Rosa Chumbe es una policía atrapada en la rutina de una vida oscura. Lleva el uniforme como un pesado castigo, pide un menú que come sin gusto, compra siempre la botella de ron más barata para que cada noche acabe en un sueño profundo, ebrio, inconsciente. Juega también en máquinas tragamonedas en espera de que llegue el día de su suerte. Y nada más.Pero Rosa Chumbe (Liliana Trujillo) también es madre y abuela. La película cuenta cómo Rosa está peleada consigo misma, pero también con su hija Sheyla (Cindy Díaz), una joven que vive con ella y que cría un bebé del que casi nunca se hace cargo. Esta fractura familiar es el eje de la historia, pero no porque se trate de curar la herida sino porque cada vez se abre más. Lo que seguimos es el recorrido diario de Rosa y de Sheyla, dos mujeres solas que no pueden estar juntas. Aquí no hay intentos de reconciliación, confesiones filiales, nadie pide ayuda. Sheyla deberá tomar una decisión que podría cambiar su vida y ante su ausencia Rosa deberá asumir la crianza de su nieto. O al menos intentarlo.Esta es una cinta peruana atípica para la cartelera comercial. Ante tantas películas que suponen que una historia solo se entiende con muchas palabras y mucho ruido, el director y guionista Jonatan Relayze cuenta esta historia desde el silencio y el dolor contenido. Desde lo que no se puede decir. Liliana Trujillo -en una de las mejores actuaciones del cine peruano- encarna a una mujer que se ha detenido, que vive el mismo día y lo vive sin ganas de nada. Y aunque esta vida es un remolino de pesares, Relayze no fuerza el llanto ni cae en miserabilismos porque en el fondo quiere a su personaje y quiere que exista algo que la salve. Rosa solamente ríe cuando ve al Gordo Casaretto -como un ser de otra galaxia- contar chistes en la televisión. Y esa risa es lo más auténtico que ella tiene.Esta es también una película sobre Lima. La ciudad es un personaje más, que acompaña y envuelve con su caos el rumbo de Rosa y de su hija. Se siente, se escucha y huele a calle. Es una mirada realista en la que se reconocen lugares para tomar caldo de gallina, carteles, esquinas. La banda sonora de la película son las voces de vendedores ambulantes, el claxón de los buses y combis, los cantos de la procesión del Señor de los Milagros en la que Rosa se pierde como en un laberinto. Pero en Lima, tan fracturada y gris como las pratagonistas de esta historia, todavía existe lugar para la fe, para creer que todo cambiará.