A lo largo de un año la NASA detectó más de 800 destellos en la superficie de la planeta. Una nueva investigación de la agencia parece haber resuelto el misterio.
(Agencia N+1 / Beatriz de Vera) Durante un año, desde 2015 hasta agosto de 2016, la Cámara Policromática Terrestre de la NASA (EPIC) a bordo del Observatorio del Clima del Espacio Profundo (DSCOVR), ubicada a un millón y medio de kilómetros de la Tierra, observó 866 destellos misteriosos en la superficie de nuestro planeta. Al principio se creía que solo aparecían sobre los océanos, pero los científicos han descubierto que también pueden verse sobre tierra firme. Esto ha desconcertado a la NASA desde su descubrimiento, pero ahora, una investigación de esta agencia parece haber descubierto su origen.
Desde los años noventa se conocía la existencia de estos destellos, cuando el famoso astrónomo Carl Sagan los describió por primera vez. Para Alexander Marshak, científico ayudante en el DSCOVR, si solo se hubieran encontrado sobre el agua, la razón de estos brillos podría ser sencilla: consecuencia del reflejo de la luz del sol sobre una parte lisa del océano o de algún lago. Pero esta explicación no servía para aquellos que resplandecían sobre tierra.
Explicaciones. Según la investigación de la NASA, todo se debe a un fenómeno bastante extraño pero nada paranormal: cristales de hielo voladores. El equipo dedicado a analizar las distintas imágenes encontró un patrón perfecto entre los reflejos y el ángulo del sol, por lo que la Tierra no es el punto de origen de las luces. Es un fenómeno conocido, aunque hasta ahora no se valoraba la posibilidad de que fuera capaz de reflejar tal cantidad de luz a tanta distancia.
El descubrimiento ha sido posible gracias al Big Data, tecnología con la que se analizaron las ingentes cantidades de información extraídas de las imágenes tomadas por los satélites de la NASA. Para probar su teoría, trazaron los ángulos de los destellos y los analizaron con la EPIC, lo que les permitió medir la altura de las nubes.
El análisis reveló la presencia de nubes cirrus, compuestas por cristales de hielo, allí donde tenían lugar los brillos. Los investigadores están ahora utilizando esta información para determinar si los resplandores influyen de alguna forma en la cantidad de luz solar que entra en la atmósfera. Los científicos incluso piensan que podrían ser usados para estudiar exoplanetas.
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