El tráfico de vida silvestre está provocando estragos en las poblaciones de muchas especies en el mundo. En América Latina, en donde se alberga 40 % de la biodiversidad mundial, esta actividad ilegal se ha intensificado en algunas especies cuya demanda ha crecido en mercados como el asiático.
Pese a que se considera que el comercio ilegal de especies mueve al año alrededor de 10 mil millones de dólares, en algunos países de Latinoamérica esta actividad no está tipificada como un delito grave. En Uruguay, por ejemplo, se considera como una simple infracción; mientras que en Panamá, la pena máxima por traficar fauna o flora es de cinco años.
Durante la primera Conferencia de Alto Nivel de las Américas sobre el Comercio Ilegal de Vida Silvestre, que se realizó en octubre pasado en Lima, Perú, representantes de 20 países firmaron un acuerdo que contiene 21 acciones para evitar que continúe el tráfico especies en la región.
Las naciones que firmaron este acuerdo deberán presentar los primeros resultados de sus estrategias para frenar el tráfico ilegal de vida silvestre durante la próxima reunión del grupo, que se realizará en Colombia en 2021.
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Guacamayas rojas: polluelos y huevos
El hábitat original del guacamayo rojo centroamericano (Ara macao cyanoptera) abarcaba desde el centro de México hasta Costa Rica. Hoy su distribución ha disminuido considerablemente, sobre todo, por la caza furtiva para abastecer el comercio ilegal de especies.
Un ejemplo del impacto que ha sufrido la población de esta ave se encuentra en Honduras. Hace cien años, se podía encontrar en casi todo el territorio del país centroamericano. Para 1974 ya solo se le ubicaba en la zona del Caribe y en 1980 solo en la Mosquitia, una apartada zona en la frontera con Nicaragua.
Organizaciones como Wildlife Conservation Society (WCS) han documentado que si antes era más común el tráfico de los polluelos, ahora se ha detectado el envío de huevos de guacamayas para facilitar su traslado a regiones como Asia. En comunidades de Honduras se ha documentado la presencia de traficantes, de nacionalidad china, que buscan comprar huevos de guacamayas rojas.
En Honduras es ilegal el comercio de loros y guacamayos desde 1990. Sin embargo, las organizaciones que trabajan en la conservación de estas aves, destacan que no hay ninguna persona condenada por el tráfico de estas especies.
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Tiburones: en busca de sus aletas
La fundación MarViva realizó un estudio en el que comparó los datos de exportación de tiburones de Panamá, Costa Rica y Colombia con las cifras de importación de China, Hong Kong, Taiwán y Japón. Lo que descubrieron es que existen grandes discrepancias entre las cantidades de productos de tiburón que dicen exportar los tres países latinoamericanos con lo que efectivamente entra a las naciones asiáticas.
La pesca ilegal de tiburón, para satisfacer una alta demanda de sus aletas y cartílagos, es una de las razones que explicaría la diferencia entre los volúmenes de exportación e importación.
Los tiburones están considerados entre los máximos depredadores de los océanos. Esto los coloca en un lugar importante cuando se habla de la conservación de los ecosistemas marinos, ya que de ellos depende en buena parte el equilibrio de la vida marina.
Sin embargo, la pesca ilegal está afectando a poblaciones que ya se encuentran en alguna categoría de conservación, entre ellas el tiburón martillo (Sphyrna) o los sedosos (Carcharhinus falciformis).
El tráfico ilegal de aletas de tiburón también se ha reportado en países como Ecuador, Perú y México.
Jaguares: colmillos y garras
Desde 2010 hay registros de matanzas de jaguares en las Guayanas, con el fin de satisfacer la demanda asiática de partes como colmillos y garras. En Bolivia también es uno de los primeros países de América Latina en donde ya se identificaron mafias dedicadas a enviar colmillos, garras y piel de jaguar (Panthera onca) a países como China. Mientras que en Perú se han confiscado 38 colmillos que tenían como destino la nación asiática.
En el mercado chino, los colmillos y garras de jaguar pueden cotizarse hasta en 15 000 dólares, de acuerdo con datos recabados por investigaciones periodísticas y por los científicos dedicados a la conservación del felino más grande de América Latina.
Para conocer cuál es la magnitud del tráfico de piezas de jaguar, en este 2020 se realizará un estudio en países como México, Perú, Bolivia y Costa Rica en el que también se buscará documentar el origen y destino de este comercio ilegal, así como su impacto en la población del felino, especie que está considerada como Casi Amenazada en toda su área de distribución.
Además, para tener más herramientas que permitan detener el tráfico ilegal de partes de jaguar, durante la última reunión de la COP 13 de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias, realizada en febrero de 2020, se aprobó incluir a esta especie en los apéndices I y II del acuerdo internacional, con lo cual se eleva el nivel de protección del felino.
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Totoaba y vaquita marina: dos especies afectadas
En agosto de 2019, dos ciudadanos chinos fueron arrestados en el estado de California con 132 vejigas natatorias de totoaba transportadas ilegalmente desde México, cuyo valor podría alcanzar hasta los 3.7 millones de dólares en el mercado asiático.
La totoaba (Totoaba macdonaldi) es un pez endémico del Golfo de California, cuya pesca está prohibida desde 1975. Aun así esta especie se captura en forma ilegal para comercializar su vejiga natatoria seca por su supuesto valor medicinal.
La pesca ilegal de totoaba ha llegado al borde de la extinción a otra especie endémica del Golfo de California: la vaquita marina. Y es que para atrapar a la totoaba, los pescadores ilegales colocan redes en las que queda atrapado el cetáceo.
Desde 2015, el gobierno mexicano creó el refugio para la protección de la vaquita marina en la parte central del norte del Golfo de California y se prohibió el uso de redes de pesca en la zona. Esto no ha detenido la pesca ilegal de totoaba. Incluso, esta se ha intensificado desde 2019, de acuerdo con reportes de organizaciones que trabajan en la zona y que se enfrentan a disparos y ataques de los pescadores ilegales.
En 1997 se estimaba que la población de vaquitas marinas era por lo menos de 560 ejemplares. En tan solo diez años, la población cayó en un 58 %. Hoy el número se estima en menos de 20.
El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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