Mientras el mundo espera al próximo líder de la Iglesia católica, los 133 cardenales reunidos en el Vaticano siguen un estricto protocolo que no solo abarca normas espirituales, sino también alimentarias. En el cónclave no hay banquetes ni platos sofisticados. Por el contrario, la comida que se sirve en estos días es deliberadamente simple y ligera, pensada para mantener la mente clara y el cuerpo en calma. La tradición se remonta al siglo XIII, cuando un cónclave se extendió por más de mil días y los cardenales comenzaron a recibir solo una comida al día para acelerar el proceso.
“Durante el cónclave todo tiene un objetivo preciso, incluso la comida: elegir al nuevo Papa lo antes posible”, explicó Mila Fumini, historiadora gastronómica, en declaraciones a El Mundo. Aunque los detalles del menú son confidenciales —el personal del Vaticano firma un juramento de secreto—, se sabe que las comidas son frugales: pan, fruta, pescado, cereales y verduras al vapor dominan la dieta.
Te recomendamos
Alimentos prohibidos: sin rellenos ni frituras
Las restricciones van más allá del ayuno espiritual. Están prohibidos los alimentos rellenos, como empanadas o aves con relleno, para evitar que oculten mensajes secretos que puedan influir en las votaciones. Tampoco se sirven frituras, por su digestión pesada, ni espárragos, debido a las sustancias sulfurosas que liberan, inapropiadas para espacios cerrados como la Capilla Sixtina. Una alimentación austera para una misión trascendental: elegir al nuevo Papa.