El trabajo conjunto de una minera, el municipio y ProInversión ha permitido que un alejado pueblo de la sierra de Ica cuente con agua potable y alcantarillado.
En un rincón poco conocido de la sierra de Ica se ubica el distrito de Chavín. Pertenece a la provincia de Chincha y no tiene nada que ver con la famosa cultura preínca, pero también tiene una larga historia, pues fue fundado en 1857. Se trata de una pequeña población a la que no es fácil acceder; para llegar allí hay que recorrer caminos estrechos y ascender por cumbres pedregosas. Los pocos vehículos que atraviesan estas rutas suelen pertenecer a la compañía minera antes conocida como Milpo –ahora se llama Nexa Resources–, que desde 2007 opera el yacimiento Cerro Lindo, ubicado en esta jurisdicción. Pero, fuera de la actividad minera, poco más tenía que ofrecer Chavín a sus habitantes. Durante décadas, la mayoría de ellos migraron, ya sea por miedo al terrorismo o para buscar mejores alternativas de trabajo y educación.
Los pocos que quedaron recuerdan que, hasta el 2007, Chavín era un pueblo fantasma. Las labores agrícolas se complicaban, además, por la escasez de agua. Si no había para las casas, menos para irrigar los campos. Para conseguir agua, había que subir a lomo de burro hasta la quebrada, un viaje de al menos media hora. Todo esto no solo representa pérdidas de tiempo e incomodidades, también impacta en la salud. Sin agua potable, es difícil mantener buenas condiciones de higiene, por lo que se incrementa la prevalencia de enfermedades infecciosas, sobre todo diarreicas y respiratorias.
El pueblo fantasma que era Chavín cobró nueva vida luego de la llegada de la operación minera. A través del mecanismo de Obras por Impuestos, Milpo estableció una alianza con la municipalidad del distrito y ProInversión, para dotar al centro poblado de agua potable, alcantarillado, una planta para sedimentar la maleza y un reservorio para el tratamiento de aguas residuales que pueden ser empleadas en labores agrícolas.
Las obras se entregaron en setiembre de 2013 y el cambio se pudo notar de inmediato. Ahora, que los residentes de Chavín tienen agua potable entre cinco y seis horas al día, los casos de enfermedades diarreicas se han reducido a la cuarta parte. “Si en 2011 se presentaba un centenar de casos, hoy son unos 25”, precisa el técnico sanitario Heiner Atuncar Mogollón, responsable del Establecimiento de Salud de Chavín.
Como consecuencia de los nuevos vientos que soplan en Chavín, muchas personas que abandonaron el pueblo en busca de mejores oportunidades están empezando a regresar a la tierra que los vio nacer. Si bien todavía hay muchas necesidades por cubrir, el cambio ha comenzado. “Antes, aquí no había trabajo. No había nada”, comenta Urbino Aristes Gutiérrez, que opera los servicios de agua potable y desagüe del pueblo. Ahora, Urbino puede mirar con esperanza el futuro. No solo para él, sobre todo para su hijo Ever, de dos años, que crecerá en un Chavín diferente.
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