Por amor a su país, purificó un humedal contaminado en solo 15 días y acaba de hacer lo mismo con el Lago Titicaca, uno de nuestros principales destinos turísticos.
Marino Morikawa se considera a sí mismo como “un simple peruano”. Pero no lo es. Descontaminó un humedal en Chancay y recuperó 30 hábitats naturales en Asia y África. Además, convirtió desiertos en zonas verdes gracias a unos conos de celulosa desarrollados por él y su equipo. Detrás del deseo de este científico de cambiar el mundo y de sus enormes avances para lograrlo, hay una gran historia.
De vuelta a las raíces. Morikawa nació en Huaral y pasó su infancia pescando, nadando y haciendo picnics con sus amigos en el humedal El Cascajo, en Chancay. Creció en una familia peruano-japonesa que le enseñó a ser agradecido con la Pachamama. La vida profesional lo llevó hasta Japón gracias a una beca para estudiar un doctorado en Ciencias de la Humanidad y Medio Ambiente, en la especialidad de biomasas en la Universidad de Tsukuba.
Todavía recuerda cuando en 2010 recibió la llamada de su padre: “El Cascajo está a punto de desaparecer”, le dijo. Marino aprovechó unas vacaciones en la universidad, en donde lideraba un equipo de investigación en temas medioambientales, compró su pasaje y recorrió miles de kilómetros para salvarlo. Cuando llegó después de 14 años, lo primero que hizo fue ponerse de rodillas y pedir perdón. Lo que tenía frente a él era un lugar irreconocible, hediondo, abandonado. No era el paraíso de su infancia.
Su primer reto no fue encontrar una solución al problema, sino conseguir dinero para concretar lo que tenía en mente. Tocó muchas puertas y el cien por ciento le dijeron que no. Entonces cambió de plan: decidió usar su propio dinero para financiar el proyecto y pedirle permiso al alcalde diciéndole, que si no conseguía nada en un año, se regresaba a Japón. Y se lo dio.
Durante tres días y tres noches hizo un trabajo de detective: observó cuanta gente pasaba, qué animales había, los puntos de mayor contaminación. Luego se puso su traje especial y empezó a retirar la suciedad y las plantas verdes que contaminaban el lugar, todo esto con la ayuda de las nano burbujas. Más pequeñas que las de una gaseosa, tienen unos iones positivos y negativos. Eso genera una alta concentración de energía que obliga a las bacterias a adherirse a ellas. Luego, como ya no pueden escaparse, se autodestruyen. Eso era lo mismo que le explicaba a toda la gente que le gritaba que estaba loco.
A la semana, y luego de 14 horas diarias de trabajo, el científico se levantó tarde un día y lo que encontró al llegar hasta ahora lo emociona: decenas de personas metidas en el agua haciendo trabajo de limpieza.
Para el 2013 se había logrado recuperar el 98% del humedal, una proeza inimaginable para los huaralinos. Ese mismo año, mientras estaba en Japón, recibió una llamada. Le dijeron que el humedal se había puesto de color blanco y que debía regresar lo antes posible. El científico tuvo miedo. No sabía a qué clase de fenómeno se estaba enfrentando. Otra vez tomó un avión hacia Lima y luego manejó hasta Huaral como si fuera el último día de su vida. Lo que había ocurrido era que habían vuelto las aves. Decenas, cientos de ellas, estaban en el humedal.
Ahora, desde diciembre a marzo esas mismas aves toman como punto de parada el humedal huaralino. Eso ha traído felicidad a sus habitantes y también posibilidades de desarrollo: el lugar ya es un recurso turístico.
Desafíos más grandes. De encontrar puertas cerradas, el científico pasó a ser reconocido por la Unesco, a ser entrevistado en medios como National Geographic y Telemundo, y recibir miles de mails de alcaldes, gobernadores regionales y estudiantes que le ofrecían apoyo. En ese momento de euforia le preguntaron si había pensado recuperar el lago Titicaca, uno de los principales atractivos turísiticos de nuestro país. Y así comenzó otra historia llamada proyecto Reto 15-Titicaca.
Para hacerlo realidad, Morikawa presentó los resultados de su primer proyecto a las autoridades de Puno, conversó con la población y obtuvo el respaldo de una ONG y varias empresas. Con el mismo sistema orgánico que usó la primera vez, acabó con el exceso de plancton y las bacterias nocivas del 0,02% del lago en 15 días. El éxito de este proyecto abrió una puerta: hoy se planea descontaminar el lago en su totalidad, en cooperación con el Gobierno de Bolivia.
Por lo pronto, junto al Hotel Libertador, viene realizando una campaña en los colegios de Puno para que los más chicos entiendan la importancia del lago en sus vidas. “Sería hermoso que al menos uno recuerde que un chinito habló hace tiempo de tecnología y que vaya al extranjero a capacitarse y regrese a su Perú a recuperar las cosas”, dice.
Su deseo es salvar el 70% de los hábitats naturales del Perú. El sueño ya no parece imposible.
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