Dado que gran parte de los sonidos en el océano se superponen con frecuencias dentro de la banda auditiva de los animales marinos, el ruido que proviene de las actividades humanas está perturbando el entorno y el comportamiento de estos animales.
Por ejemplo, se ha descubierto que los delfines cambian su dirección de viaje en respuesta al tráfico marítimo, e incluso nadan erráticamente e incrementan su velocidad de nado cuando se les acercan los barcos. Estos mamíferos también emplean menos tiempo en descansar y socializarse en aguas ruidosas. A veces, cambian sus llamadas. Es como tener que hablar a gritos por encima de la música en un restaurante.
El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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