El prolapso es una afección frecuente, afectando a un 30 a 50 % de las mujeres a lo largo de su vida. Estadísticamente, en los Estados Unidos un 11% de las mujeres se va a operar de esto en algún momento de su vida. Hasta hace poco tiempo, el tratamiento quirúrgico era poco efectivo ya que de cada 3 pacientes operadas, una volvía a presentar prolapso después de un tiempo. Hoy en día, con las nuevas técnicas, estas recurrencias se han vuelto mucho menos frecuentes.
¿Qué es el prolapso?
Se produce por una pérdida en la sustentación de los órganos pélvicos que van empujando las paredes vaginales hacia afuera. En sus fases iniciales, la vagina se acorta, y en sus fases finales, queda totalmente hacia afuera, como un bulto entre las piernas. Por dentro de ese bulto visible, pueden estar diversos órganos pélvicos, como la vejiga, el útero, el recto, etc. Los principales factores predisponentes del prolapso son la genética, el envejecimiento, el número de partos y la dificultad de los mismos, además, la falta de ejercicios que tonifiquen la musculatura pélvica y factores que aumentan la presión intra abdominal, como el estreñimiento y la tos crónica.
Los órganos pélvicos (útero, vejiga, recto, etc.) se mantienen en su sitio apoyados y sujetos por varios tipos de tejidos, principalmente músculos, fascias y ligamentos.
Imagínese descansando en una hamaca en su cuarto, usted sería el útero, el piso del cuarto serían los músculos, la hamaca sería la fascia y los ligamentos serían los que sostienen la hamaca en la pared. Si hay algún problema con cualquiera de esos 3 elementos, usted se cae.
Y los problemas de estos elementos surgen -por ejemplo- cuando se fuerzan al máximo, como en el momento del parto, donde el paso del bebé estira y fuerza tremendamente las estructuras. Esto puede producir, en algunas pacientes, que se rompan o que sufran daños que no se recuperen totalmente después. Pasa sobre todo con partos complicados (bebés grandes) o cuando hay varios partos. Con la edad también los tejidos van perdiendo fuerza y elasticidad, haciendo más frecuente la incidencia de prolapsos.
¿Qué molestias puede dar?
Eso depende del grado y de cada paciente. Los prolapsos pequeños usualmente no generan molestias ni requieren tratamiento. Los prolapsos más grandes pueden dar sensación de bulto vaginal, molestias para evacuar, problemas para orinar (tanto de escape involuntario de orina como de chorro débil), dolor pélvico, problemas para tener relaciones sexuales, etc.
Si la vagina se puede desplazar hacia adelante y se vuelve externa, la mucosa vaginal usualmente se reseca y puede ulcerarse y/o infectarse.
La queja más frecuente es la de bulto vaginal. Las otras van cambiando de acuerdo a cada paciente y su grado de prolapso.
Hay medidas de prevención y medidas de tratamiento, que pueden ser quirúrgicas y no quirúrgicas.
Las medidas de prevención consisten en evitar, dentro de lo posible, los factores predisponentes al prolapso. En otras palabras: tener atención especializada en el momento del parto, hacer ejercicios que aumenten el tono de la musculatura pélvica (Ejercicios de Kegel), evitar las siguientes cosas: estreñimiento y tos crónica, ejercicios de cuclillas cargando peso, cargar pesos exagerados y, finalmente, evitar la obesidad. Hay otros factores como el envejecimiento o la genética que no son modificables.
El tratamiento conservador. Se basa en el uso de pesarios, que son unos dispositivos usualmente de silicona que son introducidos en el fondo de la vagina y que, por su peso, mantienen el tejido en su sitio. Hay de muchas formas (donut, anillo, cubo, chupón, etc.) tamaños y pesos. Y hay que escoger el que mejor se adapte a cada paciente de acuerdo al problema que tenga y al tamaño de su vagina. En nuestro país no tenemos estos productos. Su uso es de bajo riesgo, aunque puede llevar a ulceraciones de la mucosa vaginal, infecciones, etc.
El tratamiento quirúrgico. Ha mejorado muchísimo en los últimos años. Durante largo tiempo no entendimos bien las causas de cada tipo de prolapso y, en consecuencia, tratábamos todo de la misma manera y las operaciones fallaban con frecuencia, habiendo algunos reportes que señalaban hasta un 40 a 50 por ciento de recurrencia.
Hoy en día, por suerte, esto ha cambiado. Las nuevas cirugías, que usualmente son laparoscópicas o vaginales, es “sito específicas”, es decir, corrigen específicamente la zona dañada y producen muy buenos resultados que se mantienen en el tiempo. Normalmente no se usan mallas, salvo para los casos de incontinencia de orina y otros pocos.
Hay operaciones que podemos hacer hasta con sedación y anestesia local y con las que hemos curado a un buen grupo de pacientes de más de 80 años que antes hubieran sido consideradas inoperables, a las que les hemos devuelto la calidad de vida.
Recuerde entonces, el prolapso es muy frecuente y muchas veces no requiere tratamiento. Pero si está dando molestias y disminuye la calidad de vida, hoy tenemos cirugías muy efectivas, con una rápida recuperación y que usualmente mantienen su resultado en el tiempo. Y pueden ser hechas en casi todas las pacientes, sin importar usualmente su edad.