Una moneda de oro de U$D 10 acuñada en 1907 en Estados Unidos sigue siendo el santo grial de la numismática moderna. Conocida como el “águila india de borde redondeado”, esta pieza escasa y valiosa ha superado el valor de U$D 1 millón en subastas privadas y se ha convertido en una obsesión para coleccionistas, casas de subasta y museos de todo el mundo.
La rareza de esta moneda no solo radica en su antigüedad o su composición de oro, sino en un detalle de diseño: el borde redondeado. Esta característica dificultaba su producción en masa, por lo que la Casa de la Moneda de EE.UU. ordenó su modificación poco después de su creación. Sin embargo, cerca de 31 500 piezas fueron emitidas con el diseño original antes de ser fundidas por orden oficial en noviembre de ese mismo año. Hoy se estima que apenas 40 sobreviven.
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El rediseño que casi borra su existencia
La moneda fue diseñada por Augustus Saint-Gaudens, quien buscó dotarla de un alto relieve y un acabado artístico único. El borde redondeado, aunque visualmente atractivo, provocó dificultades técnicas para su apilamiento y distribución, lo que llevó al entonces director de la Casa de la Moneda, Frank Leach, a ordenar la destrucción de casi todas. De las 50 piezas que se salvaron, algunas fueron destinadas a instituciones oficiales y otras terminaron en manos de políticos como William Ashbrook, quien compró varias al precio nominal, sin saber que serían tesoros en el futuro.
El misterio detrás de una moneda que nadie ha visto en décadas
Entre las unidades que han sobrevivido, una destaca por su estado de conservación: clasificada como MS-67 por el Professional Coin Grading Service (PCGS) y validada por la Certified Acceptance Corporation (CAC), esta moneda no aparece en el mercado público desde hace más de veinte años. Se distingue por su brillo satinado con tonos azulados y una textura mate que la posicionan entre las dos mejores en su categoría. Su paradero exacto es desconocido, lo que incrementa aún más su valor simbólico y económico.
Los expertos en numismática no descartan que puedan existir más ejemplares ocultos en colecciones mal catalogadas, cajas fuertes familiares o incluso como parte de herencias no identificadas. Por eso, insisten: si alguna vez te topas con una moneda antigua de oro, especialmente de comienzos del siglo XX, lo mejor es acudir a un especialista. Podrías tener en tus manos una fortuna que ha pasado desapercibida por más de un siglo.