La exposición cuenta la historia del fotógrafo y diseñador soviético Alexandr Rodchenko, quien fue enviado en 1934 a Uzbekistán para realizar un álbum para el décimo aniversario de la inclusión de la república centroasiática en la URSS.
El Museo del GULAG de Moscú es el escenario ideal para albergar 150 de los cientos de imágenes recogidas por el artista británico David King, quien decidió crear la colección cuando en un viaje a la Unión Soviética en 1970 intentó encontrar fotos de León Trotski.
La muestra es un repaso de la ignominia de las purgas estalinistas, que tuvieron como víctimas tanto a dirigentes bolcheviques (Trotski, Kámenev, Zinoviev, Bujarin o Yezhov), como a grises comisarios y a millones de inocentes ciudadanos.
El caso más famoso de falsificación fotográfica y, por tanto, histórica, es el famoso discurso pronunciado en mayo de 1920 por Lenin, que se dirige enérgicamente al pueblo subido en un estrado de madera, en cuyas escaleras se encuentran Trotski y Kámenev.
Cuando ambos cayeron en desgracia, los censores soviéticos borraron sus imágenes de la foto, en un intento de borrar el mismo recuerdo de ambos dirigentes bolcheviques para que no hicieran sombra al único sucesor del fundador del Estado totalitario: Stalin.
El retocado de fotos se convirtió en una auténtica industria, en la que tanto se borraban las arrugas y el ceño fruncido del rostro de Stalin, como los papeles tirados en el empedrado por el que caminaban los dirigentes, como compañeros de Lenin de la lucha clandestina contra los zares con los que acabó enemistándose.
Los "enemigos del pueblo soviético" morían dos veces: una al ser fusilados o enviados al GULAG, y otra al desaparecer de las imágenes oficiales por el arte de magia de la manipulación fotográfica.
EFE