A una la confundieron con hombre por cómo jugaba. Otra, lamentaba ser mujer por "no poder" dedicarse al fútbol. La última, tenía que esconderse de mamá para pelotear. Esta es la historia de las tres entrenadoras de la Liga Femenina de Fútbol.
Olienka era una de las figuras del partido cuando, de pronto, alguien le jaló el cabello. Se lo había amarrado para evitar que le caiga en el rostro, para jugar sin problemas. Lo hacía siempre y, esa vez, en Pimentel, representando a Tortugas en el Olimplayas, no fue la excepción. No contaba, por supuesto, con que un espectador dejaría la tribuna, se acercaría a ella y le jalaría la cola.
“¡Sácate la peluca!”, le gritó. No había peluca, claro. Solo alguien que pensaba que una chica no podía jugar tan bien. Una persona que creía que tenía al frente a un hombre disfrazado de mujer, y no a una mujer que, tiempo después, se convertiría en la máxima goleadora de la Selección Peruana.
“Pensaban que era un chico”, recuerda ella ahora, ya como entrenadora del primer equipo femenino de Sporting Cristal. “Todavía vivimos en una sociedad súper machista. Me ha pasado como jugadora y me pasa como entrenadora, sobre todo cuando me toca dirigir a equipos masculinos. (Los alumnos) miran como diciendo ‘qué me va a enseñar esta’. Finalmente, cojo la pelota, les hago unas jugaditas… (Ellos) ven que sabes, empiezas a hablar y te los vas ganando”, dice.
Su primer DT
Olienka Salinas tiene 45 años, pero empezó a jugar fútbol a los cinco. Su papá era entrenador en su natal Chimbote y, como sus hermanos menores -un hombre y una mujer- no sentían mayor interés por patear una pelota, ella se convirtió en su principal alumna y compañera de partidos.
“Mi primer recuerdo es ver un mundial con mi papá al lado. Recuerdo mucho España 82. Lo vi con él. Me marcó mucho, me incentivó a ser lo que soy ahora. Vi a Maradona y me inspiró a jugar con la ‘10’. Me quedó muy marcado: siempre pedía la ‘10’ y tuve la suerte, en casi todos los equipos, de jugar con ese número”, cuenta.
Al tener padres deportistas -su mamá jugaba vóley-, la actividad física se volvió su pasatiempo favorito. No en vano la llamaban Sport Billy, como el personaje principal de un cómic del mismo nombre que contaba la historia de un joven atlético del planeta Olympus, quien llegaba a la Tierra con el objetivo de promover el deporte. Ella no tenía un maletín mágico con todo tipo de objetos, pero sí jugaba lo que le dijesen. El fútbol, eso sí, era lo que la hacía sentir completa.
Al inicio, lo hacía solo por diversión. Y, aunque desde los 13 años empezó a aceptar propuestas de distintos equipos locales, recién a los 20, mientras estudiaba Ingeniería de Sistemas en la San Pedro, se enteró de que la Federación Peruana de Fútbol había organizado, en Lima, una Liga experimental de fútbol femenino, y no dudó en pedirle permiso a sus papás para viajar a la capital a probar suerte. La respuesta fue positiva, siempre y cuando no descuidara su carrera.
Cambio de vida
En Sporting Cristal no solo pasó las pruebas, sino que le dieron la posibilidad de continuar sus estudios en la San Martín. Así, mientras vivía en casa de una amiga de la familia frente a Matute, se iba todos los días a La Florida a entrenar, sin dejar de lado los estudios. “Lo hacía para no fallarle a mi mamá, porque yo había acordado con ella”, explica. A la par, decidió dedicar el poco tiempo libre que le quedaba al curso de entrenadora de la FPF.
Con las celestes, ganó tres veces el Campeonato Metropolitano y fue campeona y goleadora del Sudamericano Femenino -torneo no oficial precedente a la Copa Libertadores- en el año 2000. Dos años después, resultó máxima artillera de Sport Boys y, aunque en 2005 se retiró con la camiseta de la San Martín, practicó fútbol sala hasta 2009.
Ya con el título de entrenadora, y teniendo a Pep Guardiola como máximo referente, creó una escuela con su nombre y dejó su huella como DT de fútbol y futsal en distintas instituciones como el colegio Franklin Delano Roosevelt, la Universidad Ricardo Palmta y Barca Academy Perú. Además, fue designada asistenta técnica de la Selección Peruana en todas sus categorías. Hoy, dirige al primer equipo femenino de Sporting Cristal.
Que haya una mujer en el cuerpo técnico de cada equipo es un requisito de la Liga Femenina. Para Olienka, aunque a futuro no debería ser una regla, es necesario ahora para incentivar la participación femenina en el fútbol peruano. “Es importante que se exija. No debería ser así, pero es importante porque, de esa forma, vamos a ver más mujeres dentro del fútbol femenino. Finalmente, ¿por qué no podríamos dirigir un equipo masculino? Tranquilamente, lo podríamos hacer. Es muy lejano, pero ¿por qué, si los técnicos hombres pueden dirigir femenino, nosotras no masculino?”, reflexiona.
A palabras necias...
Vivian Ayres, en cambio, está totalmente en contra de esa parte del reglamento. “Hay que ganarse el puesto. No porque seas mujer vas a dirigir. Yo me picaría porque me he esforzado para competir contra hombres”, dice la entrenadora del equipo femenino de la Academia Cantolao. Tiene argumentos: llevó un curso de dirección técnica en la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional y otro en la Federación Peruana de Fútbol. Tras complementar con otras capacitaciones y conseguir la licencia A de la FIFA, viajó a España para obtener una maestría en dirección de fútbol, en la Universidad Europea de Madrid. “No me gusta ser alguien del montón. Tengo que prepararme”, cuenta.
A sus 48 años, es una de las más importantes representantes del fútbol femenino peruano: además de ser cinco veces campeona con Universitario de Deportes y de haber defendido los colores de Sporting Cristal, fue parte de la selección femenina que, en 1998, quedó tercera de Sudamérica, por debajo de Brasil y Argentina. Ya como entrenadora, estuvo al mando de la selección femenina de fútbol y futsal, fue asistente de Bruno García en la selección masculina de futsal que logró la medalla de bronce en los Bolivarianos 2013, dirigió en colegios como Carmelitas y Villa María, y tuvo pasos importantes por la Universidad San Martín y la Liga de Barranco.
¿Sintió, alguna vez, prejuicio? Sí, pero no le importó. “En la Liga de Barranco, hinchas de la tribuna me han mandado a lavar los platos. Yo dirigía a hombres, le ganaba a su equipo y me gritaban que me vaya a cocinar… ¡Les estaba ganando! Yo me reía. Cuando más me friegan, más valor me dan. Me preocupaba, más bien, cuando no me decían nada. Pensaba que no estaba siendo lo suficientemente buena”, cuenta la entrenadora que hoy tiene como referente a Marcelo Bielsa.
Pero antes, mucho antes de conseguir todo lo que consiguió, cuando era una niña que solo jugaba con sus hermanos y amigos por diversión, Vivian lamentaba haber nacido mujer. No porque quisiera ser varón, sino porque creía que, siendo lo que era, no podría vivir del deporte que amaba. Cuando, de pequeña, le preguntaban qué quería ser de grande, tenía que inventar cualquier cosa. Ser futbolista no era opción. “Yo pensaba ‘cómo no nací hombre para jugar al fútbol. En mi cabeza no estaba (la posibilidad de) ser futbolista porque no existía fútbol para mujeres”, recuerda.
A su madre, seguramente, le pasó algo similar. “Mi mamá moría por el fútbol. Era más fanática que mi papá. Era hincha de la ‘U’ y nos hizo a todos de la ‘U’. Al ser mayor, no lo jugaba, pero siempre me decía que, si hubiera existido el fútbol femenino en su época, ella hubiera sido futbolista. Era feliz porque yo jugaba”, cuenta.
Y vaya que jugaba. “Suena mal que yo lo diga, pero a mí me decían ‘Pelusa’”, confiesa. Tenía el cabello similar al de Diego Maradona, aunque un poco más largo, y entre sus cualidades estaban la velocidad, la buena pegada y el ser dribleadora y encaradora. “No voy a negarlo: era muy, muy buena”, agrega.
Al maestro, con cariño
A diferencia de Olienka y Vivian, Alexandra Díaz, de niña, jugaba fulbito solo a escondidas. Aunque su familia era deportista, a su mamá no le gustaba que haga “cosas de varones”, ni que llegue con las piernas llenas de moretones. Por eso, cuando sus primos salían a un parque de la zona, cerca a su casa en San Martín de Porres, ella se iba detrás de ellos sin permiso. “Yo te aviso si viene tu mamá”, le decía su tía, quien los acompañaba a jugar, haciendo de cómplice. Algunas veces, sin embargo, igual la descubrían y el castigo era inevitable.
"No puedo. ¿Qué me va a decir mi mamá? Ella no sabe que yo juego", le dijo Alexandra, en segundo de secundaria, a Rones Bernable. El hoy DT del equipo femenino de Deportivo Municipal era, en ese entonces, su profesor de educación física y asistente de Lorena Bosman en la Selección femenina de fútbol. "No te preocupes, hija, vamos a ir a tu casa a conversar con ella. Le vamos a indicar que estás preconvocada a la Selección. Tiene que entender que su hija es buena jugando futbol", le contestó.
Y así fue. La visita, finalmente, convenció a Rosa María de darle permiso a su hija para saltar a la cancha. El amor, poco a poco, fue acabando con los prejuicios. Había temor todavía, por supuesto, pero también ganas de que su primogénita triunfe. Por eso, no solo la llevó a Plaza San Miguel para comprarle sus primeros chimpunes, sino que, además, se coló en la Videna para ser testigo del primer entrenamiento. Ese día, la hoy DT de Sport Boys dejó de jugar a escondidas.
De las aulas a la cancha
Aún estando en el colegio, Alexandra pasó a ser parte del equipo de la Municipalidad de San Borja. Ahí conocería a Samir Mendoza, hoy DT del Alianza Lima femenino, quien tiempo después no solo le permitiría vestir la camiseta del equipo de sus amores, sino también la guiaría a dejar los guantes para dirigirse al banquillo. Pero eso fue después. Antes, al dejar el colegio, la entonces portera decidió, en paralelo al fútbol, estudiar estadística en la San Marcos.
El camino de los números, a decir verdad, le duró poco. Apenas en primer ciclo, conoció a la selección de futsal de la universidad y descubrió, gracias a sus integrantes, que educación física era una carrera. Y, aunque durante cerca de un año dedicó su tiempo al deporte y a las clases de inglés, regresó a la UNMSM ya como parte del equipo y, cómo no, con una currícula netamente deportiva. No faltaba mucho, sin embargo, para que sepa que su futuro estaba no dentro, sino a un lado de las canchas.
"¿No estás estudiando para entrenadora?", le preguntó el profesor Samir. El DT llegó al equipo femenino de Alianza Lima en 2013 y, casi de inmediato, le dio a 'Ale' la chance de vestir la blanquiazul. Además, le hizo un pedido especial: que apoye con asistencia técnica en la academia que el club estaba a punto de sacar.
"No, solo educación física", le contestó ella. "Sería bueno", replicó él. No hizo falta más: de inmediato, se matriculó en un instituto de dirección técnica y no paró hasta obtener el certificado y su título profesional. El consejo del 'profe', sumado a sus constantes lesiones bajo los tres palos -sufre de hiperlaxitud- la llevaron a decidir que estaría ligada al fútbol, pero ya no como alumna, sino como maestra.
Díaz fue mano derecha de Samir Mendoza hasta 2019. En 2020, decidió agradecer, despedirse y tomar su propio rumbo. Uno que, por la pandemia, tuvo que ser virtual durante toda una temporada, pero que, a sus 29 años, parece recién estar empezando. Sport Boys es su nueva casa y, aunque aún queda mucho camino por recorrer, es palabra autorizada para hablar de la importancia de arriesgarse para combatir los prejuicios.
"Las chicas que están jugando al fútbol, es porque a ellas les gusta. Difícil que un papá o mamá le diga 'tienes que jugar', como sucede con varones. Es porque les gusta. Que sigan perseverando por su sueño. Si las niñas desean jugar al fútbol, que sigan con su sueño. Ahora hay mayores oportunidades, antes no las había", menciona.
Las tres DT
Olienka, Vivian y Alexandra son las tres entrenadoras de la Liga de Fútbol Femenino. Son las directoras técnicas de tres equipos que apostaron por ellas, en una sociedad que todavía lucha por acabar con la tara del machismo. Tres clubes, de trece, que priorizaron la capacidad, sin importar si le pertenece a él o ella. Porque el deporte no tiene género y el conocimiento tampoco.
Algún día, esperemos, una mujer en el banquillo ya no será noticia. Mientras tanto, las alumnas que pasaron a ser maestras son la prueba de que los prejuicios aún existen, sí, pero pueden gambetearse con pasión y talento.
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