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El libro de Nuestra Selva: cuatro cuentos que buscan revalorizar la cultura Yine y Matsigenka

Revalorizar las costumbres de nuestras comunidades nativas y respetarlas constituye un eje central en la construcción de un país inclusivo y maravilloso. En ese sentido, “El libro de Nuestra Selva” busca preservar y promover dos grandes culturas: los Yine y los Matsigenka. Se trata de una colección de cuatro cuentos, promovida por Pluspetrol, que alberga una serie de historias que representa a estas dos grandes comunidades de la selva del Bajo Urubamba (Cusco).

Desde la selva del Bajo Urubamba, en Cusco, existen dos comunidades nativas con mucha riqueza cultural: los Yine y los Matsigenka. A través de una colección de cuatro cuentos conoce más sobre sus costumbres y tradiciones.

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La cultura Yine

La población Yine está conformada por 8 mil habitantes que viven en el Alto Ucayali y Bajo Urubamba desde hace miles de años. Esta comunidad se comunica a través de la lengua yine, que significa “gente”, se trata de una de las 48 lenguas originarias del Perú.

Desde épocas muy antiguas, son conocidos por ser grandes navegantes ribereños y por vivir de la pesca, caza y siembra. Gracias a sus condiciones climáticas y a su suelo, son grandes productores de alimentos, como el plátano, la yuca, el camote, el algodón y el arroz.

En la cultura yine la figura de la mujer representa empoderamiento. Ellas pueden desempeñar las mismas actividades que los hombres, por ejemplo, pueden dedicarse a la caza o pesca. De igual manera, pueden elegir convertirse en maestras artesanas y trabajar en la creación de telares, si así lo prefieren.

Maestros tejedores

Los yine son reconocidos por ser grandes artistas. Las mujeres utilizan una técnica ancestral llamada ‘telar en cintura’, que les ayuda a fabricar diferentes prendas de vestir. Tanto los hombres como las mujeres utilizan la cushma, una prenda tipo túnica, tejida y pintada con diseños geométricos y con formas de animales representativos de la cultura yine. Los colores salen de frutos de la zona, el huito, por ejemplo, es un árbol que bota un líquido que sirve como tinte para telas (y para cabello).

Sus textiles están inspirados en distintos elementos de la naturaleza.
Sus textiles están inspirados en distintos elementos de la naturaleza. | Fuente: Pluspetrol

La mujer yine cumple un rol importante en la organización de la comunidad, sobre todo, en el mantenimiento de conocimientos ancestrales y en la cohesión del pueblo. Esto se ve reflejado en dos cuentos de “El libro de Nuestra Selva”, un libro que busca revalorizar y promover las costumbres y tradiciones de esta comunidad nativa.

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“El libro de Nuestra Selva”: cuentos de la cultura Yine

El libro consta de una colección de cuatro cuentos, dos de ellos están dedicados a preservar, revitalizar y promover la cultura Yine. Los cuentos “Shwamkalo, la araña tejedora” y “Tsla y los Muchkajines” ponen en valor las costumbres, tradiciones, y la gran riqueza cultural de los yine.

 

 

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“Shwamkalo, la araña tejedora”

El cuento narra el arte del tejido yine y busca revalorizar el trabajo a mano que realizan las mujeres. La historia comienza con la presentación de una araña tejedora, era pequeña, laboriosa y capaz de fabricar ropa muy hermosa. Vivía entre los algodonales y tejía su tela día y noche. Un día, la araña tejedora conoce a una señora que no sabía tejer y lo único que hacía era lamentarse porque no podía vestir a sus niños.

La mujer solía pasear por los algodonales y mirar a la araña mientras ésta tejía. Por varios días la mujer solo se quedaba mirándola como queriendo aprender, hasta que un día, se armó de valor y le dijo: “Por favor, enséñame a tejer”. Así inicia la historia de Shwamkalo, la araña tejedora, que se convierte en mujer para enseñar este hermoso arte.

La araña le dio un amuleto secreto a la mujer. Le pidió que trajera unas hojas de palmera y que fabricara un cesto grande y hondo. Le ordenó que pusiera en él todo el algodón que había almacenado y una vez que el cesto estuviera listo, debía colocarlo en la parte más alta de la casa y tirar el amuleto encima del algodón. Luego de tres días, encontraría la ropa lista para sus hijos, pero, antes de irse, le advirtió que no debía decirle a nadie sobre el amuleto, sino desaparecería para siempre.

Así pasó el tiempo, la mujer, sin mover un dedo, no dejaba de estrenar ropa nueva cada tres días, mientras que la araña hacía todo el trabajo. Sin embargo, el pueblo comenzó a preguntarse cómo la mujer que no sabía tejer podía hacer hermosas cushmas para su esposo, bellísimas faldas y ropita para sus hijos. La mujer sostenía que había practicado cada noche hasta haber dominado el tejido en telar de cintura, pero nadie le creyó.

El pueblo tramó un plan para que contara toda la verdad; prepararon un masato con yuca, maíz, germinado y camote, esperaron a que fermentara y se lo dieron a beber. A más días que el masato reposa, más alcohólico es. Por eso, cuando la mujer lo probó, rápidamente se mareó y terminó contando todo. Al finalizar la noche, el pueblo no se había quedado satisfecho con la historia de la mujer, y ella, tras revelar el secreto de la araña, lo perdió todo.

La araña le dijo: “Esto te pasa por desobediente, de ahora en adelante, empezarás a hilar y a tejer tus propios vestidos a mano”. Nunca más volvió a ayudarla. Sin embargo, la parte buena de toda esta historia es que la mujer aprendió a tejer y gracias a eso, las mujeres del pueblo yine son las mejores tejedoras de la Amazonía.

¿Qué aprendimos?

En el cuento, la araña nos explica la técnica ancestral llamada ‘telar en cintura’, que consiste en amarrar un lado del telar en la cintura de la mujer y el otro a un árbol, para poder así, tejer toda clase de prendas.

La típica prenda es la cushma, por lo que la araña dedicaba largas horas a la fabricación de esta vestimenta. El arte estaba en hacer los diseños y las figuras representativas de la cultura yine. Para las mujeres se hacen diseños más lineales, que representan las aves y las serpientes, mientras que, para los hombres, los diseños que utilizan son la huella del tigre y el otorongo.

Finalmente, la araña muestra cómo conseguir los colores para pintar los telares. Por ejemplo, si ella quería que el telar se pintara de rojo le echaba achiote, que son las semillas de un árbol del mismo nombre. En caso quisiera pintarlo de negro, le echaba jugo de huito o una raíz llamada tlipi, más un poquito de greda negra y listo.

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 “Tsla y los Muchkajines”

Narra el nacimiento de los primeros yine, una comunidad libre, fuerte e independiente. Hace muchos años, había una isula, una gigantesca hormiga que se caracteriza por su gran tamaño y por el aguijón que presenta en su abdomen, que se convirtió en mujer. Ella se casó con un hombre, quien anteriormente había sido un escarabajo. Ambos se enamoraron y ella quedó embarazada de trillizos, uno de ellos de nombre Tsla.

Desde la panza, los trillizos hablaban con su mamá y le pedían muchas cosas, como tomar miel de flores o pasear por el río. Un día, de tanto recoger flores, le picó una hormiga y molesta, dijo: “Ya no les daré más miel de flores”. Desde ese momento, los trillizos nunca más volvieron a pedirle nada.

El problema comienza cuando la mamá se pierde paseando por los alrededores. Al no recibir los consejos de sus hijos, tomó el camino equivocado, donde vivían los tigres. La mamá llegó hasta la casa de una tigresa grande y poderosa, mamá de doce tigres. La mamá tigresa le aconsejó que se escondiera durante la noche, porque si sus hijos llegaban a encontrarla, sería devorada. Ella se ocultó por un tejado; sin embargo, a la media noche, se asomó para ver cómo andaba todo, al momento de inclinarse, una gota de sudor cayó justo en la nariz de uno de los tigres, quien se despertó de inmediato y originó un gran alboroto.

La tigresa le había dicho que si sus tigres se despertaban tenía que bajar a rascarles el lomo y sacarles los piojos como ella lo hacía, pero en vez de comerlos debía morder un trocito de carbón. Sin embargo, al llegar al último tigre, se le había acabado el carbón y no se le ocurrió otra cosa que llevarse un piojo a la boca, morderlo y escupirlo. Esto no le gustó nada a los tigres y, entre todos, comenzaron a perseguirla. Cuando parecía que la agarrarían, la mamá se convirtió nuevamente en isula y se escabulló por el camino. En ese momento, los trillizos se transformaron en pajaritos y volaron muy alto para salvarse. Los tigres, desconcertados, se echaron a dormir.

El tiempo pasó, y los trillizos, convertidos en pajaritos, decidieron vengarse de los tigres. Tsla tuvo una gran idea: colocar palos de bambú alrededor del río Pongo, donde los tigres se bañaban. No fue una tarea fácil, pero a cabo de muchos días, lograron sacar punta a los palos de bambú con sus picos y construir una excelente trampa. Cuando aparecieron los tigres, los pajaritos se encontraban adentro del río, tomando un agradable baño. En ese momento, comenzaron a incitar a los tigres, quienes, uno por uno, fueron entrando a la poza.

Los tigres se quedaron atrapados entre los palos de bambú, la trampa había sido exitosa. Los trillizos aprovecharon para sacarles la piel y con ello, iban formando sus cuerpos de humanos: primero hicieron los brazos, luego formaron el pecho y, al último, las piernas. Ya convertidos en humanos, Tsla les dijo a sus hermanos que era momento de buscar un lugar donde vivir. Los hermanos hicieron sus propias armas para cazar animales y poder alimentarse, construyeron sus refugios y empezaron a formar sus propias familias.

¿Qué aprendimos?

En el cuento se resalta la gran diversidad de animales exóticas que existe en la comunidad. Desde peligrosos tigres, y preciosas aves, hasta escarabajos e insectos típicos de la zona, como la isula. Sin embargo, el principal propósito es el de resaltar la gran viveza y fortaleza de los yine; astutos y grandes cazadores. Un pueblo fuerte e independiente, capaz de trabajar en equipo para lograr grandes cosas.

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La cultura Matsigenka

Se trata del pueblo más numeroso del sureste peruano, con más de 10 mil habitantes, que habitan en la orilla del Bajo Urubamba y llegan hasta la boca del río Mishahua. Matsigenka es también la lengua originaria que hablan los pobladores. Esta puede traducirse como “ser humano”. Desde 2009 tienen un alfabeto oficial, que sigue promoviendo y revalorizando la lengua y fomentando el desarrollo sostenible y la alfabetización.

Son grandes pescadores, tejen sus propias redes o “tarrafas” y son capaces de atrapar a los peces que se encuentran en el fondo del río. Además, son reconocidos por su agricultura, en su hábitat crece muy bien la yuca, el maní y el plátano.

En el último siglo, los matsigenkas migraron a zonas de grandes ríos. Su lengua es una continua evolución y sus tradiciones deben ser preservadas,
En el último siglo, los matsigenkas migraron a zonas de grandes ríos. Su lengua es una continua evolución y sus tradiciones deben ser preservadas, | Fuente: Pluspetrol

La mejor fauna de la selva

Sus bosques son hogar de casi todas las especies de aves de la Amazonía: viven desde pequeños colibríes hasta poderosas águilas. En su territorio existen siete de las ocho especies de guacamayos que hay en Perú, entre ellos, el guacamayo rojo-verde y el de frente castaña.

También, cuentan con casi 20 especies de loros y pericos. Sin duda, esto se ve reflejado en dos cuentos de “El libro de Nuestra Selva”, un libro que busca revalorizar y promover las costumbres y tradiciones de esta comunidad nativa.

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“El libro de Nuestra Selva”: cuentos de la cultura Matsigenka

El libro consta de una colección de cuatro cuentos, dos de ellos están dedicados a preservar, revitalizar y promover la cultura Matsigenka. Los cuentos “Keatsi y el Chamán Valiente” y “La mamá equivocada” ponen en valor las costumbres, tradiciones, y la gran riqueza cultural de los Matsigenka.

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“Keatsi y el Chamán Valiente”

El cuento narra la historia de un chamán, un poderoso hombre con poderes mágicos que salva a la población Matsigenka de un terrible monstruo que habita en el gran río Urubamba. La historia inicia con la presentación del hombre más poderoso de la comunidad, un hombre con poderes, capaz de aparecer y desaparecer de cualquier lugar, el único que puede curar enfermedades y espantar todo lo malo. El chamán utiliza unas plantas mágicas, que son el ayahuasca, el toe y el tabaco, para preparar brebajes y poder agudizar sus poderes.

Un día, los habitantes de la comunidad de Nuevo Mundo, los Matsigenka, lo llamaron con urgencia. Un monstruo gigantesco de nombre Keatsi volteaba las embarcaciones y hacía desaparecer a los pobladores que intentaban cruzar el río Urubamba. Además, cada vez que una embarcación intentaba cruzar por el río, aparecía un enorme águila arpía que le pasaba la voz al monstruo para que éste atacara.

No era la primera vez que el chamán escuchaba esta historia, hace muchos años había visto su cabeza y grandes antenas, pero nunca imaginó que volvería para atacar al pueblo. Para los Matsigenka era muy importante cruzar por este río, así que el chamán comenzó a preparar sus brebajes mágicos. De pronto, tuvo una visión: se vio a sí mismo en medio del río Urubamba conversando con Keatsi, y pidiéndole que se vaya.

Durante su recorrido a Nuevo Mundo, el chamán se encontró con un otorongo, un venado, un guacamayo, una tarántula, y muchos árboles y plantas mágicas, quienes le dijeron que la única manera de llegar donde vive Keatsi es navegando por el río Urubamba.

Los preparativos para el encuentro con Keatsi demoró algunos días, pero finalmente llegaría el gran día. El chamán navegó por largas horas, hasta que, por fin, escuchó el silbido del águila arpía. El río comenzó a moverse rápidamente, originando remolinos, y supo que el monstruo estaba cerca. De pronto, asomó desde lo más profundo del río una de sus grandes antenas, en ese momento, el chamán tomó el brebaje que había preparado, el que le iba a permitir comunicarse con el monstruo, y le preguntó: “¿Quién eres tú?, ¿Por qué haces tanto daño?”. Keatsi parecía no entenderlo, así que el chamán, gritándole, le pidió que se fuera de ahí. El monstruo lo miró fijamente y el chamán entendió lo que ocurría: Keatsi no tenía a dónde ir.

El chamán le permitió quedarse en el río si prometía no hacer más daño. De ahora en adelante, el monstruo solo viviría en el fondo del río, así que mientras éste se hundía, el chamán consiguió una piedra gigante y con sus poderes mágicos logró tapar el pozo para que Keatsi no vuelva a salir jamás.

Al regresar a la comunidad, todos estaban muy contentos, el peligro había desaparecido… por el momento.

¿Qué aprendimos?

Se resalta la figura del chamán, un hombre con poderes mágicos, quien utiliza las hierbas y plantas de la zona de Nuevo Mundo para crear brebajes poderosos. Los Matsigenka poseen una gran variedad de plantas y árboles, que albergan en su interior grandes beneficios para la comunidad.

Por otro lado, se rescata una de las principales actividades de los Matsigenka: la pesca. Ellos son grandes navegantes ribereños, y el cuento menciona al gran río Urubamba, el río más extenso de la comunidad, la principal fuente de su alimentación.

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“La Mamá equivocada”

El último cuento de la colección narra la historia de un joven que desea encontrar una esposa y formar una familia, y la misión de una madre por evitar que eso suceda. El joven es parte de la comunidad de Nuevo Mundo, él, junto a su padre, cultivaba yuca, camote, plátano, piña, papaya y la sachapapa, que es un tubérculo parecido a la papa. También, compartían tiempo juntos cultivando plantas sanadoras y yerbas aromáticas. Al poco tiempo, su papá murió, y el joven tuvo que quedarse al cuidado de su mamá, la casa y la chacra.

Por mucho tiempo, vivieron solos; sin embargo, el joven deseaba conocer a una chica y formar su propia familia. Un buen día, el joven, como era de costumbre, se fue a trabajar a la chacra y se encontró con una linda paloma revoloteando entre las plantas. La paloma lo acompañó algunos días, así que mientras el joven descansaba pensó: “¿Por qué no se convierte en una persona para que trabajemos juntos y nos acompañemos?”. Con ese pensamiento, se fue a dormir. A la mañana siguiente, cuando llegó a la chacra, se dio cuenta que en lugar de la palomita había una chica muy bella.

Poco a poco se hicieron muy buenos amigos. El problema comenzó cuando el joven decidió llevarla a su casa para presentársela a su mamá, quien la miró de pies a cabeza y le ordenó a la chica que cumpliera con el trabajo de siembra y cosecha. Al principio, la chica lo hacía con gusto, pero con el tiempo se fue cansando, ya que la mamá la hacía trabajar más de la cuenta. Al poco tiempo, la chica desapareció.

El joven se quedó nuevamente solo, hasta que vio una araña tejedora entre las ramas de la yuca. Nuevamente pensó en que le gustaría que se convirtiera en una persona para que lo acompañara. A la mañana siguiente, cuando llegó a la chacra, en lugar de la araña tejedora encontró a una hermosa mujer. Se hicieron amigos y cada tarde iban al puerto a mirar cómo se ocultaba el sol. Hasta que… la presentó con su mamá. Al igual que con la anterior mujer, la mamá la obligó a tejer todo el día. La muchacha tejía sin parar, hacía ropa para ella y para su amigo, pero con el tiempo, se fue cansando. Finalmente, la araña tejedora desapareció.

Nuevamente volvió a estar solo. El joven, muy apenado y casi sin fuerzas para trabajar, vio una planta de huasaí, con sus hojas largas como cabellos. Sin rendirse, el joven deseó que se convirtiera en una mujer para que se quede a su lado. Al día siguiente, fue directamente hacia donde crecía la plata de huasaí y en su lugar se encontró que una mujer linda. La mujer lo ayudaba a cosechar frutos y a recolectar frutas. Pasó el tiempo y el joven la llevó a su casa, donde conocería a su mamá. Como era de esperarse, la mamá la obligó a sembrar, cosechar y tejer toda la ropa. La nueva chica trabajaba día y noche en las diferentes actividades, siempre lo hacía con una sonrisa. Ella sembraba y cosechaba la yuca y los plátanos, preparaba el masato más delicioso del mundo, recolectaba algodón y tejía ropa muy bonita.

Pasaron los meses, y los jóvenes tuvieron un bebito. Al fin había conseguido la familia que tanto deseaba. Hasta que un día, su esposa de largos cabellos, dejó a su bebito en casa porque tenía que preparar masato. Cuando regresó, encontró a su hijo solito y muy asustado porque la mamá en vez de cuidarlo se había echado a dormir. La esposa se enojó mucho y se marchó.

El joven, molesto con la mamá, se armó de valor y decidió ir tras su esposa e hijo. Luego de varios días, finalmente los encontró y pidió disculpas por el comportamiento de su madre. En ese momento, el padre de su esposa apareció y le pidió que cerrara los ojos. Cuando los abrió, estaba en un mundo diferente, mágico. Allí se quedó para siempre, con su esposa de largos cabellos y su hijo.

¿Qué aprendimos?

Nuevo Mundo es una comunidad que posee un suelo maravilloso, lo que se ve reflejado en el cuento, pues se resalta los diferentes alimentos que siembran y cosechan, como la yuca, el plátano, el camote y la piña, así como las plantas sanadores y yerbas mágicas que alberga su tierra.

Además, el cuento busca revalorizar la increíble fauna de los Matsigenka, desde aves hermosas, pues en sus bosques habitan casi todas las especies de aves de la Amazonía, hasta las típicas arañas tejedoras.

Como los yines, los matsigenkas son grandes contadores de historias vinculadas a la tierra, el agua, la luz, el sol o la luna
Como los yines, los matsigenkas son grandes contadores de historias vinculadas a la tierra, el agua, la luz, el sol o la luna | Fuente: Pluspetrol

“El libro de Nuestra Selva” alberga las tradiciones y costumbres de dos comunidades nativas con mucha riqueza cultural: los Yine y los Matsigenka. A través de estos cuentos se busca revalorizar y promover la riqueza de esta gente, así como sus actividades productivas, su arte y su lengua. Si quieres descargar estas historias ingresa a lenguaslegendarias.pe

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