo que se conoce como patina, una capa natural que, lejos de perjudicar, puede ser clave para determinar la autenticidad, la edad y la calidad de una moneda.
La patina se forma por la oxidación lenta de los metales al estar expuestos al aire, la humedad o al paso del tiempo. Su color puede variar: verdes y marrones en monedas de cobre, grises o azuladas en monedas de plata, y tonos oscuros en las de bronce. Aunque parezca contradictorio, conservar esta capa puede hacer que la moneda sea más deseable para los coleccionistas, al ofrecer una apariencia original e intacta que habla de su historia.
Te recomendamos
Por esta razón no debes quitar la patina de una moneda antigua
Eliminar la patina de una moneda puede ser tan dañino como lijar una obra de arte. Aunque algunas personas piensan que una moneda brillante es más valiosa, en el coleccionismo numismático sucede todo lo contrario. La patina protege el metal subyacente del deterioro y puede ayudar a conservar los detalles del relieve. Además, es uno de los elementos que los expertos consideran al autenticar una pieza.
Una moneda sin patina o con señales evidentes de limpieza agresiva pierde valor de mercado, ya que se interpreta como alterada o manipulada. Esto puede hacerla menos atractiva para los coleccionistas más exigentes, quienes valoran la originalidad por encima del brillo. Incluso los museos y casas de subastas recomiendan conservar las monedas en su estado natural y almacenarlas en condiciones adecuadas para que la patina se mantenga estable.
En casos excepcionales, cuando hay suciedad extrema o corrosión activa, se puede realizar una limpieza profesional, pero siempre bajo la guía de un numismático certificado. De lo contrario, es mejor no intervenir.