Esta semana, el programa Dialogo de Fe te cuenta la historia del primer ermitaño reconocido por la Iglesia Católica.
San Pablo el ermitaño nació en la ciudad egipcia de Tebas y quedó huérfano a los 14 años. Tras esto, decidió entregarle su alma a Cristo. Eran tiempos complicados para ser cristiano: el emperador romano Decio había desatado una feroz persecución contra ellos y logró que muchos nieguen su fe al Señor.
En ese difícil panorama, Pablo decidió huir al desierto. Allí encontró una cueva, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de esta le proporcionaron vestido y sus dátiles le sirvieron como alimento. Dicen sus historiadores que cuando la planta no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, con lo que vivía.
Al principio Pablo pensó quedarse un corto tiempo, pero luego se dio cuenta que en la soledad del desierto podía hablarle tranquilamente a Dios. Decidió así quedarse para siempre. San Pablo murió a los 113 años, luego de décadas orando y haciendo penitencia. Se le llama el primer ermitaño por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.
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