Existen una centena de actitudes que caracterizan a los jefes más indeseables. Aquí algunas de ellas.
Los malos jefes contaminan los lugares de trabajo. Algunos lo hacen de manera abierta, mientras que otros manipulan a sus empleados para usarlos como instrumentos de su propio éxito. Sin importar cuáles sean sus métodos, los malos jefes causan daños irreversibles a sus compañías y empleados al impedir que se desempeñen con todo su potencial y al generar estrés innecesario.
Trabajar bajo las órdenes de un jefe tóxico es un mal que acaba con el 40% de la productividad, es la causa del 80% de las renuncias y es el culpable de la fuga de talentos en decenas de compañías, según una encuesta de Trabajando.com.
Una de las habilidades más grandes que una persona puede desarrollar es la capacidad de neutralizar a personas tóxicas, incluso a aquellas a las que tiene que reportar. Sin embargo, esto no es sencillo y requiere mucha inteligencia emocional.
A la hora de identificar a un jefe tóxico, Richard Gunderman, autor de libros enfocados en el liderazgo en el sistema de salud y profesor de medicina de la Universidad de Chicago, diferencia cinco puntos centrales:
Genera desconfianza laboral. En cuestión de semanas, el mercurio del termómetro que mide las sospechas y las dudas entre los trabajadores de la empresa se disparará, sembrando un clima de silencio en el que nadie se atreverá a dar su opinión en libertad.
Dispara las salidas de la empresa. Unos trabajadores se van súbitamente y a otros se les despide de forma tiránica, de la noche a la mañana.
Vigila como espía a sus trabajadores. Los trabajadores se sienten en una cárcel controlada por una persona que no duda en reprimir cualquier muestra de autonomía profesional.
No le importa la opinión de los demás. Solamente su forma de hacer las cosas es válida, como queda reflejado en las reuniones de trabajo, en las que corta a los empleados y minusvalida sus logros.
Con su llegada, se acaba el diálogo. El flujo informativo va muriendo, a menudo con el apoyo de un jefe que no dudará en confrontarse directamente con algunos de sus empleados o, incluso, promoverá el enfrentamiento entre ellos. Su influencia en la comunicación empresarial genera un malestar creciente.