El exceso de estrés laboral puede llevar a que los trabajadores se sientan “quemados”. Esta es una condición médica cada vez más frecuente y preocupante.
Muchos profesionales de la salud y expertos en clima laboral lo llaman “la enfermedad laboral del siglo XXI”. Se trata del síndrome del burnout, conocido también como “síndrome del quemado”, y ya está causando estragos tanto en los trabajadores como en las empresas. Los primeros ven seriamente afectado su bienestar físico y mental; mientras que las segundas padecen por la pérdida de productividad de sus empleados y los sobrecostos que supone dichas pérdidas.
El síndrome de burnout es un término acuñado por el psiquiatra estadounidense Herbert Freudenberger en la década de 1970 para describir las consecuencias del excesivo estrés en profesiones de servicio que implican altas dosis de sacrificio, tales como los médicos y las enfermeras. No obstante, en la actualidad se considera que puede afectar a todas los trabajadores, independientemente de su actividad o ramo.
De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, algunos de los síntomas característicos de esta condición son:
1. Agotamiento extremo, al punto de que la persona se siente física y emocionalmente exhausta durante la mayor parte del tiempo.
2. Alienación respecto a las actividades laborales, lo que quiere decir que las personas empiezan a ver sus trabajos como actividades frustrantes y estresantes. Esto suele derivar en una actitud cínica hacia los compañeros de trabajo y el trabajo mismo.
3. Disminución en el rendimiento, no solo en el trabajo, sino también en las actividades domésticas y extralaborales en general. Las personas que padecen burnout tienen dificultades para concentrarse, desarrollan actitudes negativas y les falta creatividad.
El portal Universia advierte que el burnout suele estar relacionado con la frustración que las personas pueden llegar a sentir con sus trabajos cuando llegan a la conclusión de que sus esfuerzos no dan resultados, así como a los bajos sueldos, la falta de incentivos adecuados o la pérdida de prestigio social. Todo esto lleva a que el trabajador puede sentirse “quemado”.
El burnout no es lo mismo que la depresión, aunque muchas veces presenta síntomas similares. Es importante no autodiagnosticarse, porque esto puede llevar a tratamientos equivocados. Muchas veces, los síntomas del burnout se pueden superar simplemente tomando un descanso largo y desconectándose del trabajo. No es el caso de la depresión, que requiere terapia psicológica y muchas veces medicación. Para un paciente deprimido, tomarse vacaciones puede empeorar las cosas. Por eso, antes de “recetarse” una solución, siempre es recomendable acudir a un profesional experto en salud mental y obtener el diagnóstico preciso.
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