Una búsqueda de las ranas del género Atelopus en la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) muestra 98 resultados. Por lo menos, la tercera parte figura en Peligro Crítico de extinción y tres aparecen como posiblemente extintas.
Sus poblaciones se están reduciendo principalmente por la presencia del hongo Batrachochytrium dendrobatidis que causa la quitridomicosis; además de la pérdida de hábitat y el cambio climático. Por eso, el descubrimiento de una nueva especie de rana arlequín, denominada Atelopus moropukaqumir, en la región Ayacucho, en Perú, significa una esperanza para este género.
“Entre todas las especies de ranas, las arlequines son las más vulnerables. De las casi 100 especies que existen, alrededor de 65 no se han visto por lo menos en 20 años”, dice Alessandro Catenazzi, científico del departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Internacional de Florida.
El descubrimiento ha sido descrito en el documento científico Una nueva especie de Atelopus (Anura: Bufonidae) del sur de Perú, publicado recientemente en la revista de investigación científica Zootaxa.
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Una nueva especie para la ciencia
La nueva especie para la ciencia llamada Rana arlequín de Ayacucho (Atelopus moropukaqumir) fue hallada en una quebrada del bosque nublado del distrito de Anchihuay, en la ruta hacia el VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro), zona poco explorada debido a la presencia de cultivos ilegales de coca y del narcotráfico.
La herpetóloga Valia Herrera descubrió los primeros ejemplares de esta ranita cerca de un riachuelo. Eran alrededor de las 8 de la noche y varios individuos estaban en un ritual de cortejo. “Cuando las vi, me di cuenta que se trataba de una Atelopus. Inicialmente pensé que era el erythropus, una especie que no se ve hace 20 años. Así que colectamos a uno de ellos”, cuenta Herrera, autora principal de la investigación.
Herrera formaba parte de un equipo de científicos que apostó por realizar un inventario sobre la biodiversidad en una zona de bosques nublados de Anchihuay, cerca del valle del río Apurímac, en Ayacucho. “Se eligió esa zona porque no existía registros de su biodiversidad. Es un lugar con vacío de información en cuanto a fauna silvestre”, señala Herrera, investigadora del departamento de Herpetología del Museo Nacional de Historia Natural de la Universidad San Marcos.
En la expedición también participaron Vladimir Díaz y Cesar Rodolfo, ambos del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho; y Ernesto Castillo, del museo de San Marcos; así como científicos especializados en aves y mamíferos.
Herrera cuenta que, durante la expedición de noviembre de 2018, apenas lograron tener conexión a Internet enviaron la fotografía de la ranita al herpetólogo Alessandro Catenazzi, quien ha investigado sobre la erythropus, especie que habitaba en el sur de Perú, y que vio por última vez en la Reserva Nacional del Manu (que luego sería declarada parque nacional) y en el Santuario Nacional Megantoni a inicios de este siglo.
Catenazzi confirmó que no se trataba de la especie que no habían visto por años. Era casi un hecho que habían encontrado una especie nueva para la ciencia. Los estudios posteriores confirmaron las sospechas.
Según la descripción del paper publicado en Zootaxa, la Atelopus moropukaqumir se distingue fácilmente de otras especies por su tamaño pequeño y sus numerosos conos de color verde grisáceo que cubren las superficies dorsal y lateral del cuerpo, las numerosas manchas rojas, además del color rojizo en las manos, pies y vientre.
“Durante el día están en las zonas bajas, pero al llegar la noche se van hacia las montañas. Creemos que viven en las montañas, pero bajan a las quebradas para la reproducción”, cuenta Herrera, quien asegura que en las dos expediciones que hicieron a la zona encontraron una relativa abundancia de la especie.
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La presencia del hongo quítrido
“Es la primera vez que se encuentra una rana arlequín en Ayacucho”, dice Catenazzi, coautor de la publicación. El herpetólogo cuenta que se han reportado Atelopus en zonas de selva y ceja de selva, también en Puno y Cusco, incluso en bosques secos de Cajamarca y La Libertad. “Las probabilidades de la presencia de Atelopus en esta ruta al VRAEM eran altas porque la distribución de este género es continua”, precisa.
Las ranas arlequín están presentes en gran parte de América Latina, desde Costa Rica hasta Bolivia. “Actualmente hay 19 especies de Atelopus reconocidas en Perú, pero el conocimiento sobre la variedad de estas especies en el territorio peruano está lejos de completarse”, indica el estudio.
Las pruebas que se hicieron para detectar el hongo Batrachochytrium dendrobatidis —quítrido— dieron como resultado la presencia de este en el 15 % de los individuos que fueron testeados. Un segundo análisis en ranas de la zona que incluían a la nueva especie de Ayacucho indicó la prevalencia del hongo en el 7 % de los individuos, señala el paper.
“La presencia del hongo en esta población podría ser una mala noticia. Sin embargo, los niveles de infección que hemos encontrado son bajos. Esto podría indicar que la especie ha sobrevivido a esta enfermedad y ha desarrollado resistencia a la misma. Al parecer el hongo no las está matando”, explica Catenazzi, quien realizó las pruebas moleculares a esta especie para evaluar el nivel de infección por este hongo. El herpetólogo también realizó las pruebas genéticas para comprobar que se trataba de una nueva especie.
Catenazzi explica que las concentraciones de Batrachochytrium dendrobatidis encontradas en las ranas arlequín de Ayacucho estaban por debajo de las 10 esporas, una cifra baja que indica la presencia del hongo, pero no de la enfermedad. “Cuando los animales tienen los síntomas de la quitridomicosis los valores están por encima de las 10 000 esporas”, precisa.
La desaparición de varias especies de Atelopus —como erythropus y tricolor— en las últimas tres décadas están relacionadas con la presencia del quítrido en sus hábitats, que arrasaron con estas especies en los bosques nubosos del sur de Perú a principios de la década de 2000.
“En el contexto de graves disminuciones de población, extirpaciones y posible extinción de las ranas arlequín de montaña, nuestro descubrimiento de esta población en el sur de Perú es significativo y renueva las esperanzas de persistencia [del género]”, dice en el documento académico.
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Una zona poco explorada
“En Perú hay muchos lugares no estudiados. Especies nuevas por descubrir porque siempre hay una montaña aislada y lugares por explorar”, dice Pablo Venegas, curador de la colección científica de anfibios y reptiles del Centro de Ornitologia y Biodiversidad (Corbidi).
Venegas comenta que la zona de Ayacucho donde se encontró esta nueva rana arlequín no ha tenido exploración biológica debido a la presencia del narcotráfico. “Son lugares complicados porque no hay presencia policial”. Sin embargo, menciona que para la instalación del gasoducto del gas de Camisea se han realizado inventarios en algunas zonas del VRAEM y se han encontrado nuevas especies. “En los últimos diez años se han encontrado dos especies de lagartijas en el VRAEM como resultado de los monitoreos a las líneas del gaseoducto”.
El investigador de Corbidi comenta que aún existen especies de Atelopus que no han sido descritas y que están en colecciones de museos. “Deben ser entre 5 a 8 especies que son nuevas para Perú y que aún no han sido descritas. Muchos Atelopus fueron colectados hace varios años y aún no se saben mucho de su taxonomía, su historia natural y su ecología”, precisa Venegas.
“Descubrir la biodiversidad que vive con nosotros en este planeta es muy importante. En la época del Antropoceno, la Sexta Extinción, muchos organismos están desapareciendo antes de tener la oportunidad de conocerlos”, dice el científico alemán Edgar Lehr, investigador y profesor del departamento de Biología en la Universidad Wesleyan de Illinois, Estados Unidos.
Lehr, quien ha recorrido en varias oportunidades el Perú, señala que los Andes son un hotspot de biodiversidad. “Hay especies endémicas y especies desconocidas en todas partes. Cualquier actividad humana —agricultura, minería, ganadería— tiene un impacto en esta diversidad. Sin embargo, los humanos también tienen que vivir. Es importante encontrar el equilibrio entre la protección de la biodiversidad y la producción de bienes para el consumo humano”, asegura.
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