Cuando la ética ilumina a la educación
En una época saturada de novedades pedagógicas y soluciones estandarizadas, la ética reflexiva emerge como una salvaguarda intelectual indispensable. Más que un código de conducta, constituye una lente crítica que faculta al docente para sospechar de los dogmas contemporáneos y detener la repetición acrítica de modelos ajenos a su realidad. Esta vigilancia filosófica impide que el aula se convierta en un campo de experimentación ciega, recordando que ninguna teoría universal debe imponerse sobre la singularidad del acto educativo y sin un previo y riguroso escrutinio de sus fines.