El desarrollo de la identidad es una necesidad de todas las personas. Define cómo se percibe a sí misma y el modo en que se integra a la sociedad.
La identidad es el conjunto de características, actitudes, competencias y capacidades que definen a una persona. Se va construyendo en los primeros años de vida. Empieza cuando el niño toma conciencia de sí mismo como una persona diferente a quienes lo rodean, e intenta definirse a sí mismo. Su entorno familiar, las interacciones y el contexto en el que se desarrolla influyen, en gran medida, en la formación de su identidad personal.
Cuando la construcción de identidad se da de manera positiva, esta fortalece su autoestima y viceversa. La autoestima es el resultado de un proceso de asimilación y reflexión de las opiniones de personas socialmente significativas en nuestras vidas. Es decir, padres, hermanos o maestros.
Por el contrario, una baja autoestima desde la niñez o adolescencia repercute en las relaciones que se establecerán a futuro y hasta en nuestro rendimiento intelectual. Esta se manifiesta cuando la persona busca la aprobación y el reconocimiento de los demás. Tampoco asume responsabilidades, está desmotivado y con poca energía, se frustra con facilidad y le cuesta asumir. Presenta ansiedad, no se siente capaz de lograr lo que se propone y tiene un bajo nivel de inteligencia emocional, entre otros síntomas.
Por ello, la formación positiva de la identidad de un niño es vital. Celia Rodríguez, psicóloga y pedagoga de la web Educa y Aprende, recomienda que los padres muestren a sus hijos una imagen adecuada de sí mismos. La opinión que construya de sí mismos se apoya en la imagen que le ofrecen sus figuras más cercanas.
Se debe fomentar además el desarrollo de sus habilidades sociales y su autonomía. Es importante dejar que los hijos hagan cosas por sí mismos. Hay que preguntarles qué es lo que quieren y qué es lo que les gusta en lugar de decidir por ellos.
Hay que motivar a los niños a que sean ellos mismos y proporcionarles un clima donde puedan expresar su yo con confianza y sin miedo o vergüenza. De este modo pasarán la etapa de la adolescencia mostrando una sana rebeldía que refuerza su identidad. Después se convertirán en adultos con una personalidad madura, un autoconcepto adecuado y una sana autoestima.
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