Escandinavia se aleja de EE.UU.: Llamado a boicotear sus productos crece en la región

En Noruega, Suecia y Dinamarca crece el rechazo a productos de EE.UU. como respuesta a decisiones políticas recientes y declaraciones de Donald Trump.

El detonante fue una serie de decisiones del presidente Trump, incluida su polémica reunión con el mandatario ucraniano Volodímir Zelenski.
El detonante fue una serie de decisiones del presidente Trump, incluida su polémica reunión con el mandatario ucraniano Volodímir Zelenski.
Ilustración

En medio de tensiones diplomáticas y controversias políticas, crecen en los países escandinavos las campañas de boicot contra productos y marcas de Estados Unidos. El detonante fue una serie de decisiones del presidente Donald Trump, incluida su polémica reunión con el mandatario ucraniano Volodímir Zelenski y declaraciones que han provocado rechazo incluso entre aliados históricos.

Noruega, Suecia y Dinamarca han sido escenario de una respuesta social y empresarial que busca visibilizar el malestar ante lo que consideran una deriva autoritaria y arrogante por parte de EE.UU. Desde dejar de vender combustible a buques estadounidenses, hasta movimientos ciudadanos que promueven no consumir marcas icónicas como Coca-Cola, Tesla o servicios como Netflix. El mensaje parece claro: En el norte de Europa, ya no todo vale por comercio.

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El impacto se traslada al consumo y a las grandes marcas

La reacción no se limita a lo simbólico. En Noruega, una empresa de suministro marítimo anunció que dejará de abastecer a embarcaciones militares estadounidenses. Por otro lado, en Suecia, una encuesta reveló que casi 8 de cada 10 ciudadanos se plantea dejar de comprar productos norteamericanos. Por su parte, en Dinamarca, cadenas de supermercados comenzaron a identificar productos de origen europeo para facilitar elecciones “más conscientes”.

Empresas como Tesla ya han sufrido una caída en ventas de hasta un 30% en lo que va del año, y crecen los llamados a reducir el uso de plataformas como Gmail o redes sociales propiedad de firmas estadounidenses. Aunque algunos expertos advierten que el impacto económico será difícil de cuantificar en el corto plazo, coinciden en que el consumidor escandinavo es políticamente activo y dispuesto a cambiar hábitos de compra como forma de protesta.

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