Lee Chandler es casi un hombre muerto. Lee se encarga del mantenimiento de edificios, vive solo y con poco en una pequeña habitación, rechaza cualquier acercamiento de una mujer, se pone violento con el alcohol, y hace años ha dejado atrás la ciudad en la que creció y fue feliz. Una tragedia de su pasado hizo que su vida acabara en ese instante. Y no quiere volver. Pero debe hacerlo porque su hermano mayor ha fallecido de un problema cardiaco y ahora Lee debe hacerse cargo de su sobrino adolescente. Así comienza Manchester junto al mar.Esta es una película sobre cómo vivir con el dolor, no sobre cómo superarlo. Kenneth Lonergan, el director y guionista de la película, elige que Lee Chandler (interpretado de gran forma por Casey Affleck) vuelva a Manchester-by-the-Sea, un pueblo del estado de Massachusetts, para reencontrarse con la antigua casa familiar, con su ex esposa, con un sobrino que ya no es el niño que él dejó (pero que es su única ancla afectiva), con los viejos vecinos que ahora lo ven con recelo. Pero este es un regreso en el que Lee no busca que lo perdonen. Su convivencia con el dolor es larga y es su estado natural, no parece haber nada que cambie eso. El nuevo conflicto empieza cuando se entera que en el testamento de su hermano ha sido elegido como tutor de su sobrino. Es esa responsabilidad, el estar forzado a construir una relación paterna, y la posibilidad de tener que volver para siempre a esa ciudad de la que escapó, lo que lo confronta con el pasado de una forma que ya no creía posible. Es allí cuando vemos filtrarse poco a poco en el presente de la historia eso que ocurrió y que cambió la vida de Lee para siempre. El golpe es mayor porque en la historia tanto el pasado como el presente avanzan como si fueran un mismo tiempo, y sin ruidos porque el director prefiere tomar una respetable distancia. Es como si estuviéramos asistiendo a un funeral. Por allí alguien se ríe para eliminar tensiones (la película tiene momentos de humor nada forzados), otros lloran, otros tratan de buscar consuelo, pero la mayoría está en un estado de no saber qué hacer. Así es como se comportan los personajes de Manchester junto al mar.Un director menos hábil preferiría que el drama estalle, que uno se conmueva a la fuerza, pero Lonergan prefiere que todo eso esté contenido en la figura de Casey Affleck, en su postura, en su mirada, en su forma apurada de hablar, en su silencio que concentra sentimientos tan complejos que no se pueden decir.El regreso a Manchester es también el reencuentro de Lee Chandler con una geografía donde soplan vientos fuertes, donde el invierno se ha instalado para calar en sus habitantes, pero en el que todavía se pueden tomar botes y veleros para contemplar el mar, y allí en el silencio, encontrar una razón para vivir.