El planeta se encuentra en emergencia climática. La ciencia ha asegurado que la velocidad con la que se deterioran los ecosistemas no tiene precedentes en la historia de la humanidad y que el problema es de tal magnitud que un millón de las casi 8 millones de especies de animales y plantas que existen en el mundo están en peligro de desaparecer. Las tres cuartas partes del medio ambiente terrestre están deterioradas y aproximadamente el 66 % de los océanos ha sido alterado de manera significativa producto de las actividades humanas.
Lo irónico de este escenario es que el ser humano depende precisamente de ecosistemas estables y saludables para poder sobrevivir. Detener entonces la devastación del Planeta es urgente para asegurar nuestra propia existencia. Es por eso que este 2020 ha sido catalogado como un "Súper año" para la biodiversidad, en el que “tenemos una oportunidad real de doblar la curva de la pérdida de la naturaleza”, señala Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
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Diversas reuniones se llevarán a cabo este 2020 para evaluar avances en los compromisos adoptados hasta ahora y acordar nuevos tratados para proteger ecosistemas que todavía se encuentran desatendidos como es el caso de altamar. Pero, además, este es un año clave, pues entra en vigencia el Acuerdo de París —firmado en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21) en el 2015—, lo que significa que los países tendrán que demostrarle al mundo que los compromisos climáticos asumidos pueden evitar que la temperatura del planeta se eleve por sobre los 1,5°C respecto al período preindustrial.
De no lograrlo, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, advirtió “un efecto dominó en cada gran desafío que enfrenta la humanidad, […] pérdida de vidas debido a emergencias climáticas” y un retraso drástico de la economía global.
En este contexto, el Día Mundial de la Vida Silvestre se celebra hoy bajo el lema "Garantizar el sostenimiento de la vida en la Tierra" y Mongabay Latam rescata cuatro esfuerzos científicos para salvar a cuatro especies de la extinción.
Colombia: nuevos bosques para el oso de anteojos
Este animal (Tremarctos ornatus), catalogado como Vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), habita los bosques andinos, los bosques altoandinos y los páramos desde el oeste de Venezuela hasta el norte argentino. En Colombia, el 70% de la población vive en los Andes, en una zona donde los bosques se han reducido drásticamente. Esta situación genera un conflicto entre esta especie y los productores ganaderos de la zona, pues cuando hoy uno de sus animales es atacado, asumen que son los osos los responsables, explica el científico Mauricio Vela. Esto constituye una amenaza importante para la supervivencia de los osos.
“Hay una creencia errónea entre campesinos y ganaderos que piensan que los osos atacan a los animales domésticos”, dice Vela. Sin embargo, el experto asegura que del 100% de los casos, "el 99% no son ataques reales sino por los hábitos carroñeros del oso”. Es decir, los osos suelen alimentarse de la presa cuando esta ya está muerta, pero cuando el campesino llega a "revisar el ganado ve al oso comiéndosela y cree que es el atacante”, precisa el investigador.
Para enfrentar este y otros problemas surge el proyecto ‘Conservamos la Vida’, una alianza público privada entre la Fundación Grupo Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia y WCS Colombia que se desarrolla, desde hace cinco años, en la zona cafetera situada en los alrededores del Parque Nacional Natural Tatamá. A través de acuerdos de conservación, el proyecto promueve que algunas áreas destinadas al cultivo de café sean liberadas, para permitir así que el bosque se recupere. A cambio, el proyecto compensa a los productores con el mejoramiento de su sistema productivo.
“Les decimos: ‘a cambio de que usted me libere tres de las 10 hectáreas que tiene, yo le ayudo a mejorar la producción en las otras siete’ ”, explica Vela. Esto puede ser a través del mejoramiento del suelo, instalaciones dentro de las fincas para poder cosechar el café, beneficiaderos de café u otras necesidades del productor. Al final, “el café por ser sustentable con el oso de anteojos genera un valor agregado por lo que el producto puede ser vendido a un mejor precio”, explica Vela.
El científico trabaja además en una segunda investigación público-privada que involucra al Parque Nacional Natural Chingaza, ubicado muy cerca de Bogotá, y a los productores ganaderos de la zona. Ahí, los científicos han identificado que el conflicto se da por el número de días que el campesino deja solo al ganado sin supervisión humana, debido a la lejanía de las fincas. Esto hace que los índices de conflicto aumenten porque mientras los animales no son vigilados, “el ganado se puede desbarrancar o morir por diferentes causas incluyendo la depredación por pumas, por ejemplo”, dice Vela. Para reducir el conflicto, los investigadores trabajan con los campesinos para que la supervisión de las fincas pueda ser mayor y más constante.
Ambos ejemplos demuestran que “la conservación va a amarrada al mejoramiento de la producción de las zonas rurales”, dice el científico. “Si conservo vivo mejor, vivo bien”, concluye.
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Perú: hotspot de jaguares en Tambopata
De acuerdo con la organización Panthera, los jaguares (Panthera onca) han desaparecido en un 40 % de su rango histórico en el continente y, según datos científicos publicados en marzo de 2018, se estima que la población mundial bordea hoy los 173 000 ejemplares. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ubica a la especie en la categoría de Casi Amenazada aunque científicos aseguran que existe la posibilidad de que pase a considerarse Amenazada.
El hábitat del jaguar se ha perdido por el avance de la agricultura y otros usos del suelo, sin contar el impacto significativo que generan las mafias que persiguen a estos felinos para comercializar ilegalmente diferentes partes de su cuerpo y el acoso de los productores ganaderos que consideran a la especie un peligro para sus animales.
Al interior de la Reserva Nacional Tambopata, en la Amazonía peruana, más de 100 cámaras trampa monitorean una zona de 200 kilómetros cuadrados con el principal objetivo de estimar la población de jaguares, saber si está va en ascenso o descenso, si existen crías y calcular el tiempo que estas permanecen con sus madres.
Esta iniciativa, llamada Amazoncam, una de las más importantes del proyecto Wired Amazon de la empresa Rainforest Expedition, comenzó en 2016 y a la fecha ha logrado identificar 24 de estos animales, es decir, 12 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados. Esto representa “una población grande y estable”, asegura Adrian Avellaneda, coordinador de Wired Amazon. De hecho, es posible decir que se trata del lugar “con la mayor abundancia de jaguares de la Amazonía”, agrega el biólogo, tomando en cuenta que en el Pantanal, en Brasil, que ocupaba esta posición de liderazgo, “se estima que viven entre 6 a 8 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados”, dice el científico.
Cada tres meses, Avellaneda y otros integrantes del equipo de investigación se internan en la selva para recoger las tarjetas de memoria y cambiar las baterías de las cámaras trampa instaladas cada dos kilómetros.
Avellaneda asegura que la primera parte del proyecto, que corresponde a establecer la cantidad de jaguares que existen en el área, ya está prácticamente concluida aunque la población todavía podría subir a 25 o 26 individuos. Ahora, lo que sigue es sumar nuevos datos relacionados a la dinámica poblacional, el tiempo de vida de un jaguar, la tasa de nacimiento anual de estos felinos, así como la inmigración y emigración de una población.
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México: el lobo gris regresa de la extinción
Hace más de 40 años nació en Estados Unidos una iniciativa científica que buscaba regresar al lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi) al sur del país, a un lugar donde esta especie se había extinguido. Como en México aún quedaban ciertas poblaciones pequeñas, se capturaron algunos animales para que, tras reproducirlos en cautiverio, pudieran ser reinsertados en sus lugares de origen.
Cuando los científicos lograron tener 250 ejemplares en cautiverio, comenzaron a liberarlos en los estados de Arizona y Nuevo México. Corría 1998 y una década después, el 11 octubre del 2011, empezaron a hacer lo mismo en México. Dos años más tarde, en 2013, nacieron las primeras camadas en la vida silvestre mexicana y hasta ahora son 20 los cachorros que han nacido en la naturaleza, aunque no todos han sobrevivido.
“Ahora mismo hay entre 35 y 40 lobos viviendo de manera silvestre [en México] y en EE.UU. la población silvestre está en 150 animales, es decir, entre los dos países hay 200 lobos”, asegura Jorge Servín, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y precursor del programa de recuperación de la especie en México.
Además, existen entre 300 y 350 animales en cautiverio repartidos en los 55 lugares de reproducción a lo largo de los ocho a diez mil kilómetros que separan el zoológico de Chicago, en EE.UU., del zoológico de Puebla, en México.
Servín asegura que el éxito del programa se debe en gran parte a que este ha sido flexible a lo largo de los años. “Los conceptos de protección, conservación y reintroducción han cambiado mucho”, dice el experto y añade que “el programa ha sabido adaptarse a esos cambios, a las circunstancias de ambos países y a las diferencias en las legislaciones ambientales”.
Una de las buenas decisiones, asegura el científico, “fue que todos los lobos se debían de tratar como una sola población, independientemente de los lugares donde estén en cautiverio”. Por ello, cada año los expertos que trabajan en el programa se dan cita en una reunión binacional para tomar decisiones respecto de cuántos ejemplares se liberarán, dónde se liberarán o cuántas reproducciones en cautiverio se realizarán. Asimismo se toman decisiones respecto al intercambio de animales entre recintos para alejarlos de la endogamia y así reproducir animales que sean genéticamente capaces de reproducirse con éxito en la vida silvestre.
A finales de 2019, cambió la categoría de riesgo del lobo gris mexicano: pasó de ser considerado Extinto a estar En Peligro. El objetivo del grupo, indica Servín, es continuar con la recuperación de la especie para que en 30 años más, la especie esté fuera de peligro y las poblaciones sean autosostenibles.
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Chile: los cantos de la ballena azul pueden salvarlas
Este animal (Balaenoptera musculus), el más grande del planeta, fue a principios del siglo XX y durante más de cuarenta años cazado para la obtención de aceite. Hoy, las poblaciones de ballenas no han logrado recuperarse de la intensa cacería que casi las extinguió.
La bióloga marina, Susannah Buchan, ha dedicado su carrera a estudiar a estos gigantes del océano, en la Patagonia chilena, para generar información sobre ellos y así poder crear programas de conservación.
La primera década de su trabajo la ha enfocado en poder determinar los lugares en donde se reúnen estas ballenas, las fechas en las que llegan a esos puntos y durante cuánto tiempo se quedan ahí. La bióloga ha podido concluir que las ballenas azules que habitan en los mares de Chile son una población única y es posible verlas en la Patagonia, aunque también en caleta Chañaral de Aceituno, al norte del país, y el archipiélago de Juan Fernández.
Buchan logró obtener la información que requiere de años de estudios, debido a la dificultad que implica hacer seguimiento a los animales en el mar, a partir de los cantos de las ballenas.
Instaló hidrófonos —micrófonos grabadores que pueden ser sumergidos en el agua— para poder registrar los sonidos y lo que descubrió es que esta población de ballenas en Chile tiene un canto único y particular que las distingue de otras poblaciones. “Las vocalizaciones son muy graves y muy fuertes en volumen”, dice Buchan.
Así, la científica pasó años escuchando a las ballenas y pudo concluir que estos animales están presentes entre diciembre y junio en la Patagonia, que es su principal destino de alimentación. En el norte de Chile, en Chañaral de Aceituno, también es posible escucharlas durante el verano al igual que en las áreas oceánicas donde su presencia es permanente durante todo el año.
Buchan señala que “al ser la Patagonia el área principal de alimentación, Chile tiene una gran responsabilidad para cuidar este lugar, ya que sin él esa población [que se estima en unos 700 animales] se puede ver severamente afectada”. A partir de esa información, el Centro Ballena Azul, Pew Fundation y WWF Chile idearon una iniciativa para crear una red de áreas marinas protegidas en la Patagonia. Se trata de una decena de reservas, algunas de las cuáles ya han sido declaradas como Pitipalena-Añihué. Otras, como el Parque Marino Tic-Toc, están a punto de ser declaradas.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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