En la ciudad de Huancayo se puso en escena ´Esperando a Godot´, de Samuel Beckett, una de las más importantes obras del teatro moderno.
El frío es más intenso que de costumbre y amenaza con empeorar con la lluvia que está pronta a caer. El teatro es formidable, pero sus paredes peladas no hacen más que empeorar la sensación de brisa helada recorriendo la galería.
El teatro, el gran teatro, suele verse únicamente en lugares cuyos nombres van antecedidos por la frase “muy lejos de acá”. Pero “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett, se pudo poner en escena, por fin, en Huancayo.
En tanto, las gentes ingresan al teatro, una sensación de calidez recorre los palcos, pero sensación al fin, pronto se esfumará junto con los últimos resquicios de luz para dejar iluminada, únicamente, la parafernalia del escenario.
La puesta en escena de esta pieza teatral, fundamental en la dramaturgia mundial del siglo XX, la hizo el grupo Artescen, que llegó desde Chiclayo y ofreció una única función, y en un teatro —el del Colegio Andino, el único de Huancayo— que le fue cedido gratuitamente en nombre del arte.
La mayoría de las puestas en escena de esta pieza teatral pone a un par de vagabundos masculinos como protagonistas: Vladimir y Estragón. Pero esta vez, Carlos Mendoza, el director de este montaje, ha optado por poner a dos actrices en esos papeles, y les cambió el nombre por Gogó y Didí, tal cual aparece en una traducción hispana del libro.
Junto con Eugene Ionesco y —más recientemente— con Harold Pinter, Samuel Beckett revolucionó el teatro. Ya no eran tramas clásicas las que se veían en escena, sino mundos alternos que exploraban la perplejidad del alma humana.
Pronto el frío es tal —pues para empeorar las cosas, el invierno huancaíno empieza a golpear con más fuerza este año—, que sobre los abrigos, bufandas y guantes, las gentes se frotan los brazos, con disimulo y cuidado, para no hacer ruido.
El fin del primer acto, con la consiguiente oscuridad, deja al auditorio en silencio, apenas interrumpido por dudosos aplausos, y de vez en cuando, por el timbre de algún celular.
El teatro deja nuevamente aclararse las luces y la función continúa. Es el fin de la ficción, llevada a las tablas, y convertida en sueños efímeros bajo la mirada de público ensimismado por las quimeras.
Por: Juan Carlos Suárez
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