Los murciélagos son vistos como plagas, animales peligrosos y hace muy poco su reputación empeoró al ser considerados los presuntos transmisores del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 a los seres humanos. Sin embargo, pocos conocen las características que hacen a este mamífero volador tan esencial para los ecosistemas: su rol en el control de plagas y en la polinización de las plantas. El biólogo ecuatoriano Santiago Burneo es uno de esos pocos que han dedicado más de 20 años a estudiarlos y los últimos nueve a impulsar estrategias para conservar a este animal que cuenta con 170 especies en Ecuador. De estas, según la UICN, 19 están En Peligro, Peligro Crítico o son Vulnerables.
Una de las principales amenazas a las que se enfrentan es la pérdida de hábitat por la deforestación. Solo en 2018 en América Latina se perdieron 2 millones de hectáreas de bosque, convirtiendo a la región en un lugar crítico para la preservación de fauna. En muchos lugares atentan contra las cuevas donde habitan varias especies de murciélagos, “hay muchísimo vandalismo en las cuevas. Tenemos especies que viven en grietas de rocas y hay gente que las tapa con cemento”, dice Burneo. Una segunda amenaza, y tal vez la más importante, es el desconocimiento de las personas. Algunos creen que los murciélagos pueden transmitir el COVID-19 con sus mordeduras, aunque el biólogo y miembro de la Fundación Mamíferos y Conservación, Diego Tirira, asegura que solamente tres especies en el mundo se alimentan de sangre.
Pensando en todos los riesgos que pueden llevar a estos animales a la extinción, Burneo y un grupo de cuatro investigadores crearon en el 2011 el Programa para la Conservación de los Murciélagos en Ecuador (PCME). Empezaron con una oficina y hoy tienen cuatro núcleos en el país: Sierra-norte, Sierra-sur, Costa y Amazonía. En cada uno trabajan biólogos, investigadores y también ciudadanos interesados en los murciélagos. Algunas de las principales líneas de trabajo son las campañas de concientización, educación y la creación de áreas protegidas.
Eliminando prejuicios
Cambiar la percepción de la gente hacia los murciélagos fue la principal motivación para crear el Programa para la Conservación de los Murciélagos en Ecuador. “No solo teníamos que quedarnos en la ciencia, en los estudios, teníamos que hacer algo al respecto y lo más importante que podíamos hacer es educar a la gente”, dice el biólogo Santiago Burneo.
Para lograrlo, el programa ha capacitado a través de charlas y talleres a estudiantes de cerca de 100 escuelas en todo Ecuador. Según Santiago Burneo, entre un 40 y un 80 % de los estudiantes con los que han trabajado cambiaron su percepción sobre los murciélagos. Todo depende del medio social en el que se encuentren. Por ejemplo, escuelas con más recursos suelen tener una imagen más positiva de estos animales que las escuelas rurales.
Pero los niños no son los únicos que aprenden de estos mamíferos voladores. Los talleres también son para adultos. Uno de ellos se llama “Aprendamos de murciélagos” y enseña sobre historia natural: dónde viven, qué comen, cómo se reproducen. También está el programa “Mitos y Leyendas”, que se enfoca en lo que conocen las personas sobre murciélagos y cuáles de estas ideas son mentiras. Como parte de la educación con los más chicos realizan manualidades, funciones de títeres con fundas de papel y otros juegos.
Los esfuerzos de conservación van más allá de Ecuador. En 2007 se fundó la Red Latinoamericana y del Caribe de Conservación de Murciélagos (RELCOM) en la que participan 22 países de América Latina y el Caribe. Mónica Díaz, coordinadora de la RELCOM, cuenta que la iniciativa regional nació cuando varios investigadores se dieron cuenta que coincidían en una misma idea: “Los murciélagos son un grupo muy importante, que brinda muchos beneficios en los servicios ecosistémicos y la gente los desconoce completamente porque son animales nocturnos que están rodeados de mitos y leyendas en su contra”.
Esta red ha creado dos formas de conservarlos mediante el cuidado de hábitats: la primera a través de las Áreas de Importancia de Conservación de Murciélagos (AICOM) y la segunda con los Sitios de Importancia de Conservación de Murciélagos (SICOM). La principal diferencia es su extensión: los AICOM buscan proteger a la mayor cantidad de especies posibles dentro de áreas grandes mientras que los SICOM son lugares de conservación más pequeños. Por ejemplo, los SICOM pueden ser “cuevas, cuerpos de agua, parques, casas, puentes, túneles, o minas abandonadas”, explica Díaz.
Para identificar estos sitios, los programas de conservación de cada país proponen a la RELCOM áreas o lugares que son importantes para conservar. Hasta el momento, en toda Latinoamérica y el Caribe hay 128 AICOM y 45 SICOM. En Ecuador hay ocho y tres respectivamente, convirtiéndose en el tercer país —junto con República Dominicana— con mayor número de AICOM y SICOM. México y Argentina ocupan el primer y segundo lugar.
Para Mónica Díaz, otro de los grandes logros de la RELCOM es la incorporación de un protocolo de exclusión, es decir, una forma de sacar a los murciélagos de la ciudad y de las casas sin necesidad de matarlos. El protocolo se basó en el implementado por Bat Conservation International, pero fue modificado para el tipo de construcciones y necesidades en Latinoamérica y el Caribe. “Estamos intentando que los gobiernos adopten ese protocolo para que los fumigadores o la gente que se dedica a sacar plagas utilice este protocolo y no los mate”.
Por ejemplo, la Dirección de Medio Ambiente de la provincia argentina de Río Negro ya aplica el protocolo de exclusión como una ley. Son esfuerzos que se convierten en indispensables en lugares como Argentina, dice Díaz, donde la selva está muy fragmentada y cada vez la agricultura avanza mucho más.
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Un espacio de protección
En 2013, el Bosque Protector Cerro Blanco, en las afueras de la ciudad costera de Guayaquil, se convirtió en el primer AICOM del Ecuador. Jaime Salas, biólogo y coordinador del Núcleo Costa del Programa de Conservación de Murciélagos en Ecuador, dice que lo más sorprendente es que el bosque “todavía mantiene una estructura de comunidad de murciélagos, que llega casi a las 33 especies y no es estática porque cada año encontramos cosas nuevas”. Este espacio, dice, reúne especies endémicas y otras que están en alguna categoría de amenaza.
Salas sostiene, además, que cada año la fundación ProBosque, que maneja esta área protegida, realiza actividades de conservación de murciélagos. Entre estas acciones están los conteos nocturnos con estudiantes universitarios y cualquier persona interesada. También han realizado dos festivales de murciélagos dirigidos a niños.
Para este biólogo, en la Costa ecuatoriana hay todavía varios AICOM y SICOM por descubrir y declarar. Uno de los hallazgos más recientes fue en el 2017, en el poblado de Cauchiche en la Isla Puná, donde encontraron una colonia de 300 y 400 murciélagos ahumados (Amorphochilus schnablii), una especie endémica que según la lista roja de Ecuador figura en En Peligro Crítico y a nivel mundial como Vulnerable.
En el 2018, Cauchiche fue reconocida como AICOM. Sin embargo, asegura Salas, el camino para lograrlo no fue fácil. “Uno dice: ‘vamos a proteger la naturaleza’ [y cree que] nadie se opone. Eso es falso. Hay muchas personas que piensan que se limitan un poco sus derechos o su acceso a ciertas actividades económicas”, indica. El proceso fue largo porque la Isla Puná no es un área protegida y tenía sus propias leyes y directivas.
Una vez que descubrieron la presencia de murciélagos en el lugar, hablaron con la directiva de la comunidad y luego esta dio paso a la asamblea de la comuna. Pero muchos se preguntaban entonces qué beneficio representaría esto para ellos. “Se tuvo que explicar básicamente cuáles son los servicios ambientales que proveen los murciélagos y también la potencialidad que un reconocimiento internacional como AICOM le puede dar a la comuna para programas de turismo de naturaleza”, explica Salas.
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Un mundo sin murciélagos sería catastrófico
Los murciélagos juegan un papel vital en el ecosistema de muchos lugares del mundo. Sus funciones ecológicas —las labores de cada planta o animal en un ecosistema— son clave: algunas especies polinizan las flores o esparcen las semillas de muchas plantas. Una labor similar a la que hacen los colibríes o las abejas, la diferencia es que lo hacen en las noches. Estos mamíferos alados se alimentan de flores de colores pálidos que “por lo general tienen bastante concentración de azúcar. Visitan estas flores y allí se llenan de polen la cabeza y cuando van a otra flor, la polinizan”, explica el biólogo Diego Tirira.
Otras especies de murciélagos no polinizan pero son dispersores de semillas. Algunos animales dejan caer algunos frutos durante su vuelo y esto aumenta la probabilidad de que aterricen en terreno fértil. En otros casos la dispersión se hace a través de los excrementos. “Se ha comprobado que hay especies de plantas cuyo éxito de germinación es que haya pasado por el tracto digestivo de un animal”, explica Tirira. Incluso, en el mundo hay plantas como el agave, que se usa para fabricar bebidas como el tequila, que solo pueden ser polinizadas por murciélagos.
Otros murciélagos controlan las plagas al comer insectos. “Uno solo puede llegar a consumir más de 600 insectos en una sola noche”, dice el biólogo Santiago Burneo. Gracias a los insectos que se comen, evitan que estos se propaguen, se conviertan en plagas y provoquen enfermedades o devoren cultivos.
Bat Conservation Trust, una organización británica que se dedica a la conservación de los murciélagos y sus hábitats, indica que algunos murciélagos son “especies indicadoras", es decir, proporcionan información sobre el estado de conservación de un ecosistema. Los cambios en estas poblaciones pueden mostrar variaciones en diversos aspectos de la biodiversidad.
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La incidencia política de los murciélagos
El Programa de Conservación de los Murciélagos en Ecuador ha conseguido incidir en la creación de políticas públicas. Un grupo de biólogos, encabezado por Santiago Burneo, participó en la creación del nuevo Código Orgánico del Ambiente (COA) en el Ecuador —el instrumento legal que regula el campo administrativo-ambiental para garantizar temas como un ambiente sano y los derechos de la naturaleza—. El grupo de biólogos propuso que en el COA se incluyera el concepto de que “área de importancia puede ser cualquier área”, para que diversos territorios reciban protección sin necesidad de formar parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).
Santiago Burneo explica que “en la nueva legislación”, que entró en vigencia en 2017, reconocieron su propuesta y los AICOM Y SICOM entraron a formar parte de esas áreas especiales de conservación reconocidas por el Estado. Para crearlas, dice Burneo, se puede trabajar “a nivel de Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) [municipios a nivel cantonal o prefecturas a nivel de provincias] o a nivel un poco más alto [como el gobierno central]”. Entonces, agrega Burneo, incluso se puede crear áreas con GAD parroquiales —el nivel administrativo más bajo—.
Aunque existen leyes que resguardan ecosistemas como los AICOM y SICOM, todavía persiste un problema: la falta de conocimiento de las autoridades no permite que estos lugares dedicados a la conservación de especies sean totalmente respetados. Los expertos esperan que esto cambie pronto.
Un mundo sin murciélagos implica un “impacto catastrófico para el planeta que ni siquiera nos podemos imaginar”, dice el biólogo Diego Tirira. Incluso, varias especies de plantas “desaparecerían porque ya no existe canal para dispersar sus semillas y tampoco existe el polinizador”, explica. Sin duda, la conclusión es que conservarlos trae múltiples beneficios, estos biólogos ecuatorianos quieren seguir dando a conocer el valor de este animal, derribando cientos de mitos y leyendas que terminan por afectar la vida y los sistemas productivos de los humanos.
El artículo original de Ana Cristina Basantes fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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