La mujer emprendedora es independiente, creativa, optimista. Desafía al destino. Se propone retos ante la adversidad y persiste en su objetivo hasta que lo consigue. Se caracteriza porque siempre busca aprender más, es proactiva y no se conforma.
No hay duda de que las peruanas son emprendedoras, pero lo que siempre destaca de ellas es esa habilidad innata para negociar, realizar varias tareas al mismo tiempo y lograr resultados eficaces. Sin embargo, en el camino del emprendimiento y desarrollo económico, las mujeres aún se enfrentan a trabas sociales que las desalientan y que, a veces, terminan por frustrar buenas ideas que las podrían insertar en el mercado laboral.
Estas trabas están relacionadas a los roles de género propios de la división sexual del trabajo; es decir, pensar que las mujeres sólo pueden realizar ciertos trabajos a diferencia del hombre; al miedo al fracaso o a las dificultades que experimentan a la hora de acceder al crédito por falta de orientación especializada.
En el Perú existen 1’480,680 micro y pequeñas empresas lideradas por mujeres, según el Ministerio de la Producción. La mayoría de estos emprendimientos femeninos se inician por necesidad, ya que su salario no es suficiente, están desempleadas o tomaron la decisión de buscar otra nueva alternativa para su vida laboral.
“Las mujeres tienen ganas de emprender, pero les cuesta porque crecen en una sociedad que les dice ‘esto no es para ti’. El liderazgo femenino en la microempresa permite que 8 de cada 10 mujeres emprendedoras impulsen el crecimiento en su familia”, señala Maria Alejandra Chirinos, líder de Mujeres Emprendedoras BCP.
El optimismo y la innovación son algunas de las cualidades de las peruanas emprendedoras, que demuestran día a día que querer un negocio propio siendo estudiante, trabajadora, madre o esposa, sí es posible. Y para alcanzar el éxito, no queda duda de que se debe ser responsable, perder el miedo a fracasar, saber aceptar críticas y estar en un constante aprendizaje.
A continuación, sólo algunos ejemplos de mujeres emprendedoras que han tenido que reinventarse debido a la pandemia de la COVID-19, pero que han seguido con la misma motivación que tenían desde el primer día.
Veka, de fiesta a casual
Verónika Gutiérrez es empresaria, tiene 49 años y es madre de tres hijos. Debido al estado de emergencia por la COVID-19 tuvo que cerrar el taller y tienda de vestidos de fiesta que tenía en el emporio de Gamarra. Sin embargo, la pandemia no la detuvo. Si bien, vivió cuatro meses con cierta angustia, su resiliencia la llevó a mantener la serenidad, esperando que una nueva oportunidad apareciera.
“Emprender no es fácil. Necesitas una persona que te oriente y te empodere en lo que haces. Ahora utilizo las redes sociales y, con el apoyo de mi hija, yo sigo confeccionando ropa. Si bien ya no es de fiesta, si no casual, siento que nos estamos levantando de la caída”, comenta.
Veronika recuerda que cuando decidió renunciar a su trabajo estable y quiso dedicarse a la confección se enfrentó con el prejuicio de ‘el hombre al trabajo y la mujer a la casa’. “El primero que creyó que no podía tener éxito en las confecciones fue mi exesposo, pero los prejuicios no me pudieron vencer”, señala.
Warmichic, el emprendimiento impredecible
Por su parte, la diseñadora gráfica Qarla Quispe, ha logrado transformar las polleras andinas en una prenda femenina de uso masivo, logrando así toda una revolución de la moda en el mercado.
Con 36 años y habiendo estudiado en Bellas Artes, decidió emprender en respuesta a la discriminación y el racismo contra la mujer andina en Lima y sus polleras han comenzado a ser admiradas en el extranjero. “Al escuchar que Lima estaba ‘invadida por provincianos’, me propuse confeccionar una pollera limeña. Primero lo plasmé en papel y luego en tela”, revela.
Lo que al principio fue una colección de arte se convirtió en un emprendimiento impredecible. “Hice polleras y alquilé una tienda. Mis amigos me decían que no había forma de vender polleras en Miraflores. Sin embargo, durante cuatro años la venta de polleras se disparó”, señala.
Sus diseños le han permitido viajar por el mundo y llegar hasta África. Ahora da charlas y participa en diversos talleres sobre innovación contando las bondades de su emprendimiento.
“Emprender no es fácil. En el mundo de los negocios a veces nos aíslan por ser mujeres. Se piensa que no podemos hacer las mismas cosas como los hombres. Es un problema educativo”, afirma.
Las joyas de Juanita
Juanita Paz tiene 27 años y es madre soltera. Solía vender ropa en una tienda importante de Piura, cuando observó que a sus clientas les gustaba combinar los vestidos que le compraban con varios accesorios. Así que aprovechó la oportunidad y empezó a diseñar aretes y sortijas y se las ofreció a sus amigas. Le fue tan bien que tiempo después renunció a su trabajo y decidió abrir su primera tienda de joyas.
La pandemia no le ha restado optimismo ni seguridad para continuar vendiendo las joyas que ella misma diseña, con un acabado que la distingue de las demás. Sabe, como buena emprendedora, que de las crisis siempre se puede aprender algo nuevo y confía en que llegará lejos. “Para emprender tienes que ser fuerte y positiva. La COVID-19 no me ha podido detener. Me estoy reinventando y ahora utilizo las redes sociales para ofrecer mis joyas y me va bien”, refiere.
Resiliencia es la clave
En el mundo del emprendimiento una idea puede ser brillante y tener un objetivo claro, pero la falta de capital puede paralizar cualquier proyecto.
Milagritos Rucoba tiene 39 años y todo lo que sabe sobre costura y diseño lo aprendió por internet viendo tutoriales. La ropa para niños que fabrica son vendidos a nivel nacional e incluso tiene pedidos desde el extranjero, pero no puede enviarlos por falta de capital.
“Tengo pedidos del extranjero, pero me piden certificado de exportación y no lo tengo por falta de dinero. Necesito registrar la marca de mi producto y hasta ahora no puedo. Por eso digo que no es fácil ser emprendedora”, sostiene.
Aly Mendoza, por su parte, estudió para ser enfermera, pero comenzó a vender muebles cuando tuvo su primer hijo. En la actualidad, ha logrado combinar ambas facetas y se dedica a diseñar adornos y muebles para bebés. En diez años ha logrado organizar no solo un negocio sino una empresa con enormes proyecciones.
“He pasado de todo. Como mujer superé los peores momentos enfrentando a quienes creían que una mujer no es capaz. A mí me decían ‘a ver si puedes’. Hasta mi pareja se puso pesimista”, refiere. Gracias a su perseverancia y la capacidad de enfrentar todo tipo de desafíos su emprendimiento sigue creciendo.
La resiliencia es la clave de cualquier emprendimiento, pero en el caso de las peruanas emprendedoras, esta va siempre acompañada de empuje, creatividad y optimismo. Y sobre todo de coraje, cuando deben enfrentar barreras tan arraigadas como los estereotipos de género en el trabajo. Es esa fortaleza la que las vuelve unas mujeres de cambio.
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