En la gran pantalla, Bruce Willis fue un expolicía, un boxeador, un muerto contactado, pero sobre todo un tipo rudo con mucho humor. Echamos una mirada a su carrera que llegó a grandes picos con 'Duro de matar', 'El sexto sentido' y otros títulos.
¿Quién iba a decirle a Bruce Willis, en 2012, el año en que participó en cinco películas, que una década después estaría retirándose? ¿Quién iba a decirle a él, el oficial John McClane, el boxeador Butch Coolidge, el superviviente David Dunn, entre tantos otros personajes imbatibles a los que dio vida, que tan solo diez años lo separaban del silencio? Solo una enfermedad tan grave, como la demencia frontotemporal que le diagnosticaron el año pasado, pudo ponerle un alto a una carrera tan prolífica. Y tal vez por eso su despedida de la industria se sienta como el choque de un bólido fabuloso: repentina, desconcertante y penosa.
Antes de decirle adiós a Hollywood, Willis, quien el domingo 19 de marzo cumple 68 años, vendió los derechos de su imagen para que pueda ser utilizada en futuros proyectos a través de la inteligencia artificial. Todo un pionero, fue el primer actor en hacerlo, en vista de que su presencia en el écran no volverá a tener la misma continuidad que tuvo desde 1980, año en que debutó en la gran pantalla como un extra en la película "The First Deadly Sin" que tuvo entre su elenco a Frank Sinatra. Sería humanamente imposible ver todas las películas en las que ha formado parte: sin contar las que vayan a estrenarse después, suman más de 100.
Pero rebobinemos un poco: ¿dónde forjó su gusto por la actuación esta estrella estadounidense que nació en una ciudad de la entonces Alemania Occidental en 1955, creció al oeste de Nueva Jersey y al que sus amigos de escuela, donde fue muy popular, apodaban 'Bruno'? Todo empezó en sus épocas de estudiante, allá por la década de 1970, cuando se inscribió en el Departamento de Artes Dramáticas que ofrecía el Montclair State College, a la vez que trabajaba como guardia de seguridad y obrero en una fábrica de productos químicos.
Su intuición, sin embargo, le hizo dar un salto aventurado: dejar la universidad y mudarse a Nueva York para hacerse un lugar como actor. Allí realizó trabajos nocturnos —atendió un bar y se desempeñó como mozo— mientras asistía a distintas audiciones. Su primera oportunidad llegó en 1977, cuando se incorporó a "Heaven and Earth", una obra que se estrenó fuera del circuito de Broadway. Luego participó en comerciales de televisión y apareció ocasionalmente en series como "Miami Vice" y "Hart To Hart". Hasta que en 1984 su interpretación en la obra de Sam Shepard, "Fool For Love" le granjeó elogios.
Bruce Willis, un nuevo héroe de acción
Por lo mismo de su dilatada trayectoria, a Bruce Willis cabe valorarlo por sus roles más icónicos. El primero de ellos, sin duda, tendría que ser aquel que le dio fama en Estados Unidos y que coprotagonizó con Cybill Shepherd: el detective David Addison Jr. de "Moonlighting" (Luz de luna), una serie de televisión de la cadena ABC que se emitió entre 1985 y 1990 a lo largo de cinco temporadas. Fue un papel cómico que a lo mejor no sintonizaba con sus héroes Charles Bronson o Jhon Wayne, aunque sí con su ídolo Cary Grant, y que ayudó a consolidarlo en una industria ávida de nuevos nombres.
Luego de participar como extra en muchas producciones para la gran pantalla y sufrir algunos rechazos (como el de "Desperately Seeking Susan"), su primer protagónico para el cine no tardó en llegar: en 1987, compartió roles con Kim Bassinger en la comedia romántica "Blind Date". Un año después, sin embargo, una película apareció en su horizonte para convertirlo en una memorable figura de cintas de acción: "Die Hard" (Duro de matar) lo metió en la piel de John McClane, un expolicía que se enfrenta a un grupo de criminales en las alturas de un rascacielos de Los Ángeles.
El estilo cómico de Bruce Willis, por suerte, no se diluyó en esta cinta de John McTiernan. Todo lo contrario, su personaje bien podía correr descalzo sobre vidrios rotos, saltar por los techos del Nakatomi Plaza, sin abandonar un sarcasmo a prueba de balas con el que también aporreaba a sus enemigos. Quizás no lo sabía, pero con él nacía, como apuntó en un artículo el crítico de cine estadounidense Adam Nayman, un "nuevo arquetipo entrañable de película de acción". Un héroe que al contrario de los inexpresivos Chuck Norris o Jean-Claude Van Damme, se permitía cultivar cierto sentido del humor.
"Duro de matar" derivó en una franquicia de cinco películas, todas ellas protagonizadas por Willis, aunque ninguna alcanzó el alto vuelo de la primera, convertida con el tiempo en un improbable clásico navideño. Dos secuelas de la saga se estrenaron en los noventa, la década en que el actor buscó tomar otros caminos y probar su versatilidad. Para prueba de ello están "Hudson Hawk" y "Color of Night", o esa suerte de parodia de sí mismo que hizo en "The Player", dirigida por Robert Altman. Pero, curiosamente, fue un papel secundario el que le dio un momento dorado: el del entrañable boxeador Butch en "Pulp Fiction" (1994) de Quentin Tarantino.
Entre el cine de autor y el comercial
Hubo un tiempo, confesó en una ocasión Bruce Willis a la revista Esquire, en que quienes lo contrataban le decían: "Vamos a crear un personaje que seas tú para que puedas interpretarlo como eres". Le parecía divertido, pero las cosas definitivamente cambiaron para él a raíz de "Pulp Fiction". Por ejemplo, si bien su papel de viajero del tiempo en la futurista "12 Monkeys", de Terry Gilliam, lo arrojó de nuevo al rol de un héroe de acción en una cinta satírica, supo darle cierta hondura a su personaje al permitirle que bajo su piel habitara una vulnerabilidad y un brillo irónico que volvería a aparecer en otros filmes.
Estos rasgos estuvieron presentes en los proyectos que hizo con M. Night Shyamalan, "The Sixth Sense" (El sexto sentido), "Unbreakable" (El protegido) y "Glass", los cuales le permitieron desarrollar una faceta más dramática. Fueron, probablemente, los últimos títulos en los que trabajó como protagónico en un cine de autor, con excepción de sus apariciones en las notables "Moonrise Kingdom" de Wes Anderson y "Ocean's Twelve" (La nueva gran estafa), dirigida por Steven Soderbergh. Porque de ahí en adelante, el intérprete reversionó una y otra vez al tipo duro, solitario y humorístico en cintas comerciales en su mayoría desechables, con algunos breves relumbrones como en "Sin City".
¿Será por todo esto que jamás vimos a Bruce Willis desfilar como un nominado en los Oscar? ¿Qué le puede haber faltado al exesposo de Demi Moore, actualmente casado con la modelo Emma Hemming, para ser tomado en cuenta por la Academia de Hollywood? Hay quien podría aventurarse a decir que ambición. En 2020, a propósito del estreno de "Hard Kill", un crítico de The Guardian lo describía como aquel tipo de actor que vive en "esa área gris entre el cero alboroto y poco esfuerzo". Pero también no faltará quien diagnostique de ceguera a la meca del cine. Ambas posiciones parecerían válidas.
Ya jubilado, con una enfermedad degenerativa a cuestas, Bruce Willis no está en condiciones de entregar una interpretación tan gloriosa como aquellas sobre las que cimentó su fama y prestigio. La prensa estadounidense reportó que en los sets de filmación muchas veces se le olvidaban sus líneas. Pero a estas alturas poco puede importarle congraciarse con Hollywood cuando le espera un rol que a veces aplazó por su trabajo: el de padre. Seis son las hijas que tiene, tres de ellas con Moore y dos con Hemming. "Estoy enamorado de mi esposa y mis hijas. Necesito muy poco. Los amigos vienen, los niños vienen cuando pueden. Cenamos. Y estoy feliz de jugar con su ímpetu. Lo guardo para ellos. Esto es todo", dijo, sabiamente, hace diez años.
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