Mientras la administración de Donald Trump impulsa medidas contra la diversidad, las universidades estadounidenses enfrentan un panorama preocupante: menos estudiantes y menos ingresos. En este contexto, el foco está virando hacia un sector clave que sigue creciendo: los latinos e hispanos.
Históricamente marginados en el sistema educativo, hoy estos jóvenes representan una oportunidad de renovación para las casas de estudio. La barrera idiomática, la falta de acceso a información y políticas excluyentes comienzan a ser revisadas para captar a una población que, según las proyecciones, será cada vez más determinante.
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Según el informe de WICHE, mientras otros grupos étnicos disminuirán su participación en la educación secundaria para 2041, los hispanos aumentarán un 16 %. Este dato obliga a las universidades a adaptarse a una nueva realidad. Estados como California, Texas y Florida ya muestran este cambio: más de un tercio de los estudiantes K-12 son de origen latino. El desafío ahora es traducir ese crecimiento en acceso real a la educación superior, en medio de un contexto político que pone en duda los programas de inclusión y diversidad.